“La Tercera ola del feminismo se construye con mentiras e hipérboles”, escribe Christina Hoff Sommers. Antes de iniciar con mi ensayo me gustaría apuntar que, buscando referencias que pudiesen ayudarme a desarrollar mi tema, me he encontrado con el libro Contra el feminismo (2008), de la profesora Edurne Uriarte. Es importante mencionar esto para aclarar que parte de mi argumentación puede sustentarse en premisas ahí trazadas, pero mi análisis parte de puntos distintos.
Comienzo por plantear que el feminismo no es un movimiento unitario, como muchos pretenden. Analizar el feminismo de esta manera limita las posibilidades de entender sus mecanismos políticos, sociales, etcétera. Lo que debemos hacer es deconstruir el concepto, de manera que podamos detectar los múltiples matices que posee. ¿Qué significa decir que se es feminista? Lo primero que debemos hacer es acercarnos a la definición dada por la Real Academia, la cual dice que el feminismo es: 1) principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre, y 2) movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo. Las definiciones de diccionario siempre son reduccionistas. Primero, estoy seguro de que muchos hombres y mujeres ligados al feminismo no suscribirían la definición de “igualdad”, prefiriendo reemplazarla por “equidad”; segundo, se asume que el feminismo es un movimiento, así, en singular, cuando justamente mi hipótesis sostiene lo contrario. La cosa se hace más clara cuando en la literatura científica comienzan a aparecer binomios, así Owen M. Fiss nos dice: “feminismo tiene distintos significados para distintas personas. Es habitual hacer distinciones entre ‘feministas radicales’,1 ‘feministas culturales’, ‘feministas liberales’ y ‘feministas socialistas’”.
De esta manera vemos cómo el feminismo se divide en varias corrientes. Esto nos permite realizar una reflexión mucho más rica de su diversidad. Otras distinciones —posiblemente las más tradicionales— son: feminismo de Primera, Segunda y Tercera ola. Distinciones que engloban aspectos históricos e ideológicos. Una última distinción tiene que ver con la teoría y la práctica. Me explico: en varios debates que he mantenido con feministas ha surgido esta posibilidad. Lo que muchas veces sucede es que se asumen militantes del feminismo, aunque no suscriban o no tengan en claro alguna línea en específico. La pregunta es: ¿cuál es el eje que conecta el feminismo teórico con el práctico? Si retomamos lo dicho por Schopenhauer en su Dialéctica erística, cuando afirma en la estratagema 33 que es un sofisma decir que algo es verdad en la teoría pero en la práctica no, entenderemos la necesidad de conectar cualquier teoría, en este caso la feminista, con su práctica y militancia. No se puede hacer feminismo si no se sabe qué es el feminismo, o cuáles son los feminismos. El feminismo no es una mera intuición, sino un discurso, o un conjunto de discursos sobre algo en específico. ¿Qué es eso específico? Ahí es donde la diversidad de discursos se enfrentan. Y volvemos a la pregunta inicial: ¿hay un feminismo o muchos feminismos? Sería interesante que así como pasó con ciertas filosofías —por ejemplo, el marxismo—, existiera una Gran Internacional Feminista, en la que los distintos bandos se pusieran de acuerdo sobre aquello que son. Pero tal vez esto es ajeno al feminismo mismo. Cualquier intento por constreñirlo a una serie de líneas ideológicas específicas sería absurdo, pues una de sus improntas es que la mujer —y el hombre— se autodetermina en su individualidad. “No se nace mujer: se llega a serlo”, dice Simone de Beauvoir. Cuando se trata de una parte militante organizada es importante aclarar qué se persigue y cómo. En el marxismo fue el Manifiesto del Partido Comunista el que dio identidad a un movimiento que podía ser caótico. Eso es lo que está aquí en juego: no la diversidad, sino el caos. Lo más cercano a esto ha sido el 8M.
Repasemos lo dicho hasta ahora: el feminismo es una categoría que muchas veces se asume como unitaria; sin embargo, el feminismo tiene muchas corrientes, divisiones o expresiones. Estas divisiones tienen su propia militancia. Mas esta militancia no puede estar separada de un teoría general del feminismo, aun en su diversidad. ¿Qué feminismo seguir? ¿Todos van al mismo lado? Una respuesta sencilla sería decir que sí. Si bien no existe un Manifiesto Feminista Internacional que una a todos los grupos, los puntos que se persiguen podrían ser fácilmente determinables. Por ejemplo: equidad de género, igualdad de oportunidades laborales, cese de la violencia de género, entre otros. Habrá otros puntos que se prestarán más para el debate. Si uno revisa el Manifiesto 8M verá que se afirma que “ser mujer es la principal causa de pobreza”. No niego ni afirmo este punto, sólo digo que requiere un análisis mucho más específico. Pero, en este apartado de los “qués” podríamos estar, en lo general, de acuerdo. El conflicto comienza con los “cómos”. Y es ahí donde el “en contra” nace.
En ¿Quién robó el feminismo? (1995), Christina Hoff Sommers nos plantea la división entre “feminismo revanchista” y “feminismo de equidad”. Para esta autora, uno de los grandes problemas del rumbo que ha tomado el feminismo actual es su “victimismo” y su asociación con la izquierda radical. Otro problema que menciona es que “casi todos los libros de los estudios de género culpan de la mayoría de los males de la sociedad a los hombres y al patriarcado”. Por su parte, Elisabeth Badinter afirma en su ensayo Por mal camino (2004): “Hay que luchar para ganar la igualdad con los hombres, no contra ellos”. A esto mismo contribuyen las críticas de Javier Benegas, quien plantea que la esencia de la argumentación del feminismo posmoderno es la de etiquetar a todos los hombres como violadores en potencia, y que esta locura no apunta hacia la equidad, sino hacia la inversión de roles. Lo mismo que Catherine Millet, quien a pesar de asumirse como feminista declara que el feminismo actual está muy cercano al totalitarismo. Además de ser un feminismo de tipo burgués.
En mi ensayo “De bardos y leyendas” desarrollo la tesis de que la narrativa o los argumentos en sí mismos (la leyenda que se cuenta) son tan importantes como el argumento de la vida filosófica: la biografía (el bardo) de quien la cuenta. Sería contradictorio decir que se está a favor de los derechos de los animales —por muy buenos argumentos que se esgriman— para luego patear a un perro. Esto es algo así como la congruencia ética. Y a esto me refiero cuando hablamos de los “qués” y de los “cómos”.
La primera crítica directa que podemos hacer al feminismo contemporáneo, al de la Tercera ola, es justamente que en su parte teórica manifiesta una ideología loable, deseable, mas en mucha de su militancia esto se diluye en intolerancia, violencia y misandria. Sólo basta ver la cantidad de grupos feministas que buscando demandar sus derechos terminan pasando por encima del de los demás (principalmente en Argentina y en España, para la región de Hispanoamérica). Las causas de esto pueden ser variadas. Alguna vez Enrique Dussel me dijo: cuando los oprimidos se rebelan, lo hacen con las armas del opresor. Sucede como en la adolescencia: una rebelión cargada de contradicciones y de fallas. Lo importante es revisar y evidenciar esta contradicción. Sólo así, denunciando los fallos, se pueden remediar.
El feminismo militante se comporta como un partido político. Esto quiere decir que posee una estructura más o menos definida, con una dirigencia, con intelectuales que construyen un aparato ideológico, con militantes, afiliados y simpatizantes. Tan sólo basta buscar un poco en la web para encontrar las decenas de grupos feministas militantes que existen en cada país. La ideología, por su parte, tiene muy clara su doctrina, su plataforma, sus programas y sus consignas: frases comunes o eslogans como: “The future is female”, “Femist as fuck”, “This is what a feminist looks like”, “We should all be feminists”, “Radical feminist”. Hasta aquí todo bien, sin embargo, lo mismo que en cualquier partido político, los grupos internos se van diferenciando en algunas de sus posiciones. Aunque se esté de acuerdo en lo general, hay puntos de divergencia y desacuerdo. Hablamos de “partido político” en singular porque aunque pudiésemos hacer un análisis del feminismo como un sistema multipartidista, los diversos grupos o estructuras se agrupan bajo el mismo nombre del partido: Feminismo. Tienen un aparato ideológico en común, aunque también varias diferencias. Surgen así “tribus” internas al partido. Y esto todavía es bastante normal. Pero ¿qué sucede cuando en un partido político que promueve la equidad, el diálogo, el respeto, algunas de sus tribus comienzan a actuar de manera violenta, intolerante, a imponer agendas políticas?2 La respuesta es clara: pierde credibilidad ante la sociedad y ante muchos de sus simpatizantes.
Me atrevo a señalar como conclusión que el feminismo está agonizando desde dentro. Necesita de una renovación si es que quiere seguir viviendo. El feminismo de la Tercera ola, si bien con algunas propuestas interesantes, ha quitado más de lo que ha dado. Es hora de emprender la búsqueda de un feminismo de Cuarta ola, crítico de las incongruencias de su antecesor. O simplemente fundar un nuevo partido, aunque éste no lleve el nombre de Feminismo. Y para esto debe quedar muy clara una falacia lógica que muchas feministas reproducen, la del “falso dilema”. Ésta presenta dos puntos de vista como las únicas opciones, cuando en realidad existen más alternativas. No es Feminismo contra Antifeminismo, dando por hecho que el primero es la única posibilidad que habla de equidad de género e inclusión. Se puede hablar de lo mismo sin ser feminista (en tanto adscripción a una organización específica, a un partido político). Es hora de críticar al feminismo actual, el que en la letra habla de grandes valores, pero en mucho de su práctica sólo promueve el odio y el resentimiento.
Si bien ya hay quienes hablan de que estamos en la Cuarta ola (Tania Meza) desde hace más o menos un par de décadas, no me parece que la distinción teórico-conceptual y la práctica sean claras. Y, a pesar de que así fuera, eso no invalida lo aquí expuesto, pues a lo que llamamos es a la “revolución del feminismo” que estamos viviendo en la actualidad (incluso cuando dejase de llamarse así), lo que muchos prefieren llamar Feminismo Posmoderno (para evitarse el problema de las olas).
Referencias Bibliográficas
– Badinter, Elisabeth. (2004). Por mal camino. Madrid, España: Ed. Alianza.
– Benegas, Javier. (27 de febrero del 2018). “Una huelga, sí… pero contra el feminismo posmoderno”. Disidentia. Recuperado de: https://disidentia.com/huelga-contra-feminismo-posmoderno/
– Fiss, Owen M. (1993). ¿Qué es el feminismo? Doxa: cuadernos de filosofía del derecho, 14, pp. 319-336.
– Millet, Catherine. (28 de abril del 2018). “Catherine Millet, Una feminista en contra del feminismo”. Revista Pacifista. Recueprado de: http://pacifista.co/catherine-millet-una-feminista-en-contra-del-feminismo/
– Schopenhauer, Arthur. (2006). El arte de tener siempre la razón y otros ensayos. México: Ed. Punto de lectura.
– Sommers, Christina H. (1995). Who stole feminism? New York, USA: Touchstone.
– Sommers, Christina H. (17 de septiembre del 2016). “La Tercera ola del feminismo se construye con mentiras”. Diario El Mundo. Recuperado de: http://www.elmundo.es/cronica/2016/09/17/57d79cb1268e3e94358b4638.html
– Uriarte, Eduarne. (2008). Contra el feminismo. Madrid, España: Ed. Espasa.