Columna Semanal
13 de julio del 2016

No cabe duda de que la confusión es un arma poderosa. Es en el miedo que deriva de la incertidumbre donde radica el asidero con el cual el poder puede controlar a las masas. “Desinforma y vencerás”.

En los pasados días se me ha hecho desde fuera del estado, como supongo debe haber pasado con la mayoría de los oaxaqueños, la pregunta sobre el desabasto en Oaxaca. Y como todos los oaxaqueños que no busquen una excusa falaz para remediar lo que por lo demás es una situación lamentable, la respuesta es: ¿cuál desabasto?

Creo entender que fue a partir de las declaraciones de un representante del Consejo Empresarial sobre el precio del huevo (40 pesos por pieza para ser exactos) que alguna paranoia apareció, principalmente en redes sociales, llevando a Oaxaca al punto de convertirse en una nueva Venezuela.

Y si es verdad que los retrasos en la entrega de productos, debido a los abundantes bloqueos alrededor del estado, se han manifestado de forma transitoria en los estantes de supermercados e incluso la Central de Abastos, hablar de una ausencia de suministro es una exageración derivada de una guerra mediática que escinde al estado entre quienes apoyan y quienes atacan el movimiento magisterial. Parece, en todo caso, que algún desabasto en tiendas Liconsa sí fue real, pero no menos transitorio. Más apremiante es el caso del transporte foráneo que se ha visto reducido de manera dramática; pero aquí no cabe hablar de desabasto o escasez, sino de huelga: “la huelga de los empresarios”. A fin de cuentas, no por ser empresarios quedan eximidos de expresar su enojo ante las circunstancias, buscando dirigir la opinión pública a su favor, para lo cual el paro de actividades es su forma de protesta. Estamos ante una versión escueta de La rebelión de Atlas de Ayn Rand.

A la huelga de grupo ADO parecen querer sumarse la cervecería Modelo y Walmart, amenazando con abandonar el estado en caso de que no se aseguren las condiciones para su operación, a pesar de que, como ya he dicho, no ha existido ningún desabasto verdadero. Evidentemente, a la amenaza se suman las lamentaciones por los puestos de trabajo que se perderán por esta decisión, pero no es difícil saber si es más doloroso no poder tener la marca de leche de nuestra elección o los salarios de miseria que paga esta doliente gigante norteamericana. En el caso de Modelo, tras un amago de huelga que dejó por unos días los bares de la ciudad sin su cerveza, parece que los directivos han recapacitado y resurtido los refrigeradores, esto ante la negativa de grupo Cuauhtémoc Moctezuma de coludirse en el perverso plan de dejar a los oaxaqueños sin el vital líquido, siendo que, al contrario, se vieron muy felices ante la ausencia de competencia. A veces el mercado sí funciona, pero para eso hace falta soberanía en el consumo.

Más interesante que esta confirmación del mecanismo de competencia del mercado hubiera resultado que la coyuntura impulsara al empresariado oaxaqueño, permitiendo a un pequeño productor inundar los bares de Oaxaca con cerveza local. Asimismo quisiéramos ver reactivar la economía de tianguis y mercados ante la salida de Walmart -que no ha pasado y quizá no pase de la amenaza- animando el consumo local y la soberanía alimentaria del estado. Quisiéramos ver una mejora en la alimentación que sustituya las chatarras transnacionales con la menos glamorosa pero también menos dañina cocina y cosecha local.

Uno de los economistas más destacados del siglo 20 acuñó la expresión “destrucción creativa” para referirse al mecanismo que mueve al capitalismo en un ciclo de innovaciones que desplazan a viejos productos. No es la presente coyuntura oaxaqueña lo que Schumpeter tenía en mente cuando desarrolló su teoría, pero tampoco es completamente ajena al espíritu del capital. Otro economista, éste actual catedrático de la Universidad de Cambridge, Ha-Joon Chang, empleó la expresión “patear la escalera” para referirse a la política de disuasión de las potencias comerciales que prohíben a los países en vías de desarrollo el uso de políticas proteccionistas para desarrollar sus mercados, siendo que dichos países desarrollados las emplearon casi sin excepción para lograr su crecimiento. Ahí tenemos que uno de los patriarcas de los Estados Unidos, Alexander Hamilton, defendió ante la constituyente de 1787 la necesidad de proteger a la industria americana de la competencia de Inglaterra. La historia se repite a lo largo de la historia y del planeta.

Todo desarrollo empieza con un poco de protección. No se trata de justificar la cerrazón al mundo ni de negar la innegable globalización del mercado, pero sí es posible tomar esta coyuntura como una oportunidad para hacer algo que no se ha visto y que puede redundar en un beneficio tanto de la clase empresarial como de los pequeños productores oaxaqueños. Liberarse de la fría comodidad del supermercado para volver a la vida de los mercados. Liberarse de los ciclos del capital especulativo para crear una clase empresarial auténtica y autónoma. Pasar del mero folklore de la Guelaguetza a una cultura original que incluya al campo en nuestra forma de vida. Todo esto requiere de cooperación y solidaridad, pero no de una clase, sino de un pueblo. “Lealtad ampliada” le llamó el liberal Richard Rorty, en alusión a la justicia. Lealtad que permita construir un proyecto común llamado Oaxaca.

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