El ser humano primitivo dio un gran paso adelante cuando domesticó al fuego: la luz de las hogueras de noche iluminaron su mundo y lo protegieron de los animales feroces y, al mismo tiempo, de los fantasmas tan temidos...
Ahora sabemos que existen tres tipos de luz en todo el gran universo: material, intelectual y espiritual. En el arte estos distintos tipos de luz están interasociados; pues el arte es, en sus distintas manifestaciones, un mundo entre lo material y lo espiritual. Lo que tienen en común los grandes artistas, de las diversas épocas de nuestra larga historia, es esa necesidad interna que los lleva de la manifestación de agradecimiento a la divinidad, a esa gran fuente y centro de todo lo creado, hasta la plasmación de sus demonios internos.
En los cultos religiosos del planeta las luces, las veladoras, los fuegos que nunca se apagan, han sido las manifestaciones de la presencia de la divinidad en los diversos templos; pero el fuego interno, el deseo de trascender, la luz que vive dentro de nuestra mente y que ilumina nuestra alma, ha contribuido de manera decisiva en la creación de obras artísticas, desde el arte rupestre hasta las civilizaciones más recientes (Egipto, Mesopotamia, Mesoamérica, los Países Bajos, la Edad Media, el Renacimiento).
Kandinsky escribió hace más de un siglo De lo espiritual en el arte, donde estudia la dualidad inseparable entre forma y contenido. Kandinsky está en contra del arte por el arte; ya que dicho arte pierde el alma. La forma y el color en la pintura son el lenguaje del artista (el cómo), y si no la sustenta un significado (el qué) perderá su alma: "El artista que se deje llevar por el éxito se ocupará más del cómo dejando sin pan espiritual al espectador".
"Este importante punto de contacto espiritual no es, a pesar de todo su valor, más que un punto. Nuestra alma, que después de un largo período materialista se encuentra aún en los comienzos del despertar, contiene gérmenes de la desesperación, de la falta de fe, de la falta de meta y de sentido. Todavía no ha pasado toda la pesadilla de las ideas materialistas que convirtieron la vida del universo en un penoso juego sin sentido. El alma que despierta se halla aún bajo la impresión de esta pesadilla. Sólo una débil luz alborea como un puntito único en un enorme círculo negro. Esta débil luz sólo es un presentimiento que el alma no se atreve a ver, dudando si la luz será un sueño y el círculo negro la realidad. Esta duda y los sufrimientos aún vigentes de la filosofía materialista diferencian nuestra alma de la de los «primitivos»".
Kandinsky dice que todo artista debe conocerse a sí mismo: ahondar en su propia alma, cuidándola y desarrollándola para que pueda realizar un arte con sentido. El artista tiene grandes responsabilidades: ha de restituir el talento que le ha sido dado; sus actos, pensamientos y sentimientos conforman su atmósfera espiritual: son el material de sus creaciones.
En la historia de la humanidad se han creado múltiples formas de acceder a la "iluminación" como realización plena de la vida en esta dimensión material. Esta iluminación es tanto un concepto filosófico como religioso y me atrevería a decir que también artístico. Podemos describirla como adquisición de discernimiento espiritual, de entendimiento cósmico. La iluminación intelectual puede definirse como esclarecimiento interior y la espiritual como experiencia con lo divino. La luz manifiesta paz, amor y sentido de unidad con el universo. El arte es un generador de conocimiento y expande la mente; el arte se presenta siempre frente a nosotros como una revelación sobre la vida y sobre el mundo; es una manera de embellecer nuestro mundo. Como afirma Kandinsky: "Bello es lo que brota de la necesidad anímica interior, bello es lo que es interiormente bello".Sólo los artistas más elevados han alcanzado ese nivel.
El arte, visto sólo como una burda mercancía --algo muy propio de nuestro tiempo-- es un arte vacío, un arte inútil para una humanidad que sólo busca el éxito externo y hace caso omiso de las fuerzas espirituales.