El tema de las mujeres y su incursión en la ciencia es uno de los más visibles actualmente, y que interesa principalmente a las mujeres. Reflexionar sobre las mujeres y la ciencia en tiempos donde “nos están matando” no puede ser banal. La ciencia es una de las herramientas necesarias para salir del atolladero en el que nos encontramos, no sólo por el empoderamiento que representa que las mujeres nos dediquemos a hacer ciencia, sino porque la perspectiva femenina en el mundo científico puede contribuir, sin duda, a la emancipación de la humanidad. Me explico. Desde la Grecia antigua tanto mujeres como hombres se han cuestionado el mundo, el funcionamiento de las cosas, las leyes de la naturaleza o el mejoramiento de las condiciones de vida mediante un método: el científico. Conjunto de pasos ordenados para encontrar nuevos conocimientos, basados en la razón y la experiencia.
Para ser científica se requiere de una profunda formación académica. Aunque todavía hay quienes dudan que hombres y mujeres cuenten con las mismas capacidades para realizar trabajo intelectual de alto rendimiento. La realidad es que, como lo dijo el filósofo francés François Poullain de la Barre, “la desigualdad en el trato que soportan las mujeres no tiene ningún fundamento natural, sino que responde a un prejuicio cultural”.1 Como consecuencia de su hipótesis, Poullain de la Barre abogó para que las mujeres pudieran acceder a una verdadera educación, pero también para abrir todas las carreras, incluidas las científicas.
A pesar de que ya es “socialmente aceptado” —o más bien “políticamente correcto”— reconocer que las mujeres podemos ejercer a plenitud y con mucho éxito una carrera científica, todavía existen muchas resistencias, retos, desafíos y paradojas. Los países con mayor igualdad de género tienen, de acuerdo con un estudio publicado en Psychological Science, una menor proporción de mujeres que cursan estudios de ciencias. Paradojas si las hay. La “paradoja nórdica” es la más reconocida hoy en día. Es un fenómeno que sucede en los países con sociedades más equitativas entre mujeres y hombres. En estos países hay menos mujeres en campos de decisión científica, particularmente los STEM (Science, Technology, Engineer & Mathematics),2 las llamadas ciencias duras.
La ampliación de las libertades no se está traduciendo en un interés por parte de las mujeres hacia la ciencia; digamos que se refuerzan estereotipos que denotan que no es un mundo para las mujeres. A pesar de que las mujeres obtienen los mejores resultados en el bachillerato —otra paradoja “inexplicable”—, su interés va disminuyendo en la senda de la investigación científica. Y esto sucede en cualquier parte del mundo. En sus estudios superiores no llegan a los puestos de investigación académica en las universidades o centros de estudio (en México el 51 por ciento de las posgraduadas son mujeres). La tercera —y preocupante paradoja— es la que señala Céline:3 a pesar de que las mujeres habíamos avanzado y ocupado más espacios en la ciencia, observamos retrocesos: por ejemplo, en las áreas de la informática, programación e inteligencia artificial, donde las mujeres fueron pioneras. Se observa una disminución de mujeres en este campo, lo cual es alarmante, ya que esta área de especialización es la que está determinando nuestra sociedad.
La disminución de mujeres en la ciencia es multifactorial, y presenta una última paradoja. Tanto nos ha costado ocupar espacios en la ciencia que paralelamente presenciamos una expansión de estereotipos, donde las jóvenes consideran la investigación científica como una limitante para tener una vida personal plena y familiar. Los prejuicios y estereotipos parecen estar ganando la batalla.
Si bien, el objetivo del feminismo es que se tengan los mismos derechos, oportunidades y deberes, mas no el de tener paridad en todos los campos a toda costa. El objetivo es contar con el derecho inalienable de “escoger”, del choix, right of choice; por lo que aparece el tema de las “cuotas”, que a la larga puede desvalorizar el trabajo de las mujeres. Las cuotas tanto en el mundo científico como en el político tienen que ser una medida provisional.
¿Pero por qué es importante que las mujeres accedan, ejerzan y lideren en la ciencia? Poulain de la Barre —y no porque sea hombre tiene más autoridad que lo que decimos las mujeres— fue de los primeros en criticar el arraigo de los prejuicios, en propugnar por el acceso de las mujeres al saber como un remedio a la desigualdad y en abrir el camino hacia el progreso que responda a los intereses de la verdad. El obstáculo “cultural” descarta el esencialismo femenino, que se enlaza con la crítica de los “ilustrados” basados en una concepción naturalista de las mujeres por sus atributos, defectos y virtudes. Frente a las explicaciones biologisistas y deterministas, Simone de Beauvoir niega la existencia de lo femenino afirmando el complejo origen cultural y social de lo que es ser mujer: “No se nace mujer: se llega a serlo”.4 Beauvoir rechaza el concepto “femenino”. No existe, dice, es una noción que la civilización elabora. Surge así el concepto de “género”, que es la interpretación cultural del sexo biológico. Entonces aparece Judith Butler con el concepto de “género” como elección del “llegar a ser”, y nace la posibilidad de realizar elecciones de género, de lo que performas (performans), el rol que quieres performar como mujer, como varón, como trans.
Actualmente las mujeres podemos optar por carreras científicas liberándonos de prejuicios y estereotipos. La ciencia requiere de libertad y creatividad. Pero el mundo científico y académico no se presenta como un espacio de liberación, no cuando este mundo se decanta por la cuantificación de los méritos, la tiranía de las publicaciones académicas o los puntos para obtener financiamientos para poder hacer ciencia. El mundo académico se vuelve cada vez más un espacio inhóspito, árido, que inhibe la creatividad y la libertad. Tal vez por eso las jóvenes, intuitivamente, lo ven como un espacio masculino, creado por y para los hombres, poco atractivo para vivir la vida en completa libertad.
Si es que queremos que más mujeres incursionen en la vida científica, una propuesta para no permitir que este sistema se deteriore aún más es impulsar las asociaciones o movimientos de mujeres cientificas: como Association Femmes et Sciences, la Red Mexicana de Ciencia, Tecnología y Género (redmexciteg.org), o la Red de Politólogas (#NoSinMujeres / http://www.nosinmujeres.com/ ), o su versión francesa #JamaisSansElles (http://www.jamaissanselles.fr/), o tantas otras, para que acompañen, orienten, guíen y “defiendan” a las jóvenes que tienen talentos científicos, y para que eventualmente se vayan llenando espacios con una visión que rompa con la rigidez y el autoritarismo que prevalece a la hora de hacer ciencia.