Oaxaca
21 de febrero del 2017

El conocimiento es poder, pero no todo poder es conocimiento, y de ahí derivan, prácticamente, los infortunios de la cultura.

¿Cómo podemos hablar de la literatura oaxaqueña, si la actual literatura -la más significativa de los últimos años- se ciñe a unos cuantos autores, que en su mayoría no pertenecen a las raíces míticas de los pueblos indios? Hablar, entonces, significa proponer. A la literatura de Oaxaca, desde la estética, le falta proponer. Sus escasos escritores, a lo mucho, han llegado a realizar textos que en sí mismos no trascienden el triste provincianismo (salvo el caso de José Vasconcelos).

¿Existen en Oaxaca escritores dignos de mención? Los escritores oaxaqueños son escritores de ocasión y de pedido (en su mayoría, escritores de periódicos y revistas locales); sus frases están llenas de alcohol y sexo, de burdel e ignorancia. No saben escribir, ni les interesa escribir bien. Si los pensamientos, la poesía, las ideas, la crítica y el juicio, duermen -en Oaxaca- en la conciencia anémica de un niño, se debe a la comodidad de nuestras inquietudes, a la falsedad de nuestro orgullo, a la reprobable falta de honor para sostener la verdad de las palabras con los hechos. A la obesidad de nuestras costumbres le podemos sumar la poca afinidad que existe por parte del Estado para producir, buscar o interesarse por sus creadores. La buena educación hace un buen estado, y el fomento del pensamiento y la literatura es deprimente. El conocimiento es poder, pero no todo poder es conocimiento, y de ahí derivan, prácticamente, los infortunios de la cultura. ¡Oh, qué grande es la tristeza y el tedio al no tener grandes hombres en nuestra patria y buscarlos en otras!

La educación que el propio artista debe imponerse para sí mismo es falsa, inútil y grosera. El Estado oaxaqueño gasta más en sus mejores trajes de infraestructura antes que atender su alma: la cultura. Las bibliotecas que pertenecen a sus artríticas manos o están cerradas, o no tienen la calidad necesaria, o sus acervos no son de acceso fácil. Cabe decir que las más bellas bibliotecas que existen pertenecen al ámbito privado. ¿Podemos decir lo mismo de la educación? Los educadores, principalmente, los más gritones y reaccionarios, carecen lamentablemente de lecturas y de imaginación para provocar en la juventud un entusiasmo por la lectura. ¿El que educa necesita ser educado?, y, ¿quién lo hace? La educación o es competitiva o es decadente, y es por eso que es ahí donde descansan, precisamente, los valores.

El peor de los amigos es aquel que nos adula para ahorrarse la pena de asistirnos. En el culto por la cultura mediocre, abundan los aduladores. Ni el político ni el poderoso gustan de la crítica, cuando es en ella donde reside todo crecimiento y belleza, ni tampoco aceptan a su lado un cerebro que no se subordine a ellos. Por eso, podemos ver, que la clara separación que existe en la política actual es la de odiar a todo aquel que piensa y que no está de acuerdo con sus fines; cuando la política y el político tienen que guiar, en esencia, de la mejor manera posible a la sociedad (los eventos que promueven -culturales, masivos y estériles para el pensamiento- mantienen al vulgo satisfecho) por medio de la cultura. Existe, y no hay que negarlo, una alergia por parte de los servidores públicos a la crítica. El crítico si no es silenciado por los medios y por las mismas instituciones, es sobajado por la postura del poder. En ocasiones, un buen manojo de billetes, un buen empleo burocrático sirven para doblegar las desnutridas conciencias críticas. Por otra parte, podemos reprocharles a esos decadentes la escuela que hicieron. El autoritarismo y el patriarcalismo, principios básicos de los hábitos oaxaqueños, no permiten abrir una brecha de luz y conciencia. Por otra parte, la figura del trepador es aquí algo que merece ser resaltado porque encarna muy bien la figura del artista opacado, apagado. El aprendiz de escritor, apenas ve una oportunidad de tener poder, se lanza como un poseso a abrazarlo, y con ello se subordina y degrada.

El artista: el pintor, el músico, son dos elementos muy nombrados. Sin embargo, en pintura las copias no son ya los estilos, sino la misma impronta de desear posicionarse a como dé lugar en el mercado. Podemos dar un paseo dominical y ver en los diferentes museos de la ciudad al mismo autor. Los músicos que se presentan los domingos en la catedral son tan poco vanidosos que les parece una pedantería tener que ir más allá de la repetición: no crean.

Al parecer el arte no pide tanto. La mayor parte de los escritores oaxaqueños no tienen propuestas. Las mejores novelas que se escribieron en Oaxaca y sobre Oaxaca se deben a plumas extrañas. Hacer un panorama es querer hacer de un vaso de agua un océano. Sin embargo, no podemos echar de menos el hecho de que existan escritores, y que su ímpetu es permanecer a toda costa, ya sea una u otra generación. He aquí el trabajo de estos hijos del pueblo.

No hace menos de siete años que la cultura en Oaxaca ha ido dando nuevos rostros, promesas que no prometen nada. Sin embargo, a diferencia de generaciones anteriores, esta nueva juventud pretende, de la forma menos humilde, derribar todos los falsos ideales y cortar la cabeza de los inservibles egoístas: posicionarse en el centro de la escena es su mayor ambición. La generación de la que hablo, es una generación que no se identifica con nada; pero el sueño de estos escritores es poder escribir algunas páginas dignas, y para eso, se entrenan leyendo en las bibliotecas y asisten a talleres literarios con el sueño de mejorar su prosa y de escribir reseñas dignas de ser atendidas. Por otro lado, podemos encontrar que el impulso de esta generación no es precisamente la renovación de la moral o la ética, sino la sobrevivencia en este mundo hostil y vanidoso: el arte.

El genio, como la virtud, se cultiva y gran parte de esta generación emigró a realizar sus estudios a otras partes del país, pensando que así el nacimiento de una nueva época está por venir. Oaxaca tiene un fondo mágico. La gran diversidad de climas, culturas, tradiciones, sorprenden. Tiene, en el buen sentido de la palabra, un impulso nato para el arte: el impulso festivo, carnavalesco: florido y fáunico (presencias ancestrales). ¿Por qué en una tierra tan beligerante -como lo demuestran ciertos pueblos- no se escriben tragedias?, o ¿por qué no existen filósofos? Incluso podrían romperse los esquemas de hacer arte. Detenerse a pensar es un suicidio.

Los eventos más interesantes siempre provienen de las personas más interesadas, más interesadas quizás en lograr un cambio. ¿Cambio de qué? ¿De la renovación de la cultura? Es así como en Oaxaca existen eventos para mantener el fuego prometeico. Un paseante atento puede identificar en su viaje una gama de oportunidades para distraerse y asombrarse, dicho sea de paso, ¡con el arte!

Pero ante el pesimismo mostrado en las líneas anteriores, cabe decir que en esta pieza del rompecabezas del mundo, Oaxaca y sus creadores siguen trabajando. Y sería muy tonto decir que sus plumas no han trabajado. De ahí deducimos las antologías de creadores oaxaqueños: Cartografía de la literatura oaxaqueña actual (2007), que en su publicación albergó “veinte narradores, nueve en-sayistas y veinte poetas: tal fue el censo de la primera Cartografía, mientras que esta nueva edición (Cartografía de la literatura oaxaqueña actual II) cuenta con proporciones distintas. El número de cuentistas aumentó a veintitrés, quienes sumados a los nueve novelistas resultan treinta y dos propuestas narrativas. El género ensayístico representa el único caso en la que cantidad de participantes se redujo a seis. Por su parte, el número de poetas incluidos aumentó ligeramente, a veinticuatro1”. Podemos decir, entonces, que en vez de nombres nuestra literatura se cifra en números. En esta antología -como en la anterior- se reúnen escritores consagrados, con trayectoria y con obra publicada, como también jóvenes con talento. Existen también, una diversidad de antologías que reúnen especialmente a poetas, que constituye, como se ha dicho en el medio, también un círculo literario. Nadie permanece, de alguna manera, en el margen. Entre otros detalles, la impronta Universitaria (iihuabjo) abrió hace dos años el área de Humanidades: Historia, Literatura y Filosofía, y este año la Licenciatura en Teoría del arte. Los talleres, como las bibliotecas, como el autodidactismo son, en el caso oaxaqueño, el desarrollo literario.

Abelardo Paz

(Oaxaca, 1988). Radica en Oaxaca.

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