Columna Semanal
14 de agosto del 2018

No pretendo radicalizar mis opiniones, sólo deseo poder darle otro enfoque a la óptica que la ciudadanía ha optado es la mejor: enajenarse por un vislumbre de esperanza producido por los resultados electorales. Tal vez sería válido si como ciudadanos nos involucráramos más, pero el problema de esta enajenación que ha caído en un fanatismo mal logrado ha traído como consecuencia esta fatiga colectiva de la sociedad en masas. Nos regodeamos en los hechos, deseamos saber más sobre el mundo y nuestro país; nos produce un cierto placer ver el caótico panorama que se dibuja en el ocaso de las partidocracias conservadoras, trayendo consigo la oscuridad que nos abruma con el cambio que se asoma en el horizonte, quitando los usos y costumbres de raíz; ya sea en la política o en la sociedad. En México las raíces se han encarnado al sentimiento “nacionalista” forjándonos como un ser que está a la espera, alerta de cualquier novedad para regodearse en lo fáctico; es ahí donde la problemática nacional entra: la mayoría de medios, usos, costumbres, están ampliamente relacionados con la exhibición de la realidad y no mayormente con su transformación; se ha pasado del ser a un ente social que se regodea en una metafísica obsoleta y sin fuerza vital que sólo produce un sentimiento vano disfrazado de placer, en el que se esconde la conformidad. La fatiga colectiva entra en acción cuando los engranajes de la cotidianidad burda y laboriosa accionan la bala de la ignorancia, ya sea intelectual o económica. Esta bala perfora una de las arterias de la nación, haciéndola desangrar poco a poco, primero el petróleo que aportando más de un billón y cuarto a la economía nacional, fue vendido al mejor postor bajo el sofisma de “contratos a iniciativas privadas” para de esta forma abrirse al mercado globalizado; ahora la muerte se reafirma con la apertura de “contratos a iniciativas privadas” para el agua potable que se lleva a zonas donde hay petróleo o minerales, gastando enormes cantidades de ésta; la economía nacional se desangra poco a poco.

El concepto de humanismo se ha desgastado tanto que en la actualidad el imperativo categórico de la mayoría de la población se rige sobre las bases de la disgregación social, generando rencores sin motivo y problemas sin causa. Espero no caer en la tediosa proposición de una metafísica social o individual, que con las formas de vida “modernas” se ha prestado a un sentimiento enfermizo de filantropía por un compromiso de aceptación social y no por una causa real de altruismo. Es ahí en donde el individuo pierde la fuerza vital para poder comprenderse a sí mismo y por ende, de hacer comprender a los demás de lo que piensa; y así poco a poco las pequeñas piezas que conformarían una “verdad” lo más apegada a la realidad que el individuo y la sociedad viven se van desintegrando gracias a la fatiga que es resultado del miedo a pensar y expresar la idea. Con la dinámica y gramática del pensamiento en alto, el individuo deviene en sociedad en masa, conformando una psique de rebaño: predecible y sumisa.

Pero ahora lo importante es que después de tanto tiempo la iniciativa mana de la ciudadanía y no de los gobernantes. Aunque haya sido producido por un panorama dramático, se ha logrado consolidar el poder del pueblo: la democracia. Lo importante es poder reconocer el asomo de un despertar en la ciudadanía para exigir la justicia que una nación tan pisoteada merecía hace décadas. Merecemos este reconocimiento. Consolidada la conciencia social, faltaría menos que conocernos a nosotros mismos, ahí las bases para generar un bien individual y después uno social.

Kozzobi Sampedro Alonso

Nació en Oaxaca en el 2000. Estudió en el COBAO. Intenso lector y amante del café.

Fotografía de Kozzobi Sampedro Alonso

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