Oaxaca
22 de marzo del 2017

La Ciudad de Oaxaca es mezcla de identidad cultural, aquí conviven las artes, las tradiciones, la gastronomía y las festividades. Dentro de este contexto la arquitectura juega un papel muy importante, puesto que también existe un mosaico de estilos que va desde las construcciones civiles y religiosas de la época virreinal, hasta algunos ejemplos de arquitectura moderna pasando por el legado arquitectónico del Porfiriato y que juntos conforman la fisonomía actual de la ciudad. Entre los ejemplos más relevantes de la arquitectura virreinal, tanto en la Capital como en el interior del Estado, se encuentran los ex conventos y templos dominicos del siglo XVI.

Los frailes dominicos llegaron a la Nueva España en 1526, y pronto se internaron en territorio oaxaqueño para emprender la construcción de sus conventos, que serían escenario principal de su labor evangelizadora. Llamados también conventos-fortaleza por la majestuosidad de sus proporciones, estas edificaciones constaban generalmente de las siguientes partes arquitectónicas: frente al templo, un extenso espacio abierto que formaba el atrio; el templo mismo, destinado a los servicios religiosos; el claustro, donde se localizaban las celdas o habitaciones de los frailes y en muchos casos la capilla abierta, en la cual se impartía el culto al aire libre cuando los indios eran congregados en el atrio.1

Muestra de esto son los ex conventos de Yan- huitlán, Teposcolula y Coixtlahuaca, ubicados en la región mixteca del Estado; y Santo Domingo de Guzmán en la Ciudad de Oaxaca, que es quizás uno de los conjuntos religiosos más relevantes de la época virreinal en el país y que después de un proceso de restauración, funciona como Centro Cultural y su antiguo huerto se ha convertido en un jardín etnobotánico. Sin embargo este importante inmueble no fue el primero que los dominicos fundaron a su llegada a la nueva Antequera, ya antes habían empezado a edificar el convento de Santo Domingo de Soriano o de San Pablo, como es conocido por los habitantes de la ciudad, y que había quedado abandonado y olvidado a lo largo del tiempo sin que nadie supiera de él, tan sólo por la referencia histórica y bibliográfica, hasta ahora que con el rescate de gran parte de los predios y construcciones que conformaban el conjunto se hace evidente su existencia.

INICIOS Y ETAPAS DEL EX CONVENTO DE SAN PABLO

A una cuadra del zócalo de la capital de Oaxaca, dentro de la manzana que conforman las calles de Fiallo, Armenta y López, Hidalgo e Independencia, se encuentra un conjunto de edificios que formaron parte del primer convento dominico de la ciudad. La llegada de los primeros frailes de la orden se dio en 1529, estableciendo así la segunda fundación dominica en América y la primera en el Estado. En un principio fueron destinados doce solares para su construcción y que equivaldrían a tres manzanas de la actual traza de la ciudad. Poco después por diversas razones se pierden cuatro solares en el extremo oriente, quedando finalmente los ocho restantes (dos manzanas) para la edificación de dicho conjunto. Para 1540 “los avances de las obras son lentos, los colonos españoles ocuparon a los nahua-hablantes, mixtecas y zapotecas para la construcción de sus casas y no permitieron que los usaren los dominicos para sus conventos”2. A mediados del siglo XVI los dominicos adquieren veinticuatro solares al norte de la ciudad para la construcción de un nuevo convento más grande y mejor edificado, y es así como dan inicio las obras de Santo Domingo el Grande (de Guzmán). En los años 1603 y 1604 fuertes sismos sacuden a la ciudad por lo cual el convento, aunado a su deficiente e improvisada construcción, sufre grave daños, destruyéndose gran parte de él y dejando solo los muros de la iglesia en pie.

A partir de ese momento la fisonomía del conjunto empieza a cambiar, por iniciativa de Fray Francisco de Burgoa, el principal cronista e historiador del período virreinal en Oaxaca, los frailes se vieron forzados a rentar y luego a vender parte de sus terrenos, como la huerta y las esquinas del atrio en lotes, para costear la reconstrucción.

En 1617 el provincial Fray Diego de Acevedo comienza la reconstrucción de la iglesia. Aprovechando los antiguos muros aún en pie, construye nuevos muros al interior, que soportan una bóveda de piedra. Y en 1649 el mismo Francisco de Burgoa comienza la reconstrucción del nuevo convento, labor que termina veinte años después, constituyendo la apariencia actual del patio y los deambulatorios que lo circundan. Si bien el origen del convento tuvo una relación íntima con la labor realizada por los frailes dominicos, no muchos saben que durante el siglo xix también estuvo vinculado con la enseñanza, al ser sede del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca. A finales de febrero de 1834, el periódico El Día dio cuenta de las ventajas del traslado del Instituto al Convento de Santo Domingo de Soriano (San Pablo): “la amplitud y comodidad del edificio, su salubridad y la economía, son entre otras, las razones que manifiestan al acierto del gobierno en adoptar tal medida. [...] El Instituto progresa en cuanto a biblioteca, museo, gabinete de física, edificio, etc”. Fue aquí donde el Instituto empezó su consolidación pese a reticencias locales; pero sería entre 1848 y 1852, cuando Benito Juárez, su ex alumno convertido en gobernador propició su esplendor. Debido a la nacionalización de los bienes de la Iglesia en 1860, el ex convento fue fracturado en dos para trazar la actual calle de Fiallo, dejando como único testimonio el templo y el claustro, el resto fue subdividido en lotes particulares que alojaron posteriormente un conjunto de casas habitación, negocios, talleres mecánicos y un sitio de taxis.

El edificio principal también sufrió daños causados por sismos, y por agresivas intervenciones como la edificación de un tercer piso alrededor de 1920, y la renovación para un hotel en los años 90 del siglo xx.

DEL RESCATE Y LA INTERVENCIÓN En el año de 2006, y como parte de un programa de rescate de edificios históricos en la ciudad y el interior del Estado la Fundación Harp Helú decidió adquirir una parte significativa de lo que fue el convento de San Pablo y varios inmuebles más, entre ellos la Casa Antelo cons-truida entre 1764 y 1769 en lo que fue parte de la huerta, todo esto para devolver a la capital del Estado parte de su historia, dotándola de nuevos servicios para el futuro, ya que el proyecto contempló la creación de un Centro de Humanidades y de Lenguas Originarias y un museo dedicado al rescate, conservación, exhibición, difusión y estudio de los textiles de Oaxaca y del país, el cual ya se encuentra en uso desde el año 2008.

La primera parte del proceso de intervención comenzó en 2007 con la Casa Antelo, llamada así por su propietario el hacendado y comerciante español José Ángel de Antelo y Bermúdez. Esta construcción fue una típica casa barroca oaxaqueña de dos pisos, con la fachada de cantera verde y una puerta labrada de madera. A mediados del siglo xix perteneció al Hospital de Belem dirigido por los Betlemitas; en 1985 comenzó a ser derruida por su propie-tario de ese momento, lo que causó escándalo en la prensa. La casa tenía frescos en sus muros interiores que hoy en día no es posible apreciar. De nueva cuenta en 2002, su último propietario mandó demoler todo el interior sin que el INAH pudiera intervenir.

“El proyecto de restauración y reconstrucción de este inmueble estuvo bajo la dirección de un equipo interdisciplinario, conformado por arquitectos, restauradores, historiadores, ingenieros y diseñadores”3, entre ellos el arquitecto Gerardo López Nogales en el proyecto de restauración y el doctor Sebastián Van Doesburg en la investigación histórica, ambos responsables del taller de arquitectura de la Casa de la Ciudad, financiada por la FAHH. Sus objetivos fueron aprovechar, conservar y consolidar los espacios arquitectónicos antiguos, desarrollar nuevos espacios para satisfacer necesidades actuales con un lenguaje contemporáneo, evi-tando un “falso histórico” y que se desplantara sobre el partido arquitectónico original integrándose al contexto existente. Se reconstruyeron los patios en base a los fragmentos de cantera tirados y los indicios en los muros aún en pie, no se recuperó el corredor norte del primer patio por haberse perdido completamente, aunque se regresó su columna y se conservó su piso original, el cual revela donde existió el paso al segundo patio. La herrería en la parte superior del primer patio fue rescatada de una demolición reciente. La antigua viguería de la casa fue parcialmente reciclada de la misma y de la puerta original se lograron conservar el bastidor y la mayoría de los chapetones de bronce bañado en latón dorado.

El proyecto de inserción contemporánea estuvo a cargo del arquitecto oaxaqueño Juan José Santibáñez, consistió en un nuevo volumen que fue colocado en reemplazo de la demolida crujía poniente y se integró al conjunto de la Capilla del Rosario, que formó parte del convento de San Pablo. Dos de las fachadas de este añadido fueron construidas de barro con formas triangulares que simula un tapete textil, como los tejidos por artesanos de la región de los Valles Centrales. Finalmente, las fachadas originales de la casa se conservan, solamente se restauraron y consolidaron elementos.

De esta manera se logró conservar un vestigio significativo del patrimonio arquitectónico virreinal de la ciudad, dándole a la vez suficiente funcionalidad para instalar el Museo Textil de Oaxaca, que cumple con los requerimientos necesarios para este tipo de espacios y que actualmente cuenta con un acervo de cuatro mil piezas de tres colecciones donadas por María Isabel Grañén Porrúa, Francisco Toledo y Alejandro de Ávila. Casi a la par de la apertura del MTO se inician los trabajos de la segunda parte y la más compleja de la intervención, el rescate del antiguo claustro y el templo del ex convento de San Pablo, ya que cada una de las etapas históricas que tuvo el conjunto y sus usos se tradujeron arquitectónicamente en capas constructivas que sobrecargaron la estructura del edificio, destruyeron algunas partes, dañaron sillares de cantera y en general añadieron, una a una, formas distintas de concebir el lugar y el espacio, estéticas diferentes según el momento, el uso o el entender del habitante.

Nuevamente el proyecto de restauración estuvo a cargo de Gerardo López y Sebastián van Doesburg, pero esta vez el proyecto arquitectónico fue realizado por el arquitecto Mauricio Rocha. Como parte de los trabajos de restauración se alivió la estructura original, recuperando los corredores bajos y altos del antiguo claustro en un noventa por ciento, se eliminaron los añadidos que se fueron incorporando a través del tiempo, como los diferentes usos que se le dieron al inmueble, como el tercer nivel del hotel, puesto que afectaban estructuralmente al edificio y, según los encargados del proceso “ocultaban su verdadero perfil, lo repercutían estéticamente y además carecían de valor histórico”. Cabe señalar que durante la restauración se encontraron vasijas y utensilios de la etapa de Monte Albán I, puesto que muchas de estas construcciones religiosas fueron desplantadas sobre antiguos centros urbanos o ceremoniales prehispánicos; y en la calle de Fiallo durante su repavimentación se hallaron restos arqueológicos de la cimentación de los muros que conformaban el cuerpo poste-rior y la huerta del convento.

El proyecto arquitectónico incluyó la inserción de un elemento contemporáneo dentro del patio, que consiste en una estructura metálica, ligera y reversible, que remite a la antigua crujía de celdas en el lado oriente del edificio, y crea, con el resto de los deambulatorios, espacios útiles divididos en tres niveles, y satisface así necesidades a futuro, que incluyen el resguardo de un acervo de libros especializados y distintas actividades culturales del nuevo Centro Cultural San Pablo.

Cuenta para esto con dos zonas, una para área de lectura que asoma al patio del claustro protegida por una fachada de cristal y la otra con áreas de archivo y resguardo en el corredor poniente. El proyecto comprendió también áreas de oficinas, sala de juntas y sala de proyecciones, así como restaurante y cafetería. El patio es protegido por una cubierta móvil que no afecta la estructura del edificio y que es controlado en diferentes horas del día conforme el recorrido del sol. La parte del atrio que se recuperó fue transformada en una pequeña plaza de acceso y de distribución hacia los diferentes edificios del conjunto, y que conecta a la calle de Hidalgo con la Avenida Independencia. La fachada en la calle de Fiallo fue transformada en su totalidad, eliminando completamente la del hotel, sin dejar evidencia que alguna vez existió; se realizó una “abstracción” del corte del convento en la época de Juárez, dejando solamente cuatro vanos que conmemoran los antiguos deambulatorios que daban a la parte posterior del convento, se respetan alturas y perfiles de fachada, y con esto es la única referencia urbana del inmueble, puesto que el acceso principal se encuentra dentro de la manzana accediendo, como ya se mencionó, por medio de una plaza.

Como suele pasar en este tipo de intervenciones, se generan controversias en torno al proyecto, y éste no es la excepción, puesto que el rescate de edificios con valor histórico para generar un nuevo uso del mismo debe ser cuidadosamente estudiado y analizado por expertos de diferentes disciplinas para formar un equipo multidisciplinario, y así realizar el proceso adecuado en el cual exista un compromiso y que tanto autoridades, encargados del proyecto y la sociedad en general queden satisfechos con el resultado del trabajo final.

Ambos proyectos, el Mto y el Centro Cultural San Pablo son relevantes y a la vez ambiciosos en cuanto a querer cambiar la fisonomía de la ciudad aportando nuevos espacios para la cultura y el arte. En el caso del Museo Textil me parece que tanto su restauración como el nuevo añadido son muy respetuosos del entorno en que se encuentran, aquí el trabajo fue más de consolidación y recomposición, puesto que sólo quedaban algunos muros en pie y casi la totalidad de las fachadas. Los trabajos se fundamentan en base a archivos, fotografías y los antiguos planos de la Casa Antelo sin caer en falsificaciones. Creo que fue tanto el cuidado que se le dio a la intervención que cualquier persona que no conozca la ciudad puede caminar por las calles de Fiallo e Hidalgo sin darse cuenta que en la esquina que forman ambas se encuentra un museo, de no ser por la placa de metal a un costado del acceso que lo anuncia. En cuanto a los trabajos de integración que se le hicieron puedo apuntar que, a pesar de que la propuesta del arquitecto Santibañez se acopla perfectamente a los espacios requeridos por el museo, es muy mesurado, pienso que debió utilizar más materiales contemporáneos en la inserción del nuevo volumen y darle un “toque” más actual. La ventilación e iluminación natural de los espacios que se da mediante vanos discretos me parece adecuada, en el interior, el diseño de ilumina-ción artificial es sutil y funcional jugando con los espacios a doble altura y adecuándose a las exigencias de un museo de este tipo.

Del nuevo uso dado al inmueble puedo decir que fue oportuno pensar en un museo de esas características pues son pocos los espacios de difusión del arte textil en nuestro país, se me vienen a la mente el Museo Textil Maya en Chiapas y el Franz Mayer en Ciudad de México, y Oaxaca con una tradición ancestral en este oficio necesitaba ya de uno. Aunque me quedo con la duda si con el paso del tiempo y las nuevas necesidades se rebasen las áreas del museo.

En el caso del rescate del antiguo claustro y templo del ex convento de San Pablo creo que es un tanto extremo al querer, por un lado, rescatar la etapa histórica de la construcción de cuando fue un convento y por otro lado, la inserción de un elemento moderno con materiales contemporáneos para darle un nuevo uso y satisfacer las necesidades actuales. Entiendo que muchos de los añadidos que le hicieron al edificio en etapas determinadas, concretamente en el siglo xx, afectan estructuralmente a un inmueble de este tipo, pero creo que tan valiosa es la etapa más antigua como el resto de ellas y por lo tanto debieron ser más cuidadosos en dejar evidencia del paso del tiempo por el edificio en lo que respecta a su estructura y no sólo rememorar con nuevos añadidos, aunque sean reversibles, sus anteriores usos. Queda pues desaparecida la etapa del hotel y la vecindad dejando sólo los dos niveles con que contaba el claustro del convento y completando un tercer nivel con la nueva estructura de metal y cristal que para mí fue una decisión acertada de Mauricio Rocha en cuanto al uso de los materiales y la idea de ésta “cortina” de cristal que deja ver, desde el patio, la estructura del edificio en sus arcos y columnas y, desde la sala de lectura, el patio del edificio y el resto de los corredores. Caso contrario el de la fachada en la calle de Fiallo, donde creo que a pesar de ser una propuesta sobria y respetuosa del entorno, no deja evidencia de lo que hubo ahí anteriormente y se inserta como un elemento nuevo dentro de la memoria colectiva de la ciudad, a pesar que dicha propuesta fue consensada y avalada por el INAH y el Colegio de arquitectos del Estado.

El diseño de la plaza de acceso al interior de la manzana le da un toque de privacidad ya que aisla al conjunto de los ruidos exteriores y genera un espacio de transición agradable al resto de los edificios que rodean el inmueble. El tratamiento de las instalaciones me parece acertado puesto que el paso de todas ellas se concentra debajo de los pisos interiores y las pavimentaciones exteriores, logrando así una unidad en los elementos del inmueble que no se verán afectados ni estética ni estructuralmente. El nuevo uso es interesante, para un estado como Oaxaca que cuenta con la mayor parte de lenguas indígenas del país, aunque ignoro sinceramente si se realizó un estudio para determinar si es una de las necesidades prioritarias en la infraestructura de la ciudad.

Queda para la reflexión esta idea del compromiso y el trabajo conjunto de diferentes disciplinas e instituciones para el rescate del patrimonio cultural y por supuesto, hasta qué punto los acuerdos entre estos actores influyen en el rescate o pérdida de nuestra memoria histórica.

Aun así, en ambos casos, por un lado el Museo Textil, y por otro, el Centro Cultural San Pablo, podemos notar el interés de Fundación Harp Helú por esta valoración y reivindicación de nuestro pasado indígena y su legado. En palabras de Sebastián van Doesburg: “Este será un lugar que se dedique a reflexionar y entender mejor la complejidad y profundidad de la herencia indígena, que en Oaxaca se siente por todos lados”.

Referencias Bibliográficas

  • Ignacio González Varas en Conservación de Bienes Culturales. Teoría, historia, principios y normas. Edi-torial Manuales Arte Cátedra, Madrid, 2008.
  • “Máster en Restauración y Rehabilitación del Patrimonio” en Historia de la Restauración, Orígenes y Desarrollo.
  • “Carta de Cracovia” Principios para la Conservación y Restauración del Patrimonio Construido, Año, 2000.
  • Revista Arqueología Mexicana, “La Mixteca”. Publicación Bimestral marzo-abril de 2008, Volumen XV Número 90
  • “Fray Francisco de Burgoa” en Historia de la Provincia de San Hipólito de Oaxaca, del Orden de Predicadores, Villa de Antequera, 1670.
  1. Revista Arqueología Mexicana, “La Mixteca”, publicación Bimestral marzo-abril de 2008, Volumen XV Número 90.

  2. Fray Francisco de Burgoa en Historia de la Provincia de San Hipólito de Oaxaca, del Orden de Predicadores. Villa de Antequera, 1670.

  3. http://www.museotextildeoaxaca.org.mx/museo/historia_museo_textil.htm

Frases
Xicoténcatl Cortés Estillado

(Oaxaca de Juárez, 1980). Es arquitecto, maestrante en Reutilización del Patrimonio Edificado por la UAM y es miembro del equipo editorial de la revista de arquitectura y diseño FACDEARQ.

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