Oaxaca
21 de febrero del 2017

Quien desconoce su historia no sabe quién es. En el mejor de los sentidos, la vida y la escritura de Julio Ramírez son consecuentes con esta sentencia. Malabarista del tiempo, es poeta, narrador, ensayista, promotor y periodista cultural. Desde 1987 coordina el Taller de creación literaria de la Biblioteca Pública Central de Oaxaca, edita y dirige la revista y el Fondo Editorial Cantera Verde. A partir de 1992 coordina el Encuentro Internacional de poetas, narradores, promotores, editores y distribuidores Hacedores de palabra. Incansable, Julio Ramírez ha dedicado los últimos veintiséis años de su vida al quehacer literario en su venerada Oaxaca; donde nació al amparo “... de una familia de amorosos bárbaros”, un 27 de febrero de la década de los cincuenta, claro está, bajo el signo de Piscis.

La labor formativa de Julio Ramírez ha jugado un papel determinante para las letras en Oaxaca, pues, si bien no es la única propuesta, sí ha sido la de mayor permanencia, continuidad y proyección. Ha abierto canales para que las expresiones artísticas alcancen a sus destinatarios no sólo dentro de nuestro Estado sino en el resto de la República y en otros países como Cuba, Argentina, Chile y España. Un gran número de entusiastas creadores han desfilado con su escritura por la sala de usos múltiples de la Biblioteca Pública, sábado tras sábado. A algunos se les acabaron las historias, se les secó la poesía. La suerte de otros es distinta: Víctor Armando Cruz Chávez, Araceli Mancilla, José Elías Bautista, Leonardo Rueda, Enrique Velásquez, Luis Enrique Sabino, Pilar González Basteris, Omar Fabián, Israel García Reyes, Bertha Cenobio, María de Jesús Velasco, Fidel Luján, Ramiro Pablo Velasco, Askari Mateos, Angel Morales, Enna Osorio, entre tantos otros. Actualmente, al taller asisten caras nuevas al lado de otras menos mozas. Julio Ramírez sigue apostando a favor de los creadores jóvenes de nuestra entidad.

Enna Osorio

Los escritores recurren a la memoria para rescatar lo más valioso y esencial de su experiencia de vivir. “No se puede escribir con autenticidad de lo que no se conoce”, te he escuchado advertir una y otra vez a jóvenes creadores. ¿Cuál es la importancia de la memoria para tu escritura?

Julio Ramírez

Mi postura frente al material de los recuerdos tiene tres caras: la del narrador, la del poeta y la del dramaturgo. Son tres planos y tres tonos diferentes. Creo ser un poeta de tierra, un hombre común. Veo las cosas que me rodean, la familia que me acompaña, mi nueva familia, lo familiar en el espacio donde estoy, y acerca de esto escribo. Así llego a la parte íntima del descubrimiento con la palabra, sin complicar el lenguaje, sin hacer retórica porque quiero tocar lo real.

Cuando estoy en el trabajo narrativo dejo al poeta. Creo que en la prosa vuelco más de mis memorias; como sucede en la novela En la estación se apearon los que vienen, la cual comencé a escribir hace varios años y cuyos fragmentos se encuentran diseminados en revistas como Fronteras, Cantera Verde, Tierra Adentro y otras tantas. Aún está inconclusa y no sé si la terminaré. No he unido todas las partes, pero la historia se ha urdido porque es la misma. Responde, como primer motor, a una parte real y, por necesidad, a la ficción. Hay que “ficcionar” porque muchos detalles deben ser interpretados. En el caso de mi bisabuela, por ejemplo, he enfrentado varias versiones sobre un mismo suceso, he confiado en los relatos de mi abuela y me he dedicado a llenar los huecos que el olvido va dejando. Así emigro de lo real a lo literario. En esta novela reconstruyo mi pasado para evitar perderlo. Hablo mucho de Oaxaca, de sus cambios en el tiempo, pues la gente que no sabe del pasado y sus detalles resta valor a lo que hoy tiene, se empobrece.

El tío Zaachila tenía el bigote cuidado, un gesto prepotente de cacique, el amor puesto en medio de las sienes y, entre sus preferidos, un caballo blanco, de larga crin, brioso, garañón.

Llegó hasta la catedral, en pleno centro.No le inmutó lo imponente del edificio, ni el cura despidiendo a la feligresía en la entrada frontal, después del ángelus, ni los adustos bombines, ni las olaneadas faldas. Desde los añosos álamos azuzó a su animal, después de sentir fuerte el bello traje de charro, liberó el broche del carcaj de la pistola, avanzó a su objetivo y, tomando por el delgado talle a mi bisabuela, la echó a lomos del brioso palomo, la apretujó contra su recio pecho y partió a todo galope por donde había venido.

Ella no opuso resistencia.

Apenas faltaría, tal vez, una treintena de años para concluir el siglo diecinueve.

Como verán, provengo de una familia de amorosos bárbaros.

En mi casa se cultivó la tradición de contar, narrar; tradición que se ha perdido. Mi abuela Adelaida nos ‘cuenteaba’ a los nietos historias y aventuras sobre su vida y el origen de nuestra familia. Tuve una tía que narraba a detalle batallas enteras de la Revolución Mexicana. De ahí mi pasión tan alta con la narrativa.

El juego del hombre y de las cosas, por ejemplo, es un monólogo que escribí a partir del recuerdo de mi abuelo y de ciertas condiciones familiares. Sin embargo, al escribir teatro, este material sirve de pretexto para generar situaciones de tiempo, espacio y emociones; no constituye la trama de la obra en sí.

Enna Osorio

¿Procuras a tus fantasmas, crees en los aparecidos?

Julio Ramírez

Todos estamos llenos de fantasmas, son los mismos recuerdos que iluminan y llevan a escribir. Durante la niñez ese mundo etéreo se alimenta. Es toda la educación que te imbuyen en tu casa: El ángel de la guarda te acompaña, pero no caigas en pecado porque si te portas mal está el infierno. ¡Cuidado con el Coco y la Llorona! Así vas llenando tu cabecita de muchas cosas que, multiplicadas por la fantasía, te colman de sombras. Luego están las pláticas de los adultos, las cuales escuchas a medias, los relatos de la familia a la sombra de un árbol. A estos fantasmas posibles la imaginación les otorga el vuelo.

En la primaria todos nos referíamos historias de visiones y ruidos de ultratumba. El noventa por ciento era mentira, creo yo. Lo más importante estaba en ser el primero y el mejor al relatar el suceso espeluznante. En mi casa, mi abuela o mi madre platicaban “lo que por ahí se dice y se escucha”. Además, la casa donde vivíamos era muy grande, con muchos árboles y sombras. Todo allí era un fantasma.

Considero que la modernidad ha matado a los fantasmas con tanta información y tanta búsqueda de certeza. Y, aunque no todo lo expuesto por los noticieros y las redes sociales es fiel a los hechos, la velocidad y la crudeza con que la información fluye acotan los espacios de la imaginación. Con esta suerte, ¿quién necesita fantasmas?

Enna Osorio

Adelaida, tu abuela materna, es un personaje recurrente en tu escritura. A ella le dedicas “Volar del nido”, la última parte de tu poemario Cantos para dormir a un lobo y a otros bichos. ¿Qué sustancia poética incubó Adelaida en el niño Julio?

Julio Ramírez

Mi abuela vivió con mi madre y conmigo en la Ciudad de Oaxaca. Ella era la memoria de la familia. Con gran elocuencia y libertad abordaba cualquier tema, hasta del sufrimiento hablaba. Con sus trenzas, su rebozo de seda y la piel tostada de sol que tomó la tonalidad de su entorno, me envolvió. No estoy claro sobre su lugar de nacimiento, pero sé que algunos miembros de la familia se fueron quedando en la Sierra Juárez, y allí creció ella.

Mi madre nació cerca de Tlacolula, pues siendo mi abuelo Luis médico legal, con frecuencia lo cambiaban de pueblo. En donde habitara, él era doctorcito, maestro, santón y bohemio. No tuve la suerte de conocerlo físicamente, pero llegué a leer algunos de sus manuscritos de poemas que la abuela me compartió. Para ella yo era su vivo retrato, su reencarnación. Para mí, el abuelo Luis es el mito, mi fantasma tutelar.

Enna Osorio

Es notoria la ausencia de tu padre y de su familia en tus narraciones y poemas. ¿Cuál es el motivo?

Julio Ramírez

A mi familia paterna la desconozco. Mi padre falleció cuando yo contaba sólo dos años de vida. Sé que son de la Ciudad de México, pero el vínculo se rompió con su muerte y nadie procuró la cercanía. A veces siento coraje por su ausencia, aunque él no tenga la culpa; es que me dejó muy pronto.

Enna Osorio

Muy joven partiste a la Ciudad de México. Allá tu formación literaria cobró consistencia y la edad adulta te alcanzó. La experiencia que adquiriste en ese periodo, junto con la que sigues acumulando, es la riqueza que compartes amorosamente con Oaxaca. Por favor, cuéntame sobre esa larga y nutrida etapa de tu vida.

Julio Ramírez

Mi abuela falleció y con su ausencia los miembros de la familia se diseminaron como perdiendo el centro. Sentí mucho esa muerte y me fui a la Ciudad de México, donde coincidí con los creadores y maestros que fungieron como mi otra familia: la literaria.

La literatura es mi traje de todos los días, nací con ella. En Oaxaca pertenecí al grupo de Poesía Coral, poesía en movimiento, dirigido por la maestra Arcelia Yañiz. Un día llegó a esta ciudad Guillermo Fernández -adorado maestro que en paz descanse- y doña Arcelia me lo presentó. Él me demostró que yo no sabía nada de literatura. Cuestionó mis lecturas por no estar acorde con mi tiempo y me recomendó a poetas como César Vallejo, Czeslaw Milosz y Saint-John Perse. Me enseñó otra imagen del mundo de la poesía y pude definir con claridad mi pertenencia a ese mundo. Antes me sentía escritor porque tenía el reconocimiento de la gente en Oaxaca y porque había ganado algunos premios nacionales para jóvenes escritores.

Llegué a la Ciudad de México como buen soñador novato: “Quiero conocer a todos los escritores y que me conozcan. Soy una promesa. Ya he publicado en el Oaxaca Gráfico, en El Imparcial y traigo varias cartas de recomendación. Vengo a triunfar”. Ingresé a la Universidad Autónoma de México para estudiar la Licenciatura en Letras Españolas. Por supuesto, nadie se inmutó con mi arribo y las necesidades diarias menguaron el contenido de mis bolsillos; ya sólo me quedaban cartas de recomendación para comer. Busqué a Margarita Dalton, quien me ayudó a encontrar trabajo. También busqué a otras personalidades que había conocido en Oaxaca, como Carlos Monsiváis y Rufino Tamayo. Y es que uno es muy intrépido o crédulo, las dos cosas. Tamayo fue muy amable hasta que me corrió Olga, su mujer: “No venga usted a quitarle el tiempo al maestro”- y me acompañó a la salida de su casa.

Margarita Dalton me dio uno de los mejores consejos entonces: “No tengas prisa por relacionarte con escritores. Mantente tranquilo, sólo es gente. Estudia, trabaja, dedícate y comprométete con tu vocación. No busques el protagonismo. En este oficio ser alguien cuesta mucho trabajo, cuesta toda una vida”.

Más adelante conocí a Sergio Magaña, para mí un padre, un ángel tutelar; él me abrió lecturas, caminos, la entrañable amistad con Jaime Sabines y tantos otros. De hecho, viví algún tiempo en su casa. Yo dormía en un sofá de su sala y, una noche, cerca de las dos de la mañana, lo vi entrar a la cocina:

-Sergio, ¿qué haces?

-¿Creerás que olvidé tomar mi pastilla para dormir y desperté expresamente para ingerirla?

Él se levantaba tarde. Antes de procurarse el café y el pan, agarraba un libro.

La ventaja de estar en el Distrito Federal es que la oferta de actividades es basta y se encuentran a la mano. Allí el tiempo rinde para estudiar, leer, ir a presentaciones de libros, a conciertos y, por qué no, a conocer gente, a convivir. No obstante, es necesario elegir a cabalidad las actividades convenientes.

Cuando vives así te llenas de anécdotas. Creo que con el paso de los años me he convertido en un personaje de las mías. Una tarde fui muñeco de ventrílocuo para Ramón Xirau en el Polyforum Siqueiros, donde Octavio Paz, Rufino Tamayo y Salvador Elizondo dictaron una conferencia en torno al surrealismo. Sentado al lado del poeta y filósofo de origen catalán, participé con una serie de preguntas que pusieron en jaque a Paz y a Elizondo. Todo lo que cuestioné destilaba erudición y, por supuesto, me fue dictado al oído por el maestro Xirau. Llegó el momento en que no se me otorgó más la palabra y fui ignorado. Ramón Xirau estaba divertidísimo haciendo su travesura.

En la Ciudad de México, a la cual le tengo una impresionante veneración, viví mucho tiempo. Allá me cobijaron personas muy generosas. También estuve en la casa de Marsha Michael, pintora, madre de Christopher Domínguez. Extraordinaria amiga, ya fallecida, a quien agradezco y extraño.

Por Christopher Domínguez nació en mí el gusto de impartir talleres. De hecho, fue mi primer discípulo; joven, casi niño, escribía espléndido desde entonces. Me exigía leyera sus textos, los corrigiera, le impusiera lecturas. A fin de cuentas, su papá compraba los libros, yo los leía primero y después se los daba a leer. Así ambos estábamos al día en lecturas. Christopher se inclinó más por la crítica literaria. Mi afición empezó a ser, también, la labor formativa, la enseñanza.

Mi vida entonces fue de mucho tránsito: trabajar, escribir para varios periódicos y revistas, emprender proyectos, escribir lo que uno necesita contar. Al final de las jornadas largas iba con mi gente a la cantina, donde coincidíamos todos. Por esos días si ganaba mil pesos al mes era mucho. Sergio Magaña me recomendó con una amiga suya, María Alba Vieira, pues había un puesto vacante de redactor. En un café ella me informó sobre una campaña de publicidad y me pidió un slogan. En ese momento, pensando en las cabezas que hacía para mis notas periodísticas, le propuse cuatro. Alabó mi frescura e ingenio. Al día siguiente le entregué el trabajo justificado. Ella me dio un cheque por tres mil pesos. No supe qué decir, sólo quería ir al banco para cobrar la paga e irme a festejar con mi maestro Magaña y Jaime Sabines. Así, encandilado, entré al poderoso infierno de la publicidad.

Perdí mucho y gané mucho dinero. Me quedé sin tiempo para leer, para escribir. Creaba guiones para comerciales de cine, radio y televisión. Como oficiante este trabajo sirve porque suelta la pluma, te vuelve ágil y preciso. En mi caso fue muy absorbente.

Enna Osorio

En 1974 emprendiste, junto con otros compañeros, la aventura de la revista de arte, testimonio y literatura Encuentro; la cual contó con colaboraciones inéditas de escritores como Margarita Paz Paredes, Juan Tovar, Gustavo Sainz, Marco Antonio Acosta, quien, cabe señalar, cedió para el primer número de la revista las versiones inéditas de dos poemas que antecedieron a las aparecidas en el libro Relación de hechos de José Carlos Becerra. El oficio meticuloso del editor es otra pasión que te mueve en torno a la literatura.

Julio Ramírez

Me gusta el aroma de las tintas de imprenta. En la sangre llevo tinta. Antes de ingresar al primer año de secundaria, durante las vacaciones de verano, entré a trabajar de ayudante en una imprenta. Aprendí a formatear, era tipo movible: letra por letra. Además de escribir, mi deseo abarcó también el campo de la edición.

Encuentro fue mi primera intensión seria de revista y se movió mucho, pero nos robaron el nombre a falta de registro. Los costos de impresión y divulgación eran cubiertos por la venta de espacios publicitarios y por las aportaciones que los fundadores necesariamente hacíamos. La historia de esta revista es la que comparten la gran mayoría de las revistas independientes. Las colaboraciones llegaban porque conocíamos ya a muchos escritores. Además, varios de los integrantes del consejo editorial habíamos asistido a los talleres de Juan José Arreola y Juan Bañuelos. Otra persona que nos brindó sus textos fue Carlos Monsiváis. Su amistad y apoyo continuó con la revista y el Fondo Editorial Cantera Verde. Sólo cuando fui director huésped de Tierra Adentro pude pagar decorosamente a los colaboradores.

Enna Osorio

Te pudiste quedar en la Ciudad de México, salir al extranjero, abrir más puertas. ¿Qué te motivó para regresar a Oaxaca?

Julio Ramírez

El hecho de haber estado con mi madre hasta su último suspiro, el haber apoyado a toda la gente que ha pasado por el taller que desde hace veintiséis años imparto, apoyar a los que vienen: es mi gusto, mi dicha, suficiente motivo.

La publicidad no sólo le restó tiempo a mi pasión literaria, también minó mi vida amorosa. Martha, una mujer brillante y hermosa, era mi pareja. Ella me advirtió que si no dejaba ese trabajo se iría con nuestro hijo. En ese tiempo yo ejercía el puesto de subgerente general en una agencia de publicidad. Mi tren de vida era desquiciante. Viajaba mucho y mi sueldo era tan cómodo que, cuando me reunía con mis amigos, a los cuales nunca dejé de frecuentar, las cuentas de restaurantes y bares eran cubiertas por mí. Martha cumplió su advertencia y se fue a Bélgica con nuestro hijo. Me harté de la publicidad y la vida intensa.

En 1986 vine a Oaxaca para las vacaciones de fin de año. No pensaba aún en quedarme. Viendo la televisión, el entonces canal seis de Oaxaca, reconocí a algunos colegas de mi juventud primera, cuando formábamos parte del grupo Teatro y Poesía en movimiento. La producción de su programa era pobre e improvisada. -Con la falta de recursos se puede lidiar cuando el contenido de la programación se piensa y arma previamente-. Le comenté a doña Arcelia Yañiz, quien me propuso dar un taller de guión y acepté.

Para entonces, Raymundo Gómez Zárate y Ulises Torrentera publicaban un suplemento literario en el periódico Extra, llamado Etcétera. Me agradó mucho. En Oaxaca había gente que leía y estaba escribiendo. México no sabía nada de la literatura producida en el Estado. Fuera de Andrés Henestrosa, Juan Baigts, Gerardo de la Torre, Dionisio Hernández y José Luis Colín, mi tierra no sonaba. Me atrajo lo que descubrí (a la fecha continúa siendo maravilloso el descubrimiento). Gómez Zárate y Torrentera tenían el proyecto de armar un taller abierto y libre; pero era necesaria una cabeza, una guía.

Yo sólo iba a impartir un taller de guión para televisión durante las vacaciones de diciembre. Doña Arcelia anunció que Julio Ramírez coordinaría un taller de creación literaria en la Biblioteca Pública Central. Todavía argumenté que la audiencia sería escasa. No obstante, para la primera sesión llegaron más de veinte personas con sus textos. Con toda seriedad me senté a pensar. Esta era una ventana abierta para volver de lleno a la literatura.

Supe que Sandro Cohen había impartido un taller en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y que había producido Vaso comunicante, revista que, gracias a Ludwig Zeller, volvió por un tiempo con otros números. En la primera época de Vaso comunicante sólo un oaxaqueño fue publicado, lo demás era “refrito”. Me entusiasmé. Era necesario promover a los escritores en ciernes de mi entidad.

Se fueron juntando las causas y en abril de 1987 inició el Taller multidisciplinario de creación literaria de la Biblioteca Pública Central de Oaxaca. José Agustín fue el padrino. Al principio, la pasión nos llevaba a terminar las sesiones a las tres de la madrugada.

En los primeros días del taller me dediqué a impartir un curso. Pero no todos asimilaban la teoría al mismo nivel. La interacción era pobre. Decidí trasladar los conceptos a la práctica. Desde entonces los textos que se comparten reciben un trato imparcial. A todos se les dedica tiempo de lectura, análisis, corrección y sugerencias a detalle. Dentro de una atmósfera de disciplina y respeto, solicito a cada asistente su participación, nadie se salva, pues se trata de aplicar la teoría.

Tiempo pasado, por la misma dinámica del taller, iniciamos con la revista y el Fondo Editorial Cantera Verde. Guillermo Samperio llegó a comentar que cada número de nuestra revista parecía una breve antología, pues el contenido era inédito y reunía voces reconocidas de todo el país junto con las de creadores oaxaqueños y de otras partes del mundo. Cantera Verde ha gozado en trece ocasiones del Programa Edmundo Valadés de apoyo a la edición de revistas independientes.

En 1992 tuvo lugar el primer encuentro de escritores Hacedores de palabras. Desde entonces ocurre cada año. A partir del número diecisiete, en 2008, Hacedores empezó a dedicarse a manera de homenaje a un escritor. En esa ocasión el agasajado fue Raúl Renán. El siguiente encuentro se rindió homenaje a José Emilio Pacheco. José Agustín fue festejado en el 2010. El Vigésimo Hacedores de palabras se dedicó a Gerardo de la Torre y en el 2012 se celebró el veinticinco aniversario de nuestro taller. Se dice fácil, pero para mantener un taller de forma ininterrumpida durante tantos años se requiere de amor, vocación y toda una vida.

Enna Osorio

¿Qué ha sucedido con Cantera Verde? Muchos se refieren al taller y a la revista en pasado, como si estuvieran muertos.

Julio Ramírez

Cantera Verde no ha desaparecido, ha dejado de aparecer. Esto se debe en gran medida al cambio de sistema cultural con Vicente Fox, a quien la cultura era lo menos que le interesaba. Las reglas del juego fueron modificadas y todos los proyectos anteriores se truncaron. Felipe Garrido, quien pertenecía al conaculta, había propuesto que a algunas revistas, como El Centavo de Morelia y Cantera Verde, se hicieran acreedoras a una beca vitalicia para que continuaran publicándose sin pendientes económicos. Con la llegada de gente nueva -con hambre de protagonismo y poder- al conaculta, esta propuesta fue desechada bajo el argumento egoísta de que las revistas que serían beneficiadas ya habían gozado de gloria. Con la cultura no hay que pelearse, pero sucede que hay muchos chamacos veleidosos. Esto siempre ha pasado, generación tras generación, hasta que se comprende que no se debe destruir sino seguir construyendo. Ahora, en Oaxaca la actitud de las instituciones correspondientes no es mejor. Por tal motivo, para dejar de ser tan dependiente de caprichos ajenos, este año inicia la Promotora Cultural Cantera Verde, a.c., la cual cubrirá todos los espacios de cultura, no sólo lo competente al quehacer literario.

Cada sábado, a partir de las cuatro de la tarde, en la Biblioteca Pública Central de Oaxaca, el taller que coordino sesiona desde hace veintiséis años. Tengo vocación por la literatura, por enseñar. Mi vocación es de amor y, en especial, amo a Oaxaca.

Enna Osorio

¿Qué crees que hace falta para que la obra de los escritores que producen desde Oaxaca sea tomada en cuenta en el resto de México?

Julio Ramírez

El problema en nuestra entidad continúa siendo la falta de interés y de difusión por parte de las instituciones correspondientes, y me refiero a las públicas y a algunas privadas. Al no haber una propuesta de apoyo eficiente y continuo a lo largo de los años, los escritores en Oaxaca o emigran o dejan de desarrollarse y caen en el olvido. La vida los va desvencijando poco a poco, los dispersa entre compromisos de la vida adulta, inevitables. Las nuevas generaciones tienen más oportunidades de salir a estudiar, a foguearse; pero es necesario que produzcan obra, que escriban.

Enna Osorio

Tocar el alba (UNAM, 1993), libro de alcohol escrito en servilletas. Allí viertes el corazón de tus lectores para que lo beban sorbo a sorbo mientras se sumergen en la noche. ¿Cuáles son los motivos que alumbra el vidrio de este poemario?

Julio Ramírez

Tocar el alba es un libro de desamor. Lo escribí cuando el amor había pasado y llegó a su final la relación con mi pareja. Si todavía estuviese amando no habría escrito poemas, habría dedicado el tiempo a hacer el amor.

Incurable de David Huerta es un libro que admiro y, junto con Tocar el alba, son los dos poemarios del siglo XX que chorrean alcohol, tema de mis recurrencias. Inclusive en otros libros como Bitácora del solo, aún inédito, hablo mucho de la bebida porque es algo muy cercano a mí y a mis amigos. Funciona como paliativo para abordar la vida desde otros ángulos, desde otra lucidez que se puede hallar, a veces.

Hace algún tiempo, de visita en Salina Cruz, volví a leer mi libro y me estremeció. Lo leí como si fuese de otro. De alguna forma lo que se ha escrito en otros tiempos deja de pertenecerle a su autor. Es resultado de otros momentos, de una sensibilidad diferente. Considero que Tocar el alba es el mejor libro que he publicado hasta la fecha. Tal vez otros están de acuerdo conmigo y por eso es que, de mi breve obra, éste es el que se ha traducido al inglés, al francés y al holandés.

Enna Osorio

En el ritual del vino, aún en compañía de tus amigos, declaras una soledad abrumadora. ¿Por qué no abandonar ese desierto de melancolía?

Julio Ramírez

Mejor pregunta si es posible escapar. Estás en la gran presencia de la literatura, ella es la que no te permite salir. Es celosa y no quiere compartir a los suyos. La creación es un acto de contrición que requiere de intimidad. No se necesita tener público que constate la labor creativa. Cuando se escribe uno está consigo enfrentándose. Afuera se acaba todo. Esta soledad es indispensable para que el poeta confiese y sea auténtico; para que asuma su libertad en la palabra con todos los costos que imponga.

Enna Osorio

¿El escritor que no bebe no es un auténtico escritor?

Julio Ramírez

El alcohol no tiene nada que ver. Hablo de él porque es mi vida compartida con mi gente. Unimos los auténticos vasos comunicantes. Algunos escriben acerca de la cama porque llevan una vida irrefrenablemente sexual, ¡qué maravilla! En mi caso el alcohol es un lugar común que me apetece. Eso no quiere decir que me la paso borracho todos los días. Sin embargo sé que ha sido el hilo conductor entre muchas de mis experiencias. Y debo aclarar que escribir en él no es igual que escribir sobre él. No es posible armar un libro entero en el alcohol.

Enna Osorio

Antes de acompañarte, al fin, con un mezcalito, dime ¿a qué le teme Julio Ramírez?

Julio Ramírez

A mis demonios, pero los encaro para expulsarlos de mis días. Las nuevas generaciones deben desprenderse del miedo. La condición de mi país, la del mundo entero y la vida actual aterran. Antes se podía caminar por las calles, las mujeres adornaban con oro su belleza. Hoy esto es imposible. Los políticos ya no sólo toman lo que les corresponde y un poco más, ahora se llevan todo. La gente vive de nada, a algunos sólo les queda la fe. Por eso es necesario afrontar la vida y lo que está sucediendo. Hay que asumir compromisos, preocuparse por el otro y dejar de ser apáticos.

A veces mi país me desvalida, su realidad golpea muy fuerte. Propongo proyectos que beneficiarán a otros y recibo largas, en caso de que se abra alguna puerta. Al final sólo queda una negativa constante. No acepto la burocracia que tanto ofende. Sin embargo, enfrento mis temores con acciones porque soy todo menos un cobarde. Soy un valiente que sobrevive. Y, Enna, que te quede claro: No doy consejos, sólo malos ejemplos.

Frases
Enna Osorio

(Ciudad de México, 1977). Poeta. Estudió la Licenciatura en Humanidades en la Universidad de las Américas, Puebla. Becada por el fonca en el Programa Jóvenes Creadores 2011-2012. Reside desde hace años en Oaxaca.


Fotografía de Enna Osorio

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