México
11 de noviembre del 2016
Un tlacuache atraviesa el cielo de mi casa
sus manos con olor a sandalias
hablan de un gladiador nocturno que toca el sexo de las mujeres y lo huele.
En mi sueño alguien de lado derecho
arroja monedas de plata en una cubeta prístina
¡ah!, el sonido de la niñez.
Soñarás con mierda y tus antepasados te dirán “es la fortuna”,
guarda esa mano en la bolsa de tu lado izquierdo
la música de lado equivocado;
nací con dos vertientes: la palabra y la melodía del zapoteco,
para amar usé siempre mis dos hemisferios.

Te extraño, y tú sólo conoces
el bosque oscuro de lo efímero,
el clic de un ojo que se abre para arrancar un trozo de algo
y se cierra de inmediato,
como un caparazón clausura lo que siente;
una moneda caliente en la espalda
una risa a horcajadas
una cultura de la burla
un animal libre, no tanto,
también los animales obedecen a sus designios
la repetición sin saber por qué,
la luna con su dibujo de leche
con su conejo mirando las desgracias
ahí donde la mirada en la distancia parece unirse.

Un mono espinado,
cómo quitarse las espinas si se cae sobre una pitahaya,
mientras se quieran quitar las púas más astillas se tienen.

¿Alguna vez fui feliz?
Sí, cuando llovía y una mano oscura me servía
en un plato hondo una sopa de fríjol que crece
a la orilla del pueblo de las jícaras de oro,
cuando alguien con el nombre de espejo
se quedaba a mi lado,
cuando izaba un papalote y lo perdía de vista,
es cierto, lo que se eleva en tus narices cae;
cuando libraba el cinturón del tío zapatero, cuando amanecía y lo único que tenía
era el grito de un cochino
que antes había visto atado de las patas en el
desfiladero jocoso de la muerte,
¿hacer cola para que te sacrifiquen?
Liviandad para el papel,
pero una llanta pasa y te marca para siempre los zapatos.
Conozco de conjuros:
sé cómo quitar la tristeza,
cómo quitar la obsesión, sé quitar el miedo:
si me entierro a la orilla de un río
y alguien pasa sus testículos sobre mi cabeza,
si me siento frente al mar
y localizan mi pulso perdido: lylyly, pé, pépé1,
si me escupen anisado en la cara
si con el viento me retiran la arena de los ojos
si me llenan de sapos
si pongo mi vientre sobre la tierra mientras tiembla.

Si interpreto mis sueños como me lo predijo
la vieja que me cantaba de niña: ponle nombre a tu tristeza,
no hay como conocer el rostro de lo que añoras,
para hablar de melancolía se necesita tener en la palma de la mano
la historia y sus cuentos,
se necesita, entre otras cosas, una hamaca
y perder las horas como péndulo.

¿Qué es el tiempo?
una madre moribunda
un padre desdichado
la orfandad que nos hizo piedra,
un rezo en la montaña,
hacer el amor con quien no te desgrana.
Yo vi tus ojos de gato
paladeando una posibilidad que no construyeron,
sólo quise huir,
sólo quise huir.

Porque mi éxodo comenzó a los ocho años
y donde yo vivía no era yermo,
había comunidad, cohetes y su estremecimiento,
había libertad que no es más que creer en los otros.
Yo estuve peleada con mi tradición
no quise que me desvirgara una mano llena de alcohol
no quise demostrar nada:
nunca fui virgen, siempre fui habitada por fantasmas
que asaltaban mi catre de yute,
tampoco quise que mi sangre fuera pura.
Conozco de la Conquista y sus promesas
me peleé con el chocolate y el mole,
para despegar las costuras con que me cosieron los párpados
tuve que alzar una antorcha que nacía de mi vientre,
incineré mi cuerpo para creer en la justicia
y me topé con la ignorancia,
la novedad que quise abrazar me mostró su oropel
y mi espalda me devolvió el dorso del cangrejo.

Irme para volver siempre
¿qué pasa si uno se queda con su ignorancia?
¿No es mejor sufrir un propio inventario?
Ahora, sin puerto, sin barco, sin morada,
me refugio en el silencio:
un estado en coma.

¿A qué se parece mi felicidad?
soy una mosca,
un punto sobre una hoja de almendro
a punto de partir, a punto de parir,
soy un zumbido en la oreja de la memoria
yo también tatué a la memoria.

Un resquicio por donde no entrará la levedad
por donde no caminará la inocencia.
¿Qué es ser indígena?
Una ingenuidad de leña,
una apuesta, un velamen de barbas crecidas
despeñadero
nunca más un sitio,
un guarache de cuero en forma de araña sujeta a los pies,
una bolita de sal acumulada.

¿Qué es la historia del mundo?
Un ojo que llora su desamparo.
Lo saben las flores, lo saben los pueblos
el día que nos contaron otras historias más felices
ese día abandonamos nuestra suficiencia
para entregarnos a una repetición sin fin,
ahora lo sé
es demasiado tarde.

  1. 1. Lylyly, pé, pépé: onomatopeya zapoteca del siglo xvi, que corresponde al sonido que hace el dolor cuando camina por el cuerpo.

Natalia Toledo
  • Escritores invitados

Oaxaca, 1968. Es poeta. En 2004 escribe <cite>Guie´ Yaasé’</cite> (Olivo negro) por el cual recibe el premio Nezahualcóyotl de Literatura, único premio nacional de la literatura indígena contemporánea en México.

Fotografía de Natalia Toledo

Artículos relacionados

Deche bitope
México
El desfile de pitol
blog comments powered by Disqus