Alemania
24 de marzo del 2017

Peter Weiss, Estética de la resistencia,
Las otras voces, 1998

Aunque se inició como pintor, Peter Weiss (Berlín, 1916-1982) conoció la fama como dramaturgo. Debido a las guerras, tuvo que emigrar constantemente y vivió en Suecia, Checoslovaquia, Inglaterra y Suiza. Estos cambios de residencia hicieron que la vida y la obra del escritor se entremezclaran y, en la última etapa de su vida, Peter Weiss empezó a escribir Estética de la resistencia, una obra que le tomó diez años.

En medio del socialismo de los nazis, del fascismo, de la Segunda Guerra Mundial, la disputa entre los artistas era sobre cómo construir un arte para el proletariado, y cómo alejarse de la vieja estética que comprendía solamente la clase burguesa. El debate se analiza en esta novela de mil páginas que el autor escribió después de los cincuenta años, es un tipo de biografía con un personaje que jamás dice su nombre y que bien podría ser el álter ego del autor; es un ensayo disfrazado de novela, es una memoria histórica y política, es una obra magna desarrollada en tres partes.

La historia inicia con el comentario sobre un cuadro en el museo de Berlín, aunque ése no es el principio, ya que no hay cronología como tal en la novela; las digresiones ocurren con frecuencia, con frases largas y una prosa interminable que nos adentra en los pensamientos de los personajes. A veces las voces están mezcladas al igual que los hechos históricos.

En la primera parte se habla de la historia de la sublevación de Bremen en 1918; en la segunda se muestran las actividades antifascistas durante la Guerra Civil española, y se narra la vida de los exiliados primero en París y después en Suecia durante la Segunda Guerra Mundial; el final es el regreso a Alemania y al régimen nazi.

La historia además se conjuga con ideas y disertaciones sobre Théodore Géricault, el surrealismo, el expresionismo, el realismo socialista; pero sobre todo el dadaísmo, que se presentaba como una forma de rechazo contra la tradición, los esquemas y que intenta borrar las reglas de lo artístico.

Los personajes principales son miembros de un grupo de resistencia llamado Orquesta Roja. La mayoría de ellos son capturados y ejecutados por su lucha contra el sistema. Surge entonces una pregunta, ¿qué papel debe desempeñar el artista durante la opresión de los gobiernos? Y es que “el artista que se pone a disposición de la dictadura sólo puede ser un hipócrita y engañarse a sí mismo, los representantes de la verdad viven proscritos o cautivos, o pagan si es que se atreven a dar su opinión a los poderosos, con su muerte”. Este grupo de luchadores usa el arte visual y la literatura para mostrar visiones disidentes como resistencia ante las hegemonías.

Para la Orquesta Roja, el arte debe superar la tendencia hacia lo pequeñoburgués. Los movimientos de la época, como el cubismo o el expresionismo, sólo estaban familiarizados con las personas instruidas. Lo que ellos buscaban era una rebelión contra las normas. Pero ese tipo de arte era negada y proscrita porque alborotaba la aparente tranquilidad en la sociedad y la llevaba hasta la violencia por un deseo de cambio. Buscaban que los trabajadores y los soldados captaran las manifestaciones artísticas. La revolución de las formas debía transformar al mismo tiempo la vida en su totalidad o no sería un arte proletariado. La cuestión entonces era saber si el arte debería alimentar el intelecto humano desarrollado o ayudar al principiante.

El socialismo estaba enmascarado con buenas intenciones. La política debía dejar pasar a un segundo plano todo lo que perteneciera al lenguaje artístico. La confianza en sus ideales los hizo sentirse invulnerables. Nació entonces una revolución cultural que buscaba que la lucha política culminara. Y pretendían alcanzar una concepción nueva en los medios de expresión ya que el arte no acepta la subordinación ante las ideologías políticas, y las manifestaciones artísticas generalmente nacen como una oposición a lo que ocurre en su época y no como una consecuencia. Ya no querían la tranquilidad de los clásicos, y si la guerra se hubiera prolongado, el arte habría mantenido su ideal revolucionario.

El libro de Weiss es una búsqueda por la permanencia, una batalla contra el olvido, donde el único refugio que queda es el arte: “La totalidad de la literatura está presente en nosotros bajo la protección de una diosa que aún podemos aceptar como válida, Mnemósine. Ella es la madre de las artes y su nombre significa memoria. Ella protege lo que de nuestro propio conocimiento está contenido en el conjunto, en las obras de arte”.

El arte se repite, los moldes, las formas se llenan y se vacían de manera constante, y cuando un “cambio” es significativo es sólo porque se ha redescubierto un valor primitivo del arte. “Y el arte empieza donde terminan las filosofías e ideologías, brota de la entelequia, de aquella fuerza enigmática que es consustancial a todo lo viviente para dirigirlo”.

Pero luego de las guerras, de las muertes, de las desapariciones: ¿cómo después de la catástrofe, puede volver a surgir la cultura? Tal vez sea con los luchadores de la resistencia, ya que la cultura nace de un conflicto y de la rebelión; mientras haya voluntad de oposición habrá cultura; porque en la comodidad sólo existe lo cere-monial y el ritual. Y mientras haya unos cuantos rebeldes que se opongan a la prepotencia, habrá pruebas de la existencia de una cultura.

La novela es un homenaje a esos rebeldes, a la memoria de esos luchadores, a los que desaparecieron y nos dejaron sus ideales, para quienes la batalla todavía sigue y esperan que alguien la continúe; tal vez los lectores del libro, de este libro del que se seguirá escribiendo. Pero alguien más lo hará, porque ahora “la luz es tenue, el lápiz no está afilado. Y hubiese querido escribir todo lo demás. Pero el tiempo es demasiado corto. Y el papel se ha terminado”.

Frases
Angel Morales
  • Consejo editorial

Oaxaca, 1988. Psicólogo y periodista. Director de la revista Lapsus. Tiene un libro publicado, El último que muera apague la tele.

Fotografía de Angel Morales

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