[Entrevista a Leonardo da Jandra sobre su reciente novela El hombre soberbio, (Malpaso,2019)]
¿Cuál es el papel del héroe en la civilización?
Estamos en un tiempo genuinamente antiheroico. La decadencia para mí se caracteriza por una sobredeterminación de la oralidad y la genitalidad, y yo ahí no veo posibilidad alguna del héroe. La característica fundamental del héroe es el sacrificio sociocéntrico, sacrificarse por los demás. Estamos en un proceso excesivamente egocéntrico, donde los actores, los deportistas y los cantantes sólo piensan en sí mismos; no piensan en la sociedad más que con la finalidad de tener más seguidores, para poder tener más poder económico y gastar más dinero.
¿Por qué el héroe tiene un final trágico?
La característica del héroe es el sacrificio. Un héroe que no se sacrifica se convierte inevitablemente en un tirano; por eso debe tener un final trágico; y ésa es otra de las características de nuestro tiempo, que la comedia haya desplazado a la tragedia. Es impensable en nuestro tiempo encontrar dramaturgos de la talla de Sófocles, Eurípides, Esquilo o Shakespeare, que combinó la comedia con la tragedia. Creo que lo que estamos viviendo es precisamente un ímpetu desmedido de la parte antiheroica del culto al perdedor, el culto a la fealdad. Y no sé qué atracción pueden encontrar las nuevas generaciones en esos modelos, más que una identificación con la derrota.
¿Cuál es la relación entre el poder y el Hombre Soberbio?
El hombre soberbio es el segundo volumen de una trilogía que he llamado Trilogía del poder porque tiene como tema central el poder. Es una complementación de ciencia ficción con filosofía, pero el eje dinámico es el poder. El Hombre Soberbio es un personaje que está tomado de las Vidas paralelas de Plutarco, en cierta medida es una forma de homenaje, de reconocimiento, de Cayo Marcio, pero hay muchos cambios respecto a su vida; para mí Cayo Marcio –junto con dos o tres personajes más, por decir Alejandro Magno y Alcibíades–, fue un gran guerrero. Siempre han existido esos tipos de personajes que tienen la impronta genuina de la violencia física, impositiva; pero son personajes que han sido desplazados por la tecnología. Quise ver un contexto de complementación entre mitología y ciencia ficción: cómo se comporta ante el poder un personaje que tiene poderes extraordinarios, recibidos de otra cultura cósmica. Está presente el problema básico del conocimiento exacerbado, del exceso de cuerpo, de corporalidad, de somaticidad, que lleva inevitablemente a una imposición. El Hombre Soberbio es un personaje genuinamente impositivo, y de ahí su final inevitablemente trágico.
¿Crees que exista vida en otros planetas? ¿Son más avanzados que nosotros? ¿Creen en un orden cósmico?
En un cosmos con cientos de universos y millones de planetas por supuesto que yo creo que hay vida en otros planetas, pero no necesariamente tienen que ser más avanzados. Hay algunos más avanzados y otros más atrasados. Yo creo que la vida pasa por un proceso humanoide, como ha pasado en este planeta. No creo que exista forma de vida consciente que no tenga una apariencia humanoide; pueden ser más altos, más bajos, pero tienen la apariencia humanoide, y obviamente si vienen a este planeta quiere decir que tienen una tecnología más avanzada que la nuestra. Seguramente nos tienen en observación, pero no somos, creo yo, como planeta un botín apetecible; somos demasiado bárbaros, demasiado imperfectos. Se necesita todavía quitar la beligerancia, que parece que es innata a la animalidad, y moderar un poco el ímpetu sexual y el oral. Quizá dentro de cincuenta años podremos ver a una nueva generación que ponga los significados de la filosofía al lado de la facticidad de la ciencia y de la espiritualidad necesaria para tener valores.
¿Por qué El hombre soberbio es una novela de ciencia ficción filosófica?
Es una complementación de mitología, filosofía y ciencia ficción. Es un proyecto que ya tengo de muchos años, más de veinticinco años con él. Yo siempre he tratado de ir en contra de la dinámica imperante. El proyecto del narco y la violencia y el consumo de drogas y la corrupción ya es un tema, por lo menos para mí, agotado literariamente; puede seguir a nivel periodístico, pero literariamente hay que cambiar. Se necesita un enfoque hacia delante. Necesitamos una visión proyectiva, y la mayor parte de los intelectuales actuales miran o para la realidad infame que padecemos o para atrás. Complementar la filosofía con la ciencia y con la mitología es un horizonte no sólo pleno de promesas, sino prácticamente inagotable. Por eso realicé esta Trilogía del poder; acabo de terminar El hombre piadoso, que es el tercer volumen. Estoy convencido –mi daimon me lo ha dicho (pero esas son cuestiones extraliterarias)– que ya no puedo seguir haciendo más literatura. Ahora tengo un par de proyectos de filosofía pendientes y se acabó.
¿Estamos cerca de un colapso global como civilización?
Estoy convencido de que estamos tocando fondo. Insisto, la decadencia es clara por el exceso de oralidad y genitalidad. En el futuro, en una o dos generaciones se va a establecer un cambio drástico: la población va a empezar a disminuir, va a ser sustituida la mano de obra por robots, y va a haber un recuestionamiento de lo qué es el humanismo, que se ha dejado ahora por completo de lado. Estamos en una fase plenamente animal. Creo que en menos de veinte años tocará fondo. Estamos en caída, pero no le daría mayor importancia a eso. Lo que a mí me preocupa es mirar para adelante, no tratar de solucionar algo que con el ímpetu que tiene es insolucionable. Mientras estén en el poder los comerciantes y los empresarios, mientras tengamos como personajes sociales a futbolistas, chicos o chicas de pasarela, actores y cantantes, y no se le dé la importancia debida a los creadores, a los científicos, a los filósofos, a los escritores y a los pintores, vamos a seguir en decadencia todavía.