Este nuevo número de Avispero aspira a tender un puente entre México y España que atestigüe la impronta literaria y cultural de ambos países en su acervo común. Los materiales y el eco de la edición que dedicamos en su día a México nos motivaron a realizar el número que ahora presentamos.
Desde lo que la Historia convino en llamar el Descubrimiento de América y la Conquista de México, la realidad de estos dos complejos países de herencia milenaria ha sido un continuo rumor de truenos en la caja de Pandora. Antonello Gerbi, en su libro La disputa del Nuevo Mundo, diserta sobre las discusiones que entre los años 1759 y 1900 mantuvieron filósofos, naturalistas, geógrafos y teólogos occidentales acerca del Nuevo Mundo, muchas de ellas basadas en meros prejuicios y supersticiones. Es obvio que a la luz de un mundo desconocido, las opiniones caen en una ingenuidad delirante. En su ensayo “Los caníbales”, Michel de Montaigne incide en que las costumbres en cada rincón del planeta profieren la identidad del lugar. Así habla, irónico, de la antropofagia en el Nuevo Mundo: “Creo que hay más barbarie en comerse a un hombre vivo que en comérselo muerto”. Si algunos viajeros cósmicos, venidos de algún otro confín del universo, se toparan con la vida supuestamente inteligente del planeta Tierra, de buen seguro dudarían ante nuestra naturaleza y comportamiento. ¿Seríamos a sus ojos seres superiores, una raza inferior o sus iguales?
La diversidad no es más que la manifestación de identidades que persisten en el tiempo. Pero para perdurar deben adaptarse y cambiar, buscar una luz nueva que guíe su evolución. Tradición e innovación son, pues, la dinámica del impulso cultural; y tienen lugar en el arte, la literatura, la ciencia, la cultura y la religión. “Si la Conquista fue una borrachera imperial con la sangre del conquistado, el exilio fue un acto de amor que hizo de la dualidad conquistador-conquistado una nueva unidad armoniosa y plena. […] Para México el exilio es el regreso del padre derrotado, pero concientizado; la sustitución del griterío arrogante y cavernario por el silencio agradecido y creativo”, escribe Leonardo da Jandra para hermanar los sentimientos actuales entre mexicanos y españoles. No hay pueblo que no haya sido conquistado y que no haya sometido a otros pueblos, en cualquier forma y no sólo por la guerra, como sucedía en Mesoamérica antes de la llegada de los españoles y como sucedió durante siglos en el Mediterráneo. Pero si nada permanece igual para subsistir, y si tenemos en cuenta el camino compartido, las generaciones de mestizaje y los destinos cruzados de millones de personas, afirmamos entonces que las conexiones entre México y España pueden y deben ser cada vez más sólidas y amistosas. El férreo rechazo que aún persiste en muchos mexicanos hacia España y los españoles viene de un resentimiento quizás antaño legítimo, hoy desfasado y en todo caso difícil de diluir, pero urge superarlo en las escuelas, la vida pública y la esfera cultural. Como recuerda Pablo Raphael en su artículo, “a España le tiene sin cuidado haber sido conquistada por Roma. […] Sin ninguna culpa la cultura española se siente heredera de la conquista de Roma y de Grecia y de la tradición judeocristiana y árabe. […] No reconocer lo heredado por España sería cortarnos literalmente la lengua, la antesala de cualquier órgano vital. Cuando reclamamos los daños de la Historia, lo hacemos en español”. No sólo nos unen entonces la lengua y las costumbres entremezcladas, también los sueños contemporáneos de libertad, respeto, tolerancia y solidaridad.
En el dossier de este número españoles y mexicanos escriben sobre sus identidades literarias actuales y señalan lo que merece ser mencionado, rescatado o atendido. No pretendemos con ello armar un canon, sino una generosa propuesta de apertura e inclusión. Lo mismo cabe decir de los textos que componen la miscelánea. Tanto en México como en España, el papel de las Humanidades ha sido relegado por el empuje masivo de la cultura pop, pero sobre todo por la ineficiencia de los gobiernos a la hora de fomentar el pensamiento y la crítica; realidad que Ortega y Gasset retrató en La rebelión de las masas. Por eso hemos querido darle aquí un lugar privilegiado a la reflexión filosófica.
Cada número de Avispero viene ilustrado por un artista relevante, y en esta ocasión Iván Gardea, referencia ineludible del grabado mexicano y una mirada a contracorriente, realza con su obra la identidad de los textos.
Los editores