En la noche del pasado jueves 7 de septiembre de este año, se vivió un terremoto de 8.2 grados Richter con epicentro en Chiapas, el sismo de mayor intensidad en la república mexicana del último siglo. Un sismo que generó confusión y desasosiego entre los habitantes de diversos estados, de los cuales Oaxaca fue el más afectado; con una cifra de setenta y seis fallecidos, ochocientos mil damnificados en 41 municipios y cientos de estructuras públicas y particulares que han mostrado daños parciales o totales de su infraestructura. En el Istmo de Tehuantepec, el 80% de sus habitantes se encuentran damnificados; Juchitán es el mayor ejemplo de la terrible imagen que dejó este terremoto. El Gobierno Federal ya inició el envío de ayuda humanitaria a las diversas entidades afectadas. Sin embargo, toca preguntarnos: ¿Qué ha hecho el gobierno oaxaqueño para alertarnos sobre un evento que puede provocar terribles consecuencias? La respuesta no pudo ser menos que indignante.
Entre los años 2010 y 2011, el Gobierno Federal invirtió conjuntamente con la Ciudad de México, 255 millones de pesos en la modernización del Sistema de Alerta Sísmica Mexicano, y la adquisición de aproximadamente 88 mil alertas, éstas últimas serían repartidas a lo largo de las zonas de mayor amenaza en el país. El estado de Oaxaca recibió, desde 2012, seis mil de estos radios de alerta. El 60% nunca se distribuyó y aún se encuentran en bodegas; el 40% restante sí consiguieron ser repartidos, pero solamente en la capital del estado y en las zonas aledañas. Por lo que las demás regiones del estado se encuentran sin un mejoramiento en el sistema de alerta sísmica, dejando así a poblados como Juchitán –donde sus habitantes siguen lamentando la muerte de decenas de familiares y amigos–, sin poseer si quiera uno de estos equipos. Sumemos el hecho de que la gran concentración de las alarmas en una zona cercana a un epicentro produce un tiempo más reducido para alertar a la población del movimiento tectónico. No sería raro que, si un epicentro se ubica en la capital del estado de Oaxaca, gran parte de las alarmas no darían el tiempo suficiente para desalojar una infraestructura.
En enero del presente año, el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES) dejó de prestar sus servicios de mantenimiento al Sistema de Alerta Sísmico de Oaxaca (SASO) debido a una deuda de 22 millones que dejó la antigua administración de Gabino Cué. Abandonó las Estaciones Sensoras en 7 de las 8 regiones de Oaxaca, siendo Valles Centrales la única región donde el sistema de alerta puede “funcionar correctamente”. ¿Qué pueden hacer frente a un temblor aquellas poblaciones sin ningún medio de prevención y con una escasa educación para responder a estos eventos?
Oaxaca está en una situación precaria en su Sistema de Alerta Sísmica a pesar de ser unos de los estados con mayor actividad en movimientos de placas tectónicas. Ante esto ya se ha despedido de su cargo a Armando Bohórquez como Coordinador Estatal de Protección Civil, debido a la mala distribución de las alertas sísmicas. Se asegura que ya ha comenzado una investigación al gobierno de Gabino Cué debido a la gran deuda que existe con el CIRES y la falta de mantenimiento en las Estaciones Sensoras de Campo. Sin embargo, el daño ya está hecho. El ambiente en Oaxaca es frío y tenso. Muchos habitantes siguen llorando por tantas vidas que se llevó el pasado terremoto del 7 de septiembre, personas que no pudieron salir de su hogar o si quiera avisar a sus familiares. Ojalá que debido a estos acontecimientos se promueva la inversión de un buen Sistema de Alerta Sísmico que realmente funcione como debiera a lo largo del estado, y que no solo sea una simulación fraudulenta.