Debo decir que al intentar este texto sobre editoriales en Oaxaca, o más precisamente sobre las editoriales en la Ciudad de Oaxaca, o mejor, sobre las iniciativas editoriales dedicadas a la literatura en esta ciudad, fracasé. Me di cuenta de que en realidad hacía falta un trabajo minucioso de investigación para dar cuenta de un fenómeno que, a pesar de que resulta un tanto invisible, requiere para su estudio de bastante trabajo de rastreo, recopilación, organización y análisis. Mi perspectiva al respecto es bastante limitada. Podría pensarme, eso sí, como una especie de testigo, porque soy un escritor en Oaxaca y he estado más o menos cerca, de las iniciativas editoriales y sus actores, pero al mismo tiempo lejos. Es una forma de ser, eso es todo.
Algo puedo decir, sin embargo, como testigo interesado. Lo primero, que de verdad es importante conocer y organizar esta historia literaria y editorial, casi invisible, que es parte de la ciudad en donde habitamos pues es probable, según creo, que fuera del triste periodismo que se practica aquí, los escritores son quienes “ven”, reflexionan y nos re-velan las experiencias que nos atraviesan y dan sentido (y sinsentido) a lo que se vive en este lugar y momento. Experiencias que son ráfagas momentáneas y desarticuladas, metidos como estamos en las necesidades y las emociones fluctuantes de lo cotidiano. La realidad de todos los días nos es opaca, ya se sabe. Vivimos demasiado inmersos en ella para pensarla. No es que no la pensemos. La pensamos, todos, todo el tiempo. La juzgamos, la detestamos, decimos que la amamos, la discutimos, nos ahoga, nos arrastra, nos vomita y nos hace vomitar, pero nos consiente, también; nos hace sentir felices, aratos, o si no, contentos y eufóricos (sustancias más ciertas que la felicidad); embriagados de esto y de aquello. Somos parte del mito en movimiento que nos envuelve: nos produce y lo producimos. Inventamos realidad. ¿Somos diferentes en algo a los escritores?, ¿no vemos lo que ellos ven acaso? Sí: lo vemos, pero en flas-hes, gritos, rasgaduras, o en la aparente inmovilidad de la rutina, inmersos en el tedio que se arrastra y nos embota. La dimensión en que suceden nuestras existencias nos rebasa. Necesitamos a la literatura, y a otras “formas” de la detención, la organización, el distanciamiento, la interpretación, para entender. Necesitamos también reaprender, si lo hemos olvidado, a detener nuestro constante hacer para movernos hacia la contemplación y el silencio, pero creo que cada vez más pocos, pocas veces, lo hacemos en nuestros días. Tampoco es culpa de los medios, el internet, los videojuegos, el consumismo, la prisa que le ponemos al reloj (o sí). Es sobre todo un asunto de necesidades y decisiones. ¿Por qué tomamos decisiones y para qué? Con frecuencia, siendo honestos, no lo sabemos. Sabemos explicarlo, pero nuestras explicaciones tienden a engañarnos.
La literatura es un espejo: no importa a quién retrata, en cada retrato nos podemos reencontrar, a veces de manera plena. La literatura detiene la experiencia, la organiza y revela los sentidos de lo que pasa rápido y tumultuoso en la vida cotidiana. La publicación, volver público esto que hace la literatura, es la tarea del quehacer editorial, impreso o digital, si se quiere. Milan Kundera dijo que ciertos temas esenciales de la reflexión filosófica, es decir, de la comprensión del mundo y de nosotros mismos, no han sido abordados por la filosofía y en cambio, sí por la literatura.
Es justo decir que no sólo la literatura posee la franquicia de las cualidades mencionadas. Por supuesto las demás artes, con sus lenguajes particulares, y las humanidades, la filosofía, las ciencias sociales, y las otras ciencias: hoy, la física cuántica es una nueva metafísica. Somos seres especialmente interesados, obsesionados de hecho, con el conocimiento. Es parte de nuestros procesos específicos de evolución. Somos resultado de nuestras adaptaciones de supervivencia. El conocimiento simbólico nos permitió sobrevivir y controlar (o descontrolar) el medio. Por eso somos oportunistas. La inteligencia usa, y sobre todo, abusa de las oportunidades. Y lo sabemos. Parece una paradoja, de acuerdo a lo que de manera generalizada suponemos, de manera ideal, que es la inteligencia. En el documental de ficción, fantasía científica, titulado Mundo remoto salvaje y azul (The wild blueyonder, 2005), de Werner Herzog, éste hace ironizar a uno de sus personajes, un científico, por cierto, cuando dice que sí, que todo el asunto de salvar a los bosques y demás está muy bien pero que, en realidad, lo que de verdad prefiere el ser humano, para vivir, no es el bosque, sino más bien, los malls; ahí todo está a la mano, dentro de un clima controlado, lleno de comida, moda, gadgets, bagatelas, distracciones, ocio, luz, plantas decorativas que no obstruyen nuestra cómoda circulación en pisos perfectamente lisos, con escaleras automáticas, sin interrumpir el delicioso continuo del no pensar. Ya todo está resuelto: es la tierra encantada del menor esfuerzo y de la mayor “satisfacción”. El único problema hasta ahora es que ahí, nada es gratis.
¿Es parte la literatura de nuestros procesos evolutivos? No debemos olvidar que el desarrollo de nuestras estrategias evolutivas giró y gira en torno a la inteligencia, que no hay inteligencia sin pensamiento simbólico, y que éste, en nuestro caso, depende primordialmente del lenguaje. Claro, pero no todo el lenguaje es literatura. Pues no (digamos), pero toda la literatura es lenguaje. Su materia es el lenguaje, la constante transfiguración de sus estructuras, de sus significados, y por tanto de nuestras concepciones del mundo, así como de nuestro actuar en él, que es lo que nos conmueve. Lo cierto, para mí, porque le creo al filósofo Paul Ricoeur, quien lo dijo, es que el lenguaje toma una forma fundamentalmente narrativa, de tal modo que en vez de hablar de la narrativa como una expresión exclusiva de la literatura, deberíamos hablar de narrativas, estéticas, sociales, cotidianas, utilitarias. Ricoeur considera, a la narrativa en general, la forma esencial en que los seres humanos conocemos o, dicho de otra manera: el lenguaje, bajo la forma privilegiada de las narrativas conforma (en lo esencial y en lo sustancial) la esfera de lo humano. El mundo, en tanto horizonte de lo humano existe, porque nos narramos con reiterada pasión y deslumbramiento. No importa si esto nos hace más miserables o más virtuosos, igual nos hace humanos.
Un escritor es una voz hecha de muchas voces. Nuestra tarea, me gusta creer, es concentrar las ráfagas polifónicas (la “polifonía”, diría Bajtín) de las otras voces, darles organización ..la literatura que se escribe aquí tiende a ser invisible, a pesar de los esfuerzos de escritores y editores. Es más fácil que citemos a autores de prestigio nacional (más visibles), o de otras épocas (tienen la visibilidad del prestigio histórico), y lugares (la geografía también da prestigio), premios nobel (otra visibilidad notoria), o que citemos sagas contemporáneas de magia y vampiros, las cuales incrementan de manera enorme su visibilidad gracias al cine... y descifrar su carga de sentido. El escritor “habla” pero es la comunidad (o diversas e incluso distantes comunidades) quien habla a través de él: no se trata nada más de un ego inflado que anhela ser rockstar, como parece a veces; a pesar de él, el escritor no habla, sino es hablado por los otros: la voz de los otros se escribe a través suyo, como sugirió Bajtín. El escritor es (somos) más médium que creador.
Me cuesta trabajo hablar de la literatura y la actividad editorial que la hace pública sin repensar a qué propósito sirven, por eso hago esta elaboración de la literatura y el escritor, porque la voz materializada en la escritura es un proceso; otro, es la actividad editorial, que otorga a las voces la circulación de los discursos para que se comuniquen, se transformen y produzcan nuevas realidades; pero si esta circulación tiene un alcance reducido, o si la propia comunidad de recepción no es alertada, las voces no son oídas ni son vistas. El conjunto de voces de un periodo en un lugar, la circulación de las creencias, los valores, abren el diálogo y la creación de lo social. Es un diálogo de extrañamiento, redescubrimiento y conocimiento que se materializa en nuestros cuerpos vividos: se incorpora.
Yo prefiero la idea de visibilidad para referirme a la literatura publicada, para este caso, en forma de libro. Hablo de visibilidad en el sentido literal y en el simbólico también. Los lugares en donde se exhiben los libros para su circulación son visibles. La escritura se ve, también, y se toca, se huele, se imagina y se vive; pero el concepto central que quiero abordar para englobar a estas respuestas de recepción en referencia a los libros de literatura, es la visibilidad, en el sentido general de lo que destaca dentro de un conjunto de objetos culturales. Con destacar quiero decir: destaca porque es significativo y atrae el interés, debido a una carga simbólica que les da valor o importancia a los libros.
Por nuestra mente puede pasar en el momento mismo en que leemos estas palabras, una lista intermitente de los libros que consideramos importantes. Va y pasa. ¿Hay un libro de algún escritor oaxaqueño? ¿Cuál libro y qué escritor? Si no somos escritores (o aspirantes a escritor) en Oaxaca, o algún tipo de especialista, parientes, amigos, o al menos conocidos de un escritor que vive en esta ciudad, lo más seguro es que no podamos mencionar ninguno. Si me equivoco, mejor. Tal vez leímos un cuento en una revista, que es otro campo de la actividad editorial relacionada con la literatura. O estuvimos en la presentación de un libro, o por alguna feliz (quiero pensar) circunstancia, leímos, supimos, oímos, pero ya no recordamos; porque, entre otras cosas, la literatura que se escribe aquí tiende a ser invisible, a pesar de los esfuerzos de escritores y editores. Es más fácil que citemos a autores de prestigio nacional (más visibles), o de otras épocas (tienen la visibilidad del prestigio histórico), y lugares (la geografía también da prestigio), premios nobel (otra visibilidad notoria), o que citemos sagas contemporáneas de magia y vampiros, las cuales incrementan de manera enorme su visibilidad gracias al cine, en un fenómeno de iteración, “viral”, que alcanza también a libros del mismo género aunque nunca se hayan llevado a la “pantalla grande” (ni a la chica).
Yo veo dos áreas de actividad editorial dedicadas a la literatura en la Ciudad de Oaxaca: la que se dirige de manera principal a la publicación de los escritores que hacen su trabajo aquí, y la que publica, sobre todo, a escritores de otros estados y países.
En la primera han participado instituciones estatales públicas: La Secretaría de las Culturas (en sus diversas instancias sexenales), el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPG) y la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), así como iniciativas independientes.
La Secretaría de las Culturas ha mantenido un programa institucional que parte del modelo central del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, que se reproduce en sus clones en todos los estados. No es tanto una iniciativa propia; pertenece a un marco burocrático de administración. En realidad yo desconozco su operación, aunque personas interesadas en la literatura participan y han participado en esta instancia editorial, limitados a las condiciones presupuestales y operativas preestablecidas. En la actualidad el criterio de selección de obras a editarse se maneja, hasta donde yo sé, por concurso, abierto a escritores residentes en el Estado, en diferentes géneros. El dictamen corresponde a un jurado de escritores, o especialistas en el campo, externos a la secretaría, lo cual parece una opción bastante imparcial, aunque siempre relativa. La medida en que éste programa cubre o no las necesidades editoriales del campo literario, su promoción y su difusión, creo que es limitada, pero analizarlo requiere de investigación.
Dependiente de la Secretaría de las Culturas (en sus diversas instancias), se encuentra la iniciativa editorial de Cantera Verde, en la Biblioteca Pública Central, que conozco un poco más de cerca, aunque a decir verdad creo que nunca he estado demasiado cerca. Digo iniciativa porque, aun cuando se trata de una instancia pública, este proyecto se debe más que nada a la iniciativa del poeta y editor Julio Ramírez, y a un grupo cambiante de escritores que se agrupan en torno a Cantera Verde. Por su larga permanencia y su naturaleza tal vez se trate de la actividad editorial que, dentro del ámbito institucional público, más se ha orientado a la construcción de una visibilidad integrada; sin embargo, el logro ha sido parcial, debido a diversos factores. Sobre todo, creo yo, debido a la lucha constante con la burocracia por la gestión de recursos y sus epidémicas evaporaciones sexenales y sequías financieras. No lo sé con precisión. En cierto modo Cantera Verde es por mérito propio una isla. No es mi propósito describir sus cualidades ni juzgar su producción o su alcance, lo mismo que con las demás actividades editoriales mencionadas y a mencionarse en este texto. Sin embargo, sí quiero explicar a qué creo que se debe su orientación hacia una visibilidad integrada, con lo cual no digo que sea la única, ni la mejor manera de hacerlo. Cantera Verde es un taller literario, lo que implicaría en términos más actuales, que se trata de un proyecto en proceso constante. El taller dio lugar a una revista dedicada principalmente a las producciones de los miembros, y ésta a su vez dio lugar a la edición de libros individuales así como antologías que surgían también de los participantes del taller. Esta visibilidad, inconstante si se quiere, ha contado con un espacio, lo cual amplía en cierta medida su presencia (la misma Biblioteca Pública Central), y con la participación, en la revista, de escritores reconocidos de otros lugares del país, que mantenían y mantienen contacto con Cantera Verde, cosa que también amplifica su potencial visibilidad. Tanto la revista como los libros se distribuyeron, poco o mucho, a otros estados, y estuvieron presentes en ferias del libro de distintos lugares. Cantera Verde es también el encuentro anual Hacedores de Palabras, que reúne una muestra importante de la literatura que se escribe aquí junto a escritores de otros estados y países. Más recientemente introdujo los homenajes a personajes destacados de la literatura nacional. Uno de los productos de este encuentro son las antologías conmemorativas en donde publican los invitados a las mesas de lectura. El verdadero alcance de su visibilidad y la de los escritores relacionados es materia de estudio.
La actividad editorial del IEEPO se orienta en muchas direcciones temáticas, pero entre su catálogo también aparece la publicación de literatura de escritores resi-dentes en el Estado. La visibilidad que produce resulta escasa. Por otro lado la UABJO, además de la publicación anual de las obras ganadoras del Premio Latinoamericano de Poesía y Cuento Benemérito de América, que por lo demás ha dejado de aparecer, tuvo a fines de la década de los noventa la iniciativa editorial de lanzar una colección llamada Peras del olmo, dedicada al trabajo de escritores que escribían en el Estado. Tuvo una mayor resonancia, en su momento, debida según creo al concepto de la edición, a la continuidad en la publicación de los libros y al circuito de presentaciones que acompañó a la iniciativa; sin embargo, más allá de siete u ocho libros, se agotó el impulso.
Dentro de las instituciones públicas, en el cobao surgió una iniciativa que propuso un nuevo espacio de visibilidad y consumo en la edición de la literatura escrita en Oaxaca. Se trata de una antología debida a la participación de varios escritores titulada Letranautas, del año 2003. Su singularidad consistió en posicionar a una literatura viva e inmediata en el ámbito educativo, como libro complementario de los de texto. Creaba una visibilidad, y al mismo tiempo, una estrategia de circulación entre los jóvenes. Que yo sepa este proceso no tuvo continuidad, pero señala un ámbito, entre otros, de nuevas posibilidades.
Por otro lado existen iniciativas independientes, como Editorial Pharus, que además de la edición en papel, sube sus publicaciones a la red, a través de un blog, y anuncia la aparición de una revista electrónica. Cuenta con un espacio físico, la librería Fernando Pessoa en donde lleva a cabo actividades diversas. Con estos elementos, Editorial Pharus se orienta a la construcción de una visibilidad, que amplifica al identificarse con una corriente literaria que, de manera paradójica (¿intencionalmente irónica?), autonombran “poscorrientismo”. Al margen de que éste sea un reciclaje, o no, de las vanguardias y de las corrientes literarias del siglo XX, las cuales proclamaban la ruptura con la tradición, lo que importa, desde el punto de vista que persigo aquí, es el efecto de visibilidad que tal iniciativa crea y que se apertura como un posible foco (pharus) de atención y polémica que sirve al propósito de la diferenciación y la notoriedad.
Muchas de las iniciativas independientes han sido efímeras y resultan más difíciles de rastrear como parte necesaria de una investigación sobre este tema, pero dentro de éstas, las menos ubicables, son las ediciones de autor, cuya frecuencia y visibilidad es más efímera aún.
La segunda área de actividad editorial, que publica sobre todo a escritores que no residen en Oaxaca, tiene dos facetas, o al menos dos facetas notorias. Una la representan los dos proyectos editoriales llevados a cabo por iniciativa del maestro Francisco Toledo: Ediciones Toledo y Editorial Cálamus. Nada puedo decir de su origen y funcionamiento. Me parece que han publicado obras interesantes, de un diseño sobrio y original, en papel fino, de portadas sugerentes, dirigidas a conocedores, lo cual es también otra forma de crear visibilidad. Los autores publicados son escritores reconocidos, nacionales o extranjeros. La otra es Editorial Almadía, que ocasionalmente ha publicado a autores que residen en la ciudad, y también dos antologías representativas de lo que se escribe en Oaxaca en nuestros días. Almadía ha cons-tituido un catálogo bastante amplio en poco tiempo y se ha posicionado a nivel nacional con una versátil campaña de difusión, una imagen editorial innovadora y una continuidad sin interrupciones. Es, en realidad, y en el mejor sentido, una empresa cultural funcional, con una estructura administrativa, estrategias financieras y de mercado. Está conectada, como sabemos, a la Proveedora Escolar, y en este sentido sigue la fórmula de asociación librería-editorial que otros proyectos, en diferentes partes del mundo han desarrollado, como es el caso de Porrúa, Editorial Norma y City Lights, entre tantos.
Este recuento es superficial. Apenas si se trata de una semblanza, en cambio una investigación sobre las experiencias editoriales dedicadas a la literatura en la Ciudad de Oaxaca, y en el Estado, nos ubicaría en una perspectiva de valoración, no sólo de los programas, iniciativas y empresas abordados, sino, sobre todo, nos permitiría conocer la actividad (o la inactividad y sus razones si fuera el caso) de los escritores que residen aquí; su acceso a la difusión (o “disfunción”), así como los fenómenos de recepción y consumo cultural. ¿Existen antecedentes de una investigación de este tipo? En todo caso el registro y la reflexión de nuestra historia literaria inmediata (y casi desconocida), es parte necesaria de los procesos de visibilidad del fenómeno literario en la ciudad. Una, o varias investigaciones al respecto, no podrían terminar en el solo reporte de sus resultados, sino que éstos deberían tener un efecto sobre el campo editorial y dar lugar, de entrada, a un proceso de “curaduría” y reedición de obras representativas y valiosas que se han editado con anterioridad por diferentes instancias, así como a la publicación de obras recientes.
Es verdad que las presentaciones de libros, las lecturas, las mesas de discusión, los talleres y otras modalidades, ahora frecuentes en la ciudad, ponen en contacto a los escritores y a los libros con cierto público. Es un público más bien reducido (en parte formado por escritores); además, es un público sin perspectiva, en general, del fenómeno de la literatura en Oaxaca y de sus significados, porque fuera del vislumbre que aportan las interacciones mencionadas y las antologías que se han publicado, no existen medios de difusión que presenten un panorama y que reflexionen de manera periódica sobre este fenómeno en particular. Sí es apreciable una presencia mayor de la literatura, sea o no de Oaxaca, en el ámbito público y en la diversidad de espacios en donde se vuelve más visible. La anual feria del libro que organiza La Proveedora junto con Almadía, con apoyo de otras instituciones, y su foro en espacios exteriores de mucha circulación, atraen e interesan. Sin embargo, la visibilidad de la literatura que se publica en Oaxaca se diluye. Su recepción tiende a la intimidad de pequeñas comunidades (apenas tribus). Podría verla incluso como una tendencia idílica de la aldea global si mi propia tribu sostuviera mi trabajo y mis publicaciones. Lo malo es que esa tribu se recicla para conformar parte de las tribus de otros escritores. Está bien, los escritores en Oaxaca podemos tener una cuota de lectores, para disolvernos de inmediato en la nada globalizada que nos rodea; o bien podemos conformarnos con el efecto currículum de nuestras publicaciones, que produce así, al menos, una discreta visibilidad utilitaria individual. No lo creo. No es mi aspiración, ni la de otros escritores, que creemos en la importancia [la necesidad, incluso (vital, incluso)] de la literatura y que creemos en la función de nuestro quehacer.
Tampoco es que, para el caso, la visibilidad fuera de Oaxaca sea intrínsecamente mejor. Los libros de la mayor parte de los escritores se diluyen frente a un espacio público mayor. Es cierto que en algunos casos se pueden encontrar circunstancias más favorables, como el acceso a editoriales con mejor visibilidad, mayor tiraje y distribución, o a través del relativo “prestigio” de la obtención de premios nacionales. También es cierto que incluso la distribución de las obras puede extenderse a diversas ciudades. El problema en estos casos, me consta por experiencia propia, es que más allá del efecto mecánico de la distribución (que es esencial), el acceso a los medios productores de visibilidad es muy limitado, y hasta resguardado con celo patrimonial. No se trata nada más del problema financiero que requiere la promoción editorial, sino también de los intereses de grupo de quienes controlan el acceso a los canales pertinentes, como la crítica en la prensa especializada, el acceso a foros y reconocimientos, entre otros.
La insuficiencia de visibilidad de la literatura que anda a pie, en general, y de la que se escribe en Oaxaca, en particular, tiene que ver con los recursos que se aplican a ella, la capacidad de gestión, la amplificación del acto editorial a través de su permanencia y pene-tración en los públicos; pero, ¿cómo funciona o se construye una visibilidad? ¿Será este un concepto eficiente para reconsiderar las estrategias editoriales de la ciudad en relación con sus escritores?
Pensar en cualquier forma de expresión artística es pensar en los medios y formas en que ésta se hace presente a la recepción y al consumo cultural de una comunidad; de otro modo es funcionalmente invisible. ¿Son invisibles los escritores que escriben (que escribimos) en Oaxaca? Creo que reconocer esta probable in- visibilidad, articulada de manera decisiva con la acción editorial, puede revelar en qué lugar, en qué mapa estamos y por qué.
La manera en que un producto cultural se percibe, se recibe y se consume, o no, depende de la construcción de su visibilidad. Este es el supuesto. Seguro que un texto literario bajo los dedos de su autor es un producto pero, todavía no expuesto a la circulación, por lo cual resulta, socialmente, invisible. Se trata de un primer e inevitable nivel de invisibilidad, pero esto no impide que sea, en definitiva, un acto de comunicación, ya, aunque nadie más lo leyera. El escritor que escribe para sí mismo es un mito, una idealización narcisista (ingenua, romántica y adolescente), pero válida: las fantasías personales son realidades a las que tenemos pleno derecho; sólo que nadie se comunica consigo mismo si no es a través del mundo. “Mundo” es: el horizonte de lo humano, según Heidegger (o también el “infierno” que son los otros, recordando a Sartre). Borges dice que los anglosajones usaron para expresar “mundo” la palabra woruld (wereald, edad del hombre: world).
Michel Foucault, en varios lugares y momentos de su obra, habla de la idea de “visibilidad” como manifestación concreta del saber y del poder de una época y una sociedad. Tal visibilidad se puede materializar, por ejemplo, en un edificio. La arquitectura expresa ideas, está claro. Es una materialización estética y ética al mismo tiempo. Propone, o refleja (espejo) una concepción del ser, o un conjunto de tentativas de concebirlo, de comunicarlo e incorporarlo en otros (ideología). Las visibilidades no manifiestan un poder único, de élite, o de estado, sino un conjunto de fuerzas que interactúan con y constituyen el poder, en diferentes direcciones y desde muchos puntos del mundo social. Manifiestan incluso, las contradicciones internas de los sistemas. Una visibilidad, así, enuncia algo, tal como la literatura lo hace, de acuerdo a las particularidades de su propio lenguaje. Sigo de manera muy general, y tal vez hasta desacertada, algunas ideas de Foucault para traer a la mente el efecto de lo que se hace visible porque emerge del fondo del “continuo objetual” en el que transcurrimos, es decir, una visibilidad se destaca, se “recorta”. Es una “figura”, según el concepto de la Gestalt; semejante al efecto de la experiencia estética, pero no necesariamente conectado a ésta.
No es que la visibilidad sea una forma material elemental, sino que se trata de un fenómeno cargado de significado y valor: un enunciado, sí. Es la expresión de un horizonte cultural de saber y de poder, lo mismo que de concepciones éticas.
Pierre Bourdieu estudió los procesos sociales a través de los cuales los fenómenos se cargan de valor, de cualidades que los hacen visibles. Bourdieu sugirió el concepto de “campo” para explicarlos. Dicho de manera muy resumida, un campo está formado por el conjunto de grupos e individuos que determinan de una manera compleja, contradictoria y en constante negociación, el valor simbólico de los objetos; valor que constituye un capital simbólico, fuente de prestigio, privilegios y de vías pertinentes, y eficientes, para su circulación; todo lo cual trasciende, también, al mercado y a las ganancias financieras.
Así, hay un campo fluctuante entre lo personal y lo social, en continua lucha interna por el control simbólico, que más o menos determina qué es y cómo se produce lo visible en el campo editorial literario (y en otros); es decir, qué lo coloca en la atención y el consumo. Se trata de un conjunto de indicadores que otor-gan “valor agregado” a los productos editoriales: los carga de capital simbólico, de prestigio, y esto es transferible a quien lo consume: se vuelve capital personal en diversos niveles: diferenciación, posición social, prestigio, influencia. Esto también, eventualmente, significaría, y yo lo creo, que no importan las cualidades de una novela, pongamos, sino, sobre todo, la visibilidad de sus indicadores de prestigio: casa editorial, nacionalidad, autor, fama y medios, publicidad, escándalo y polémica, padrinos literarios, acceso a las críticas prestigiosas, diseño, referentes cinematográficos y demás. De este modo las cualidades de la obra se vuelven valiosas menos por sí mismas, que por sus indicadores. Sus significados, su interpretación, su recepción y consumo, son considerados desde sus indicadores y las valoraciones que éstos implican. La visibilidad no es sólo una notoriedad, sino un sistema de signos que condiciona sus efectos sobre la masa (mermada) de lectores que somos. Su efecto no anula la posibilidad de una lectura crítica, de parte de receptores más especializados, pero incluso en este caso, influye sobre ellos. En cierto modo este fenómeno se relaciona con la ya antigua fórmula de Marshal McLuhan de que “el medio es el mensaje”, porque a decir verdad la visibilidad es prácticamente “medio”, nada más, y considerarlo así me parece que transparenta el funcionamiento del campo y favorece la toma de posiciones al respecto. Frente a esto resultaría cada vez más indefinido qué cualidades hacen valiosas a las obras, y creo que en nuestros días nos encontramos ya en esta situación, y no sólo para el caso de la literatura. Los valores que predominan son valores instrumentales de mercado, volátiles y especializados en el efecto “mall”: satisfacción rápida sin pensar: pulsiones.
Los libros de los escritores de la ciudad son visibles para un público reducido, con frecuencia de otros escritores, amigos y familiares en su mayoría, como ya dije. ¿Este público lector lee esos libros? Los escritores, con frecuencia, quiero creer, siempre y cuando lleguen a ellos. De lo demás no puedo decir nada. Es evidente que sí, alguien entre el público receptor los lee, pero es como si vieran a un fantasma, o menos, porque un fantasma es inolvidable. Pienso que son más bien leídos como espejismos, de existencia efímera, sin consistencia, sin permanencia; porque no tienen el prestigio previo de la visibilidad que hace un llamado a la atención del lector (lo apela) y a su disposición a participar activa-mente en la recepción. ¿Es un esfuerzo inútil editar libros de los escritores que viven en Oaxaca? No: es un quehacer necesario, y su existencia da sentido al acto de comunicación y experiencia estética, personal y social, de repensar la realidad y las posibilidades así como de construirnos como comunidad.
¿Qué tipo de acciones pueden ayudar a construir una visibilidad efectiva en el caso de Oaxaca? Creo que, de entrada, las iniciativas mixtas, entre diversas instituciones, empresas y grupos de carácter independiente. Una manera de hacerlo es a través de coediciones que al sumar recursos amplíen las posibilidades de visibilidad en los públicos. Siguiendo la idea de “lector modelo” de Humberto Eco, en tanto receptor idóneo para un determinado “modo” literario, la visibilidad es también una manera de dirigirse a (y de crear) diversos “públicos modelo”. Si hemos de construir una visibilidad para la literatura que se escribe en Oaxaca, ha de ser con la inclusión activa de los públicos. Esto que algunos llaman “mercadotecnia”, va más allá del marco de meras fórmulas técnicas que me sugiere esa horrenda palabra. Se trata de estrategias de recuperación de inversión dirigidas a un mercado de consumo, cultural en este caso, y que pueden permitir a los proyectos culturales el autosustento financiero. Por otro lado, la visibilidad del campo literario necesita de publicaciones más frecuentes, (semanales o diarias, en forma de inserciones, o de formatos innovadores) en torno a la actividad literaria de la ciudad, sus características y sus actores desde distintos puntos de vista. Necesita de actividad crítica, no en el sentido a veces gratuito de la pura descalificación centrada en el cultivo del ego del crítico, sino en el sentido del pensamiento reflexivo, su apertura al diálogo, y su clarificación de los sentidos más profundos de las obras: ¿qué hay que encontrar en ellas?, ¿cuáles son sus diversas interpretaciones?, ¿cuáles sus cualidades?, ¿por qué son significativas?, ¿qué dicen de nosotros? La visibilidad necesita resonancia, lo que significa estrategias de acceso a medios masivos, locales y nacionales. Necesita de una diversificación de las maneras en que el fenómeno literario es presentado a los públicos. Hace falta encontrarse no sólo más a menudo con los libros, en sus santuarios habituales, sino también fuera de contexto y a través de subproductos de éstos. En kioscos (de “letras oaxaqueñas”, por ejemplo) colocados en puntos estratégicos de afluencia (no sólo en temporada), en la edición de objetos literarios inéditos y desconcertantes que circulen, en colaboración con otro tipo de empresas, culturales o no. Editorial Almadía, aparte de la labor que hace a través de la feria del libro y otros eventos públicos, innova con sus estrategias de difusión y distribución, y resulta un modelo de referencia. Sí, hace falta ir a los públicos, como ya lo hizo Letranautas, según mencioné: escuelas, instituciones, e incluso los lectores individuales a través de métodos como la suscripción, que algunas empresas editoriales usaron con éxito, como en España el Círculo de Lectores, o alguna revista no recomendable que solía vender libros con un método parecido. Internet por supuesto abre nuevas posibilidades en este sentido.
Existen proyectos de otro tipo que han crecido así. Un caso ejemplar es el colectivo OaxacaCine, que a decir de ellos mismos “es una asociación civil que se consolidó con el objetivo de generar propuestas de exhibición, distribución, formación y preservación cinematográfica y audiovisual en Oaxaca”, y que está en vías de convertirse en Centro de las Artes Cinematográficas y Audiovisuales, según un acuerdo firmado entre conaculta y el gobierno de Oaxaca.
Creo que las opciones para generar visibilidad en una actividad editorial orientada a la literatura que se escribe en Oaxaca pasan por un proyecto vinculador, que dé importancia y sentido a la literatura local en la ciudad y en el Estado. Un proyecto que gestione y establezca esos vínculos. Una especie de centro de escritores y editores. Tal vez sea éste el papel que debe jugar una secretaría de cultura, o no: en vez del efecto centralizador y burocratizante de un organismo así, sería más conveniente descentralizar los presupuestos financieros hacia instancias independientes con recursos a la vez públicos, privados y con estrategias autosus- tentables que vinculen procesos de coedición, codistribución y medios de visibilidad. Una especie de agencia de servicios editoriales con vínculos en librerías y medios nacionales. Una agencia literaria con servicios de edición, diseño, gestión, promoción y distribución que vincule diversas instancias. Una empresa cultural. Una empresa utópica, porque a fin de cuentas la utopía no es sino la exploración de lo posible, algo que la literatura aborda con verdadera fe y devoción.