En los albores de la década de 1990, Japón experimentó una de las peores crisis económicas de su historia moderna. “la Década perdida” (1991-2002) cambió por completo la lógica prevaleciente hasta ese momento en la sociedad japonesa. Una de sus consecuencias fue que los jóvenes ya no pudieron encontrar trabajos fijos como lo hicieron sus padres. En medio de esta crisis, una nueva camada de jóvenes escritores debutaron dentro del mundo literario japonés: Tomoyuki Hoshino (Los Angeles, 1965), Kotaro Isaka (Matsudo, 1971), Yu Nagashima (Soka, 1972), Mieko Kawakami (Osaka, 1976), Fuminori Nakamura (?, 1977) y Risa Wataya (Kioto, 1984).
Algunos críticos los llamaron los “pequeños Harukis” debido a que detectaron en su escritura cierta influencia de Haruki Murakami (Kioto, 1949). Sin embargo, clasificarlos como los vástagos del “escritor japonés más famoso del mundo” sería un error. Cada uno ha logrado mostrar un estilo propio y a diferencia de Murakami considero que han intentado expresar en sus obras una crítica hacia una sociedad sumergida en la depresión y la recesión; un mundo que había golpeado a su generación.
En esta ocasión quiero analizar las obras de Risa Wataya, en particular tres de su novelas más importantes: Instalar (Kawade Shobo Shinsha, 2001), La espalda que quiero patear (Kawade Shobo Shinsha, 2003) y Pobre ¿no? (Bungei Shunju, 2011). Wataya es la más joven de la nueva camada, su narrativa madura conforme pasan los años y es quizá la mejor representante de la juventud de la Década perdida.
Empecemos, entonces, analizando la novela Instalar. Risa Yamada (posteriormente Wataya) estaba cursando el último año de la preparatoria cuando escribió su ópera prima. Obviamente, Instalar acaparó la atención del medio literario. Para muchos era algo increíble que una muchacha de tan sólo diecisiete años pudiera escribir una obra literaria de esa calidad y su fama se incrementó aún más cuando esta obra ganó en 2001 el Premio Bungei auspiciado por la editorial Kawade Shobo Shinsha.
Instalar es una novela corta, muy fácil de leer y trata sobre las peripecias de una muchacha que cursa el tercer año de preparatoria (el álter ego de Wataya). Ella se siente desorientada, ya que no tiene ningún sueño y enfrenta serios problemas de comunicación con su madre. Un día decide no ir más a la escuela y tira todas sus cosas a la basura, entre ellas una computadora. En el basurero conoce a un niño que vive con su padre y su madrastra. Le regala la computadora y, posteriormente, lo visita para saber qué había hecho con esa máquina. Para su sorpresa, el niño reinstala el sistema operativo, pero esconde la computadora en el closet para evitar que su madrastra sepa de su existencia.
De pronto, el niño le propone a la muchacha trabajar en un sitio de chats eróticos para ayudar a una “amiga” que había conocido en el espacio cibernético: una prostituta que era ama de casa. Esto los lleva a conocer la parte más oscura del sexo virtual y las complicaciones de las relaciones humanas. Después de un mes, todo se viene abajo. Pese a lo anterior, después de esta “tragedia” la muchacha sale reforzada (reinstalada) para tratar de solucionar su vida.
La novela en sí no tiene un contenido espectacular. De hecho, muchas de las oraciones son simples, algo que es entendible por la edad que tenía Wataya. Incluso algunos críticos especularon que la editorial Kawade Shobo Shinsha le había dado el premio para llamar la atención. No descarto que haya sido así, pero Instalar muestra un mundo que ningún escritor “adulto” hubiera podido plasmar.
No hay clichés como en muchas novelas juveniles, algo que es bastante meritorio.
Después de la publicación de Instalar, Risa Wataya ingresó a la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Waseda: una de las instituciones privadas más importantes de Japón. Fue ahí donde consiguió madurar su escritura y en el verano de 2003 publicó su segunda novela: La espalda que quiero patear. Esta obra ganó al año siguiente el Premio Akutagawa para escritores nóveles. De este modo, a sus diecinueve años, Risa Wataya se volvió la persona más joven en obtener el galardón literario más codiciado por los escritores japoneses.
La espalda que quiero patear trata sobre una adolescente que no ha podido, o no ha querido, hacer amigos en la preparatoria y aunque una de sus amigas de la secundaria trata de incorporarla a un nuevo círculo de amigos, ella no acepta. Un día se percata de que un muchacho, el compañero menos popular del salón, está leyendo una revista de moda para mujeres adultas. La muchacha se acerca y se da cuenta de que su compañero tiene una fijación por una modelo (quien además de modelar canta y tiene un programa de radio): una mujer que ella había visto en una tienda recientemente. Le comenta lo anterior y su compañero la invita a su casa. Al llegar ahí piensa que tendrán contacto sexual, pero para su sorpresa, el muchacho le pide que dibuje un mapa de la tienda donde vio a esta modelo.
Este extraño encuentro termina en una nueva “amistad”, pero luego el joven enferma y ella va a su casa. Al pasar a su cuarto, en vez de estar reposando, el muchacho escuchaba el programa de radio de la susodicha modelo. La muchacha le hace plática, pero el joven le da la espalda. De pronto, una extraña sensación emerge y decide patearlo. El muchacho no muestra ninguna reacción. La muchacha no sabe si son celos, amor o coraje. Conforme va conociendo al muchacho, comienza en ella un sentimiento de atracción. La historia llega a su clímax cuando los dos asisten a un concierto de la modelo. El joven trata de acercarse a su amada y no puede porque los guardias no se lo permiten. Ante esa escena la muchacha admite que tiene una atracción hacia él, pero no sabe qué es.
La espalda que quiero patear puede ser vista como una novela juvenil sin mucha gracia. No hay viajes surreales como en las obras de Murakami, tampoco el exotismo que a los “orientalistas” les gusta. Es una novela que narra el inicio de un amor inmaduro y su gran mérito es que nos permite ver una faceta de los adolescentes japoneses desde su propio mundo, vista por una persona más cercana a ellos, por lo menos en términos de edad. Como lo señaló la escritora Nobuko Takagi (Hofu, 1946), una de los miembros del jurado del Premio Akutagawa que dictaminó la novela, si bien esta obra trata un mundo diminuto de una estudiante de preparatoria sin madurez, la forma en que está descrito no es la visión de una persona inmadura. No es una comedia de la vida adolescente sino que busca mostrar cómo son las relaciones humanas.
Cabe señalar que La espalda que quiero patear logró vender más de un millón de ejemplares y muchos la equipararon con la ópera prima de Ryu Murakami (Nagasaki, 1952): Azul casi transparente (1997). Ésta obra ganó el Premio Akutagawa en 1976 y se volvió una de las novelas más importantes de la literatura japonesa contemporánea.
Este éxito literario y comercial cambió por completo la vida de Risa Wataya. La prensa la comenzó a perseguir y varios fanáticos la acosaron. Esta experiencia tuvo un impacto directo sobre su narrativa y tres años después de haber obtenido el Premio Akutagawa publicó su tercera novela: Dar un sueño (Kawade Shobo Shinsha, 2007). Esta obra narra la vida de una modelo que debutó a una temprana edad y conforme va creciendo, la fama va consumiendo su vida hasta destruirla por completo.
Dar un sueño no tuvo el éxito que todos esperaron, parecía entonces que, como el personaje de la novela, Wataya quedaría también destruida, pero no fue así. Su narrativa siguió madurando, aunque mantuvo el mismo estilo mostrado en sus obras previas: los personajes principales eran los álter egos de Wataya, por lo menos en términos de edad y género. De este modo, en 2010 publicó su cuarta novela, una obra romántica llamada Quédate temblando (Bungei Shunju, 2010) y al año siguiente Pobre ¿no?, su quinta novela.
Pobre ¿no? hizo que Wataya se consolidara como una de las escritoras más talentosas de la nueva camada y en el 2012 la obra ganó el Premio Oe. Este galardón es de reciente creación y no tiene todavía el mismo prestigio que el Premio Akutagawa. De hecho, el jurado es sui géneris. Está conformado por Kenzaburo Oe y un puñado de jóvenes editores de la editorial Kodansha. El Premio Oe no otorga un premio monetario y tiene como objetivo promocionar las obras de escritores con una trayectoria relativamente nueva.1
Pobre ¿no? es la historia de una joven de veintiocho años que trabaja en una tienda departamental. Siempre viste a la moda y es el prototipo de mujer japonesa soltera. Compra ropa y eso la hace feliz, pero a su novio (un japonés que vivió casi toda su vida en Estados Unidos), no le gustan mucho ese tipo de frivolidades. Para complacerlo ella cambia su forma de ser, evita usar su dialecto de la región de Kansai porque a su novio no le gusta ese acento; deja de fumar porque su novio odia el cigarro; y aprende inglés para poder hablar con los amigos del novio y comprenderlo mejor. Sin embargo, esta felicidad se ve opacada cuando su novio le dice que va a hospedar a su ex novia, porque no tiene donde vivir. En un principio trata de comprenderlo, pero al final explota. Es una obra cómica pero con mucho sentido social. Muestra cómo son las mujeres cercanas a los treinta, sus inquietudes y sus problemas.
A guisa de conclusión, al usar su álter ego en sus novelas, Risa Wataya nos muestra a una juventud sin sueños, obsesionada con elementos propios de una sociedad capitalista y tecnificada, en donde las aficiones superficiales y la tecnología juegan un papel crucial. Parece una crítica como la que hizo Erich Fromm en su libro la Revolución de la esperanza. Sin embargo, Wataya no busca criticar algo que ya sabemos, simplemente nos muestra el sentir de los jóvenes que buscan sus propias salidas a las trampas que les ha puesto la sociedad de la Década perdida.