Columna Semanal
06 de abril del 2016

Tenía veinte años cuando me encontré con el cuadro y, aunque no sabía de pintura, hubo una especie de conexión, sin saber por qué, se volvió mi favorito.

Y la sensación que me provocó desde la primera vez aún la sigo manteniendo; ahora, que continúo desconociendo de pintura, me mantengo contemplándolo de la misma manera. Arriba está la luna que provoca el enroscamiento de las olas. Una pareja parece estar en un tipo de barca; acostados en medio del mar, a la deriva. La mujer está dormida, despreocupada, como si se sintiera protegida o estuviera acostumbrada a estar en el naufragio. Mientras, el hombre tiene los ojos abiertos, está despierto, con insomnio, ansiedad o preocupación, y eso se confirma por la posición de sus manos entrecruzadas. Parece que van a ser arrastrados por una gran ola. El movimiento del pincel transmite un movimiento trágico, cada pincelada es un golpe de ola, un torbellino; incluso las montañas del fondo, en la parte de arriba, a la izquierda, parecen sufrir la fuerza del viento. El espacio es como un remolino que no contiene, sino que disuelve.

Cuando me di cuenta que el cuadro tenía dos nombres: La tempestad y La novia del viento, decidí investigar más. El autor es Oskar Kokoschka (Austria 1886-1980) y además de ser un gran pintor del expresionismo, es­cribió ensayos, poemas, obras de teatro y artículos. Por lo regular conocer la historia de un cuadro modifica la percepción de la pintura. Sin embargo, con La novia del viento no ocurre así, únicamente aumenta la sensación que provoca. Porque el cuadro habla sobre una historia de amor y, como todas las grandes historias de amor, termina en tragedia.

En realidad es un autorretrato de Kokoschka y la mujer de la pintura se llama Alma Mahler. Ella era una de esas musas que conmovió a una generación entera. Elías Canetti la definió como una cazadora de trofeos. Estuvo casada tres veces y tuvo varios amantes durante esos matrimonios. Gustav Klimt y Kokoschka fueron algunos de ellos. Su nombre de soltera era Alma Marie Schindler, pero se le conoce más por el nombre que tomó de su primer matrimonio, con uno de los grandes compositores de la música, Gustav Mahler, casi veinte años mayor. Ella también componía, dicen que era tan buena como Mahler, pero lo abandonó cuando se casaron y se dedicó a cuidar a sus hijas. También se dice que el Adagietto de la sinfonía número 5 de Mahler, era un retrato musical de Alma que él le compuso.

En 1915 se casó con el arquitecto alemán, fundador de la Bauhaus, Walter Gropius, a quien conoció antes de la muerte de Mahler, y con el que mantuvo una relación adúltera, y esto lo supo el propio Mahler. Su matrimonio duró sólo dos años, ya que en 1917 conoció a su gran amor, el escritor, candidato al Nobel, Franz Werfel, con quien vivió en California hasta 1945, año del fallecimiento de Werfel. Pero en el intervalo entre la muerte de Mahler y su matrimonio con Gropius, conoció a Oskar Kokoschka. Ella tenía 33 y él 26, y lo primero que pensé fue: lo cha- maqueó. Su relación duró tres años y durante ese lapso él pintó algunos cuadros de ellos y le escribió 400 cartas desesperadas.

En la primavera de 1913 viajaron a Italia, Nápoles, y se hospedaron en un hotel para ver la bahía en el monte Vesubio. Mientras se quedaron ahí hubo una tormenta que arrastró un barco a la orilla de la playa. El recuerdo de proteger a Alma mientras estaban acostados y la tempestad pasaba durante la noche, se quedó impregnado en la memoria de Kokoschka. Por eso uno de los dos nombres del cuadro es La tempestad. Ese año Alma le hizo una propuesta: si lograba pintar una obra maestra, se casaba con él. Kokoschka, por supuesto, aceptó y comenzó a crear una obra que mostrara para siempre su amor. Pero para hacerlo, y para poder distinguir más los colores, pintó de negro su estudió y se encerró ahí. Alma encontró eso medio perturbador y decidió no verlo con tanta frecuencia.

Su relación era muy inestable y se alternaron buenos momentos con otros tormentosos. Él era muy celoso, por las noches se quedaba afuera de la casa de Alma para ver que nadie entrara. Nunca confió en ella. Alma estuvo embarazada de Kokoschka, pero lo abortó. Y él nunca lo olvidó ni la perdonó, aun así la relación continúo.

El cuadro lo terminó en diciembre de 1913. Pero mientras pintaba, los sentimientos de Kokoschka fueron cambiando. En los primeros dibujos estaban abrazados y agarrándose las manos. En el cuadro final no. Él está con las manos entrelazadas. Al principio también la composición del cuadro era rojo. El estado de animo del cuadro era rojo. Y al concluirlo no pareciera que estén juntos, más bien parece el principio del adiós. Por eso cambió los colores a azul y gris, aunque si se observa de cerca, en los ojos, oídos y piernas se logra percibir el rojo. El cuadro es triste pero no deja de ser bello.

Para Alma La tempestad es una imagen romántica.

Y decía que Kokoschka la dibujó acostada contra él, confiada, pidiéndole ayuda, en medio de una tempestad y enormes olas. Y que él muestra un rostro irónico, pero irradia energía para calmar las olas, para protegerla, como un guardián.

El otro nombre del cuadro, el más famoso, La novia del viento, es parte de un verso del poeta George Trakl, quien llegó a visitar a Kokoschka cuando terminaba de pintar, pero no dijo nada, sólo se sentó a verlo en la habitación oscura y en ese momento escribió el poema “La noche”; estos son parte de los versos: “Sobre riscos negruzcos/ se lanza, ebria de muerte/ la ardiente esposa del viento”.

En 1914, cuando la relación terminó, Kokoschka se enlistó en el Ejército y fue a la I Guerra Mundial. Pero regresó a casa porque lo hirieron, al parecer de un balazo en la cabeza. Sobrevivió a la guerra y esos recuerdos lo atormentaban, pero no tanto como el recuerdo de Alma Mahler.

En 1918 le escribió a la diseñadora Henri Moos para que creara una muñeca similar a Alma Mahler, en tamaño y medida, la muñeca incluso debería tener las partes feme­ninas. Y aunque tardó un año en llegarle, y lo decepcionó bastante, él trataba a su muñeca como su pareja: la vestía elegantemente, la pintó en algunos cuadros y, según los periódicos, hasta la llevaba a la opera.

En 1919, Alma Mahler se reunió con un mensajero de Kokoschka, que le pedía tuvieran algún tipo de contacto nuevamente. Pero ella se negó porque sospechaba que él ya vivía con otra mujer. El mensajero no lo negó, pero tampoco le aclaró que la mujer con quien vivía era la muñeca. No hubo una reconciliación.

Ese mismo año la relación con la muñeca terminó. Oskar organizó una fiesta en Dresde como despedida. Y al final, borracho, fue al jardín y rompió una botella de vino con la que decapitó a la muñeca. Algunos vecinos vieron la escena y llamaron a la policía. Los policías llegaron esperando encontrar a una mujer ensangrentada o alguna escena del crimen. Kokoschka dijo que sí, efectivamente, se había tratado de un asesinato.

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