Roberto Juarroz es un poeta que leí hace poco tiempo, debo admitirlo. Entre otros poetas argentinos su poesía se me había escapado. Cuando me propuse escribir un artículo sobre él, lo hice más para agarrar al toro por los cuernos que por otra cosa. Encaminada como peregrino dispuesto a seguir un dios terrible, fui a la biblioteca donde sólo encontré un libro de él: Poesía vertical, antología. Entonces me di cuenta de que todos sus libros tenían el mismo título y la primera pregunta que surgió para ir detrás de la poesía de este autor fue: ¿por qué Poesía vertical?
Para continuar mi lento viaje, leí la introducción que escribió Juarroz para Material de lectura y me encontré con esta frase: “He buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical”. Uno de los temas en la poesía es el fondo y la forma. Ya Salvador Díaz Mirón en sus Lascas escribe de forma directa en los versos de la Epístola jocoseria que “el fondo es forma”, es decir, que las propias inquietudes del poeta marcan la forma en que su poesía ha de ser escrita. La poesía nace de una necesidad del espíritu que puede ser la necesidad de transmitir o la necesidad de retratar una impresión y para esto se vale de su propio lenguaje, juego y dinámica. Es una extraña forma de mostrar el mundo porque las palabras, el lenguaje y lo que se quiere transmitir está delimitado por la forma y la forma a su vez está marcada, como un compás, por el fondo. Son cosas inseparables porque simplemente el poeta no encontró otra manera de decirlo. “Tan sólo al genio es dado a un yugo atar las dos”, diría Becquer.
Así, cuando Roberto Juarroz dice que busca una poesía más concreta en su esencia, no sólo se refiere a lo que quiere transmitir sino también a la forma en la que lo quiere transmitir. Como una torre erguida se levanta la sólida poesía vertical que nos lleva tanto arriba como abajo en las preocupaciones más íntimas del poeta.
En la concepción poética de Juarroz hay una visión verbal, una visión poética, que debe ser condensada en palabras. Existe una realidad que el poeta descubre mediante el poema. Esa realidad se hace presente en la forma del poema y es un guiño a la realidad del mundo: “La realidad sólo se descubre inventándola”.
Chéjov decía que en el arte no se puede mentir. Si la forma es fondo y viceversa, entonces las cosas que giran alrededor del poema se convierten en factores que van hacia un mismo lado, que se aproximan como líneas hacia un solo punto. Si la forma del poema o el fondo se convierten en el punto de fuga de los otros factores (tradición, hechos, situación) entonces el poeta no puede escapar de lo que propone, no puede mentir pero tampoco se le puede acusar de infidelidad porque todos los factores se nutren y a la vez nutren la primigenia naturaleza de la visión verbal.
“La realidad nace aquí, inventándola”, dice Juarróz cuando habla de la naturaleza de la creación poética. ¿Qué realidad nace? ¿Qué poema podría atar la realidad que parece escaparse entre las manos? Muchos poetas han tenido la idea casi obsesiva de retratar una realidad aparte en la poesía: Mallarmé quería eliminar las palabras que entorpecían la acción directa de la impresión de un sentimiento; Huidobro quería no retratar la realidad, no copiar la naturaleza, sino inventar la suya propia, como un pequeño Dios. ¿Eso es lo que hace el poeta? ¿Qué es lo que se espera en la poesía?
La búsqueda no sólo de una voz sino de lo que creemos importante es la búsqueda que desafía las normas que tenemos impuestas por lo que creemos que es poesía. Es ir más allá de nuestra preconcebida y siempre torpe idea de cómo tiene que ser un verso. En esa búsqueda, Roberto Juarroz afirma su postura dándole prioridad a la concisión, a la desnudez del sentimiento que se une a la inteligencia para crear una estructura poética; renuncia sobre todo a la afectación y a la vulgar promesa de lo meramente decorativo y por lo tanto superficial. Hay en toda su poesía, un ánimo, una sensación de que el poema también es un organismo unitario como él mismo dice, y una extrañeza que inunda las palabras.
¿Es eso lo que debemos esperar de la poesía? ¿Dónde está aquello que concilia los dos filos sobre los que camina el poeta y la poesía? Lo uno y lo otro, dice Juarroz cuando habla de la paradójica complementariedad que busca en cada verso para darle voz no sólo a la victoria, sino también al fracaso. En esta apasionada búsqueda del espíritu por conciliar lo uno con lo otro es donde se encuentra un resplandor de la esencia poética.
Pero no hay que confundirse, no vayamos tan rápido. Primero recordemos algo tangible que Juarroz decía: “En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo”. Si el uno y el otro existen en la poesía de Roberto Juarroz, ese uno y otro son algo concreto, más concreto que la materia del mundo. Es la visión poética que se crea y que crea la realidad dentro de sí misma; es la visión poética que el poeta está obligado a seguir y que ha cambiado en sus formas para que el poeta pueda asirla. Y ha cambiado con el siglo, cambia con cada suceso que se mueve y agita al espíritu del poeta. O como diría Tadeusz Rozewicz:
Las formas de antaño muy bien ordenadas
y dóciles, siempre dispuestas a soportar
el largo de la materia muerta del poema,
asustadas por el fuego y el hedor de la sangre
rompieron filas y corrieron al azar.
En este momento, después de la violencia, después de la muerte, después de los actos más terribles de la humanidad, la poesía se impone como un acto necesario del espíritu, un acto que no deja morir el instante en que vemos la belleza que aún existe antes de ser devorada por el mundo. En este momento, el fondo es forma y Roberto Juarroz nos recuerda que además de forma la poesía también es un mensaje que dejamos:
Y si miramos bien
siempre hallaremos otra huella.
No servirá para poner el pie
ni para aposentar el pensamiento
pero ella nos probará
que alguien más ha pasado por aquí.
¿A dónde nos llevarán esas huellas? ¿Qué nuevas formas nos llevarán hacia la grandeza concreta de la poesía que buscó Juarroz? Preguntas, parece que estamos hechos de preguntas. Puedo aventurarme, puedo sugerir con lo que yo creo, pero no puedo dar respuestas. Allá afuera alguien está escribiendo un extenso poema, alguien está leyendo, alguien está siguiendo la necesidad de su propio espíritu. Estamos hechos de preguntas y no es trabajo de la literatura responderlas de manera tajante, es trabajo de la literatura plantear más preguntas.