La literatura en tiempos de Twitter suele dejar huellas, en ocasiones, difusas. Trazar un cuadro panorámico de la presencia de los escritores españoles en Estados Unidos es un proyecto que deviene en un esbozo deliberadamente incompleto y que merecería algo más que estas líneas. Siendo España una realidad compleja en lo cultural, en lo lingüístico y en lo político, conviene hacer una serie de salvedades. Este acercamiento se centra en una producción principalmente realizada desde Estados Unidos en castellano o español por autores españoles, si bien algunos de los que se mencionarán desarrollan sus obras también en otras lenguas como euskera, gallego, catalán o asturiano.
No es tarea fácil acotar la existencia de la literatura española en Estados Unidos, en un espacio en el que la sombra de autores latinoamericanos de la importancia de Borges, García Márquez y Roberto Bolaño convive con libros de autoayuda, guías de viaje, manuales de yoga y traducciones de libros de Dan Brown. Ese espacio es algo más que simbólico. Con honrosas excepciones, una visita a una librería estadounidense del promedio suele corroborar la exótica amalgama de tendencias que acostumbran a englobarse bajo el rótulo “Spanish”. En esa sección, asimismo, suelen cohabitar autores españoles de corte muy diverso como Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Carlos Ruiz Zafón y Arturo Pérez-Reverte, que tienen una repercusión global, pero que desarrollan su carrera principalmente desde España.
No obstante, existe una tradición de escritores españoles que llevaron a cabo buena parte de su labor desde Estados Unidos. La nómina es extensa. Durante el siglo XX se podrían citar, entre otros, algunos casos notables como Juan Ramón Jiménez o Francisco Ayala. Las consecuencias derivadas de la Guerra Civil y la prolongación durante décadas de la dictadura franquista determinaron, en muchos casos, el exilio al otro lado del Atlántico. Si bien América Latina fue un destino recurrente, Estados Unidos también recibió a un buen número de intelectuales españoles, entre los que se encontraban muchos escritores. Posteriormente, hay que reseñar el caso de Ángel González, uno de los poetas más importantes de la denominada Generación del 50. Más recientemente, hay que mencionar a Antonio Muñoz Molina, que con una carrera literaria ya consolidada en España, ejerció como director del Instituto Cervantes en Nueva York y, en diferentes etapas, fue docente en diversos programas académicos de la ciudad, y cuya producción incluye un libro como Ventanas de Manhattan.
En la actualidad, podría decirse que la presencia literaria española en Estados Unidos es amplia, pero su visibilidad es variable. Existe, por tanto, un heterogéneo grupo de escritores que desarrollan su labor creativa junto con su trabajo académico desde diversas partes de la geografía norteamericana. En Rochester, Francisco Plata; en Cincinnati, María Paz Moreno; en Iowa, Ana Merino y Martín López-Vega; en Nebraska, Pedro José Vizoso; en Providence, Berta García Faet; y en Philadelphia, Víctor Sierra Matute y, hasta no hace mucho, Mercedes Cebrián. La relación, a pesar de incompleta, puede dar una idea de la repartida presencia española, y la lectura de cada uno de estos autores muestra un panorama que abarca muy diversas temáticas y modos de entender la literatura.
Y, por supuesto, la Ciudad de Nueva York. Las calles que inspiraron obras de Federico García Lorca, Carmen Martín Gaite o José Hierro, entre otros muchos, siguen siendo una referencia fundamental. Al ya citado caso de Muñoz Molina se pueden añadir otros ejemplos de escritores afincados en ella. En esta nómina se pueden incluir casos tan diversos entre sí como el de Almudena Vidorreta Torres, ganadora de diversos premios y autora de poemarios como Lengua de mapa y Días animales; Marta López Luaces, traductora y poeta de amplia trayectoria, y cuya novela Los traductores del viento, tuvo una gran repercusión; y Txemi Parra, actor y guionista que recientemente publicó su primer libro: Los muertos no comen yogures. Asimismo, hay que mencionar a Mar Gómez Glez, autora de La edad ganada, que ha desarrollado su carrera no solamente en Nueva York sino también en Los Ángeles, y cuyas piezas teatrales han sido estrenadas en España y en Estados Unidos tanto en español como en inglés. La dimensión performativa se entrecruza con la práctica literaria y, en esta línea, se pueden mencionar también los casos de Antonio César Morón, Cristina Colmena, Sara Gozalo y Begonya Plaza, que han desempeñado parte de su trabajo en Nueva York a la vez que en España.
Si bien la oferta cultural en español en Nueva York es muy amplia y va más allá de las instituciones y las universidades, cabe señalar la importancia de las mismas a la hora de establecer una serie de espacios de circulación. De esta manera, la sede del Instituto Cervantes de Nueva York aboga por un criterio que intenta aunar aspectos culturales que reflejen parte de la diversidad del mundo hispanohablante, incluyendo a un cierto número de escritores españoles que visitan la ciudad o que se establecen en ella de modo transitorio. Por su parte, asociados al programa de escritura creativa en español de NYU (New York University) y a su revista virtual (Temporales), aparecen, entre otros, los nombres de Javier Pérez, Nuria Mendoza, Alberto Carpio Jiménez, Marta del Pozo, José Luis Cantón Paterna o Marina Perezagua. Asimismo, y con epicentro en el Graduate Center de CUNY (The City University of New York), han surgido publicaciones como el LL Journal, que se define como “una publicación colectiva de las y los estudiantes del Programa Doctoral de Lenguas y Literaturas Hispánicas y Luso-Brasileñas”, y que cuenta con una sección dedicada a escritura creativa; y Los bárbaros, un proyecto literario dirigido por el escritor peruano Ulises Gonzáles, que incluye no solamente una revista sino también televisión y radio, y en el que comparten páginas, lecturas, entrevistas y presentaciones de autores latinoamericanos y españoles, entre los que se puede nombrar a Sara Cordón, Gus Jiménez e Isabel Domínguez Seoane.
De estas notas preliminares se desprende el incesante diálogo entre tradiciones y disciplinas que trascienden el marco de lo nacional y la persistente mudanza de las prácticas literarias y sus canales de difusión. Más allá de banderas y pasaportes, la literatura escrita en español (o en castellano) en Estados Unidos existe, se mueve y, en ella, los escritores españoles van abriéndose su lugar. Un lugar que no es nuevo, pero que se redefine de modo constante.