Argentina
07 de febrero del 2017

Escribir es disponer del lenguaje bajo la fascinación, y por él, en él, permanecer en contacto con el medio absoluto, allí donde la cosa vuelve a ser imagen, donde la imagen, de alusión a una figura, se convierte en alusión a lo que es sin figura, y de forma dibujada sobre la ausencia, se convierte en la informe presencia de esa ausencia, la apertura opaca y vacía sobre lo que es, cuando ya no hay mundo, cuando todavía no hay mundo.
El espacio literario Maurice Blanchot.1

La escritura es, ante todo, una traza, inscripción, huella matérica que trasciende el espacio del texto y el libro; el dibujo como la escritura son posibles gracias al gesto de trazar y plasmar, incisión en una superficie que permite las marcas, los signos.

El privilegio al concepto, la idea y los significados que se expresan a través de la escritura han permitido un cierto desdén hacía su propia corporalidad, a los simples trazos que uno aprende cuando repite miles de veces el alfabeto para conseguir escribir.

Aprender a escribir supone siempre una caída en el espacio de la escritura, en el lugar de los contornos, los trazos, en la experiencia misma de dejar huella y conseguir leer las marcas de otros, trazando encima de sus palabras las nuestras, reescribiendo y deformando esa escritura. O parafraseando a Barthes en El grado cero de la escritura2, la lengua es un corpus de prescripciones y hábitos comunes a todos los escritores que, sin embargo, no supone un compromiso oficial ni la aprehensión de una estructura consistente e inamovible sino la comprensión principal de que escribir es ante todo una acción, una posibilidad; escritura, dice, como una línea, horizonte que llama a la transgresión. Sobrepasar el límite de una lengua es la condición necesaria para que esta no se convierta en una prisión ideológica, nada puede ser dicho de la misma manera en diferentes momentos, nunca nada es escrito igual, la escritura como espacio de libertad, gestualidad de los cuerpos expresados cada vez en la apropiación de la escritura, también escritura siempre en tensión que es obligada a buscar nuevas formas de decir lo imposible, libertad y responsabilidad exigida en cada inscripción.

La obra del artista argentino León Ferrari (Buenos Aires, 1920-2013) ha sido sumamente relevante para abrir una reflexión sobre la escritura desde el arte. Sus caligrafías de 1962, Carta a un General del mismo año y Cuadro Escrito o Escritura deformada I de 1963 son algunos ejemplos de la caída en la escritura de Ferrari. Desde la escultura hasta el arte conceptual, el trabajo del artista argentino ha supuesto un constante cuestionamiento a las estructuras fijas y los significados preestablecidos que guían nuestras prácticas sociales, políticas e incluso nuestros ejercicios de memoria. En sus inicios, y sobre todo en los años de su trabajo con escultura en Italia, la inquietud por el gesto, la figuración de los contornos etc. lo llevó a un recorrido por distintos materiales escultóricos. Si en Italia el material fue la cerámica, en su regreso a Argentina, Ferrari comenzó a indagar con el alambre, primero, comprendiendo su materialidad exploró diferentes posibilidades formales entrelazándolos, después, buscó crear e inventar nuevas estructuras soldándolos y combinándolos, de esta manera, partiendo de las líneas propias de su material, Ferrari logró inventar un gesto y una escritura tridimensional. Obras como Emociones de un Prisma (1961), Hombre (1962) o la gran Torre de Babel (1964) fueron esculturas en alambre que motivaron y empujaron la caída en la escritura de Ferrari.

La última de estas tres obras mencionadas, Torre de Babel, fue finalmente la acción o escritura escultórica más clara; siguiendo el mito, Ferrari crea una torre con un único material, en donde pareciese que la pieza habla la misma lengua, escritura metálica que, sin embargo, no se presenta como clara y distinta, cuando uno observa la escultura, las incisiones y fisuras que la unen expresan la invención constante de otras escrituras, si un gesto o un mismo material guía toda la pieza, el resultado es la metáfora perfecta para expresar que escribir, el gesto de la escritura, supone siempre la invención y la trasgresión de un límite formal, aquí no se trata de la invención de las diferentes lenguas sino de las infinitas posibilidades de la escritura.

Así, del espacio tridimensional Ferrari desemboca en el espacio bidimensional de la hoja escrita o de los cuadros escritos, la escultura como una forma de escritura lo lleva a la necesidad de explorar los diferentes modos de inventar caligrafías transgrediendo límites formales que se expresarán después en nuevas formas de expresión de contenidos y significaciones. La importancia dada a la materialidad de la escritura y el gesto permite a Ferrari explorar las relaciones entre contenido y forma para indagar sobre cómo expresar aquello que muchos se resisten a leer o escuchar.

Empujar, transgredir ese límite de la escritura del que hablábamos al principio, significa llevar más allá el gesto mismo y buscar nuevas formas de expresar eso que ya ha sido expresado. Para Ferrari, si queremos decir algo que sea combativo, que exprese una resistencia o una demanda debemos no sólo tener la valentía de escribirlo o gritarlo sino la capacidad de entender que para que eso sea atendido se deben inventar nuevas formas de expresarlo, o como él mismo menciona en una entrevista: “si decís las viejas cosas con las viejas palabras no llegan, es un lugar común que mata a la idea que se está expresando. La forma de que esa idea llegue tiene que cambiar, una de la formas del cambio puede ser usar una técnica en otra...”

La primera reflexión gráfica que pasa por las líneas anteriores se presenta como una cierta crítica a la escritura que presenta ya una de las características recurrentes en las obras de Ferrari, su aspecto político, así, se hablará a la vez de una incapacidad de la escritura y de su posibilidad misma de inventarse para decir lo imposible. En Carta a un General (1963), Ferrari presenta y trabaja con una escritura no significativa o no figurativa. Para Ferrari escribir una carta a un General siempre es una tarea difícil e imposible, el artista se pregunta ¿cómo expresar demandas, acusaciones o reclamos a una autoridad sin que nuestro lenguaje sea tan afanoso al punto de ocasionar que nuestro lector abandone la carta o nos mande a censurar? Pero a su vez, si utilizásemos un lenguaje políticamente correcto ¿seríamos capaces de dar a entender el peso de nuestras exigencias? De igual manera, Ferrari está pensando cuando realiza esta obra en su contexto espacio-temporal, la represión del gobierno en Argentina suponía la censura y la imposibilidad de la expresión, no se trata, entonces, sólo de una cuestión de reglas de redacción sino de buscar estrategias de resistencia que nos permitan no enmudecer, movilizar los lenguajes, jugar con los medios, explorar en lo menos evidente para buscar decir lo que otros quieren mantener en secreto.

La escritura intencionada hacía un destinario, esa escritura significante se presenta aquí como insuficiente para dirigirnos a un General, las reglas de cordialidad que se manejan como patrones de escritura de una carta impiden comunicar el peso o la urgencia de esa escritura. Frente a esa incapacidad, Ferrari crea un texto imposible, ilegible, no significante, críptico, invención de una escritura que expresa su imposibilidad y necesidad de ser desplazada una y otra vez, escritura no significativa que pone en jaque la capacidad de expresión de la propia escritura, es ese gesto no permeado de conceptos, el que tiene la fuerza de comunicar las demandas al General, no se trata de mutismo sino de creación de una escritura indescifrable porque aún no existen las palabras capaces de contener la justicia o la injusticia.

Se ha hablado del sub-texto o de un texto significante dentro de Carta a un General, (habría que recordar que la obra consiste en una seria de cartas), pero Ferrari ha mencionado que la carta le es tan ilegible que ya no comprende la existencia de ese subtexto, afirma que no se trata de una escritura deformada sino de la creación de signos no significantes que son más una confesión de incapacidad. No obstante, es importante la fuerte creencia de que este texto encriptado que debe descifrarse, responde a la carta escrita por Rodolfo Walsh, amigo de Ferrari, escritor y periodista que en 1977 difundió su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, y cuya acción lo condenó a la desaparición; en ella Walsh declaraba y denunciaba la censura, la violencia y las desapariciones, firmando con una despedida que era más bien una sentencia:

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles3.

La datación de ambas cartas difiere en tiempo, la obra de Ferrari fue creada en 1963, mientras que la de Walsh fue escrita un día antes de su desaparición en Marzo de 1977. Así, Carta a un General se convierte, de alguna manera, en un homenaje adelantado a la desaparición y a la carta de su amigo Walsh pero, además, nos revela un ámbito de la escritura, que ella nunca es lineal, a diferencia de lo que pudiese parecer, la temporalidad de la escritura permite un tiempo desquiciado en donde un texto pasado es el vaticinio del presente, y donde un hecho futuro hace leer una obra pasada con otros ojos, reconociendo su importancia o su fuerza política.

Ahora bien, de esta escritura no significativa, cuyo origen radicaba en la simple puesta en juego del gesto de desplazar la escritura para mostrar su imposibilidad, Ferrari poco a poco va encontrado otros caminos de exploración, como si los significados de los desplazamientos gráficos y de los ejercicios de caligrafía fuesen cobrando sentido y creando un nuevo mundo. Por una parte, siguiendo la exploración de decir de otra forma cuestiones importantes, Ferrari empieza a trabajar con el braille. Los inicios del uso de este lenguaje surgen a partir de la escritura de unos poemas dirigidos a Borges plasmados sobre fotografías de Man Ray, posteriormente el uso del braille, se convirtió en una estrategia interesante para configurar una parte de su crítica al cristianismo. Como se observa en Amate (1997) en donde escribe la frase “Amarás a tú prójimo como a ti mismo” sobre la estampa de Utamaro Juego de manos que muestra la técnica de masturbación mokodaijuji: pellizcar el clítoris entre los dedos índice y mayor. La obra expresa irónicamente una de las formas que Ferrari encontró para combatir y expresar la aversión que Occidente tiene hacía la masturbación, fruto de su religión, donde la mujer de la estampa no hace sino seguir el mandato religioso. Con ello, Ferrari se vuelca hacia la escritura significativa pero buscando otros soportes y otras escrituras para ser expuesta.

En obras como El árbol embarazador (1964) se observa también la estrategia de hacer otras lecturas y con ello una reescritura sobre una mitología fundadora del cristianismo y en la cual se fundamentan diferentes posturas represivas sobre la sexualidad y la creación de una cultura del pecado y la culpa. El trabajo con los textos y con una escritura significativa a deformar, se hace presente en la serie de caligrafías sin título de 1964, en ellas copia palabras, frases o conceptos que no entiende y los deforma a través de modificar las líneas de las palabras y las letras, la incomprensión del significado lo lleva de regreso a la escritura asignificante, en donde el trazo, la rasgadura de las palabras los convierte en dibujos amorfos que exigen al espectador comprender y leer una nueva escritura desde sus líneas.

León Ferrari hace explícita en sus obras la resistencia de la escritura a la propia coerción y violencia de las estructuras del lenguaje que imponen sentidos y significaciones, la fuerza e impacto de sus piezas no se haya en las obras acabadas sino en la tensión que expresa esa escritura inventada o modificada, la invitación a pensar y reconocer la responsabilidad en la creación, a recordar que la escritura como trazo que significa o no, es una actividad y un espacio de libertad política.

  1. E. Maurice Blanchot, El espacio literario, Paidos Ibérica, Barcelona, España, 1992.

  2. Roland Barthes, El grado cero de la escritura, Siglo XXI Editores, Madrid, España, 2005.

  3. Rodolfo Walsh, Carta de un escritor a la junta militar, 1977.

Frases
Nadia Cortés

(Oaxaca, 1985). Doctoranda en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, cuenta con un Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual por el Museo Nacional de Arte Reina Sofía y la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente imparte clases en IIHUABJO.

Fotografía de Nadia Cortés

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