Quiénes escriben la novela de Oaxaca? y ¿de qué manera su relación afectiva con la tierra y los poderes que la ocupan marca el quehacer de esos relatores? Abordaremos una respuesta a estas preguntas aplicando el modelo de Pierre Bourdieu y de acuerdo a los planteamientos de Héctor Cruz, sociólogo oaxaqueño, quien ha efectuado estudios en torno a la conformación del Campo Literario y de la novela oaxaqueña.
Un campo es un espacio que el analista aísla teóricamente dentro de una sociedad específica, por ejemplo: el campo literario oaxaqueño. Dentro de ese campo existen agentes en sentido amplio, son aquellos personajes que trajinan en el propio campo y que se afanan en una lucha incesante por el capital específico que ahí, como en todo campo (que resulta ser de batalla) se disputa. Los agentes del campo literario oaxaqueño a considerar son: los escritores, las obras literarias, editores, distribuidores, empresas editoriales, promotores, intelectuales, políticos y, desde luego, el público lector, el que, accionando a partir de una amalgama de preferencias, establece una sanción importante que influye en esa disputa por el capital específico.
En un campo económico el capital disputado es el dinero; en el político, el poder. El capital disputado en el caso de nuestro campo está constituido por algo que podríamos llamar: “la creencia en el poder creador del artista”. Un creador literario, y quienes lo favorecen, necesitan que el conjunto de los integrantes de éste y los demás campos reconozcan poder creador en este artista. También podría llamarse “prestigio” a ese capital. Desde luego que el prestigio puede ser volátil, en un extremo, o asentarse y llevar al autor hasta un nicho dentro del canon histórico de esa literatura, en el extremo opuesto. La lucha desarrollada es esencialmente interna al campo, pero establece ligas con los ámbitos externos, es decir, con el campo político, el económico, etc.
En el sub-campo de la novela el prestigio es igualmente disputado. A partir de una visión panorámica y sin ánimo exhaustivo, hacemos aquí un repaso a una serie de textos novelísticos que pueden ilustrar la tesis que sustentamos, ella dice que en Oaxaca, en un panorama dominado por la escasa producción de autores nativos, comienza a despuntar una autonomía del campo literario frente a la presencia dominante de campos distintos pero cercanamente ligados, como el político y el económico.
Han sido la novela costumbrista y la autobiográfica las que dominaron el panorama a lo largo de nuestro pasado novelístico. Sólo como ejemplo mencionaremos a Arturo Fenochio, quien abre en 1890 con El cielo de Oaxaca y El valle de Tlacolula. Enseguida vienen títulos de diversos autores, entre esos títulos: La montaña virgen, Guelaguetza, La Mayordomía y La Cruz del Sureste.
En la vertiente autobiográfica destacan Siempreviva de Manuel Brioso y Candiani y, en un nivel mayor, la obra monumental de José Vasconcelos que inicia con Ulises Criollo en 1935 y se continúa en La tormenta, El Desastre y El Proconsulado. La primera de ellas ha sido reconocida más como una novela lograda, independientemente de que el contenido de todas sea en esencia autobiográfico.
El caso de Vasconcelos es notable por diversas razones, una de ellas: el tratarse de un autor proveniente del medio burocrático académico y gubernamental que incursiona en la creación novelística. Es necesario aclarar que él jamás pretendió escribir novela sino libros histórico- biográficos que hicieran ajuste de cuentas entre la clase política de su tiempo. Ello ocurre después de la oficial derrota de su candidatura a la presidencia en 1929, es decir, después de que, desde su óptica, lo peor del espíritu mexicano se confabuló para rechazar su opción libertaria. La recepción de público y crítica actual les otorga casi unánimemente el título de novelas a estos textos, sobre todo, a Ulises Criollo.
El funcionario público que incursiona en la creación literaria y es reconocido en el medio con una alta proporción de capital literario es más bien un caso excepcional. Normalmente el medio literario rechaza esas propuestas otorgándoles un nulo valor artístico. Sin embargo hay ligas mucho más importantes entre el campo literario y el político. Los gobiernos de distintos niveles han sido fuente tradicional de sostén para el campo literario. Los creadores son corrientemente funcionarios de la burocracia cultural local. En otros casos, los creadores de novela y otros géneros, reciben las becas que el Estado otorga a la creación artística, así como los premios instituidos por instancias culturales oficiales.
Parafraseando a Pierre Bourdieu diremos que, en Oaxaca, como en otras sociedades, el poder político trata de granjearse el favor de los artistas pues obtiene de ellos legitimación y prestigio, hay ahí una transformación de capital literario en capital político cuando el artista se encuentra ligado al poder en alguna forma armónica. El in-tercambio de capitales sigue entonces una doble dirección: desde el campo político se desplaza hacia el literario un apoyo económico y simbólico en forma de empleos, becas, publicaciones, premios diversos, y desde el campo literario se desplaza hacia el político una parte del capital-prestigio y el reconocimiento público que el campo político necesita, también, como al mismo aire.
Sería difícil encontrar, entre nosotros, autores de cierto reconocimiento sin ligas amistosas u oficiales con el poder político y esto, de entrada, no es necesariamente negativo.
En ocasiones la negociación por los apoyos estatales deriva en disputa auténtica y algún grupo de creadores en verdadero grupo de presión. A nivel nacional son famosos los agrupamientos formados en torno a las revistas Vuelta y Nexos. Una figura destacada en el medio intelectual y con fuertes ligas amistosas en la política encabeza cada agrupamiento en cuestión. Octavio Paz, Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, son nombres ligados a estos casos.
Como ejemplo de cercanía creador-poder político establecido, en Oaxaca, ubicamos el caso de Cesar Rito Salinas, poeta y narrador, quien ha sido uno de los más señalados a través de ligas familiares en el sexenio anterior inmediato. Un caso cercano al anterior sería el de Araceli Mancilla. En el extremo opuesto podríamos ubicar a Abraham Nahón, desde Luna Zeta y a Jorge Orozco León, desde Palabrarte, que suelen rechazar los apoyos oficiales; quienes presentaron una visión crítica de las posturas gubernamentales durante el movimiento social de 2006 en el Estado.
Acercándonos en el tiempo y dejando pendiente en el camino un repaso a la novela histórica, también cultivada por diversos autores oaxaqueños, encontramos la producción reciente de novela en Oaxaca. En este breve recuento se incluyen autores nacidos en este lugar y también aquellos que eligen vivir y producir su obra desde aquí mismo. De este modo, en una revisión arbitraria, encontramos a Israel Castellanos con Esperanzas Tardías; Manuel Matus y su Historia verdadera de Antonio Valdivia Foglia y otros incendiarios; Leonardo da Jandra con Entrecruzamientos, Huatulqueños, entre otros títulos; Fernando Montesdeoca, autor de Esta ilusión real, Entre los dedos de la mariposa, Taxi; y otros; Fernando Lobo, con El relato del suicida; Israel García Reyes La virgen y la serpiente, Gerardo de la torre Nieve sobre Oaxaca; Teoría de las catástrofes de Tryno Maldonado... Una primera observación, a vuelo de pájaro, se refiere a que, entre éstas, las obras con más resonancia y circulación real en el mercado literario mexicano son las de autores oaxaqueños por adopción. ¿Qué ocurre con los autores nativos de Oaxaca? Hay que dar una respuesta a esta pregunta.
Por otra parte, ¿la producción novelística comienza a incrementar su ritmo en Oaxaca? Es posible. Víctor Vásquez Quintas, Pergentino José, Andrei Vazquez, Manuel del Callejo y varios autores jóvenes podrían testimoniar en favor de un “sí” como respuesta.
En otro sentido, existen aquí posturas diversas en torno a la dicotomía tradicional entre “el arte por el arte mismo” y “el arte socialmente comprometido”. La primera de ellas parece dominar el panorama entre las manifestaciones destacadas, sin embargo la segunda late y se asoma en muchas de ellas. Esta segunda postura se hace presente explícitamente en revistas como Luna zeta y Palabrarte en su momento.
Es justo señalar que, cualquiera que sea el grado de cercanía guardada con el poder, es prácticamente nula la presencia de autores que adopten posturas explícitamente favorecedoras de alguna postura partidaria o ideológico-política en el contenido de su obra creativa.
Existe igualmente una gradación diversa en cuanto a la aceptación o no de nuevas voces a las cuales dar la palabra en las publicaciones que existen. Sin embargo predomina en los últimos tiempos la tendencia a impulsar el talento joven. Los talleres literarios cumplen en ello una labor central. En ese sentido talleres como los de Fernando Lobo, en forma periódica, y Leonardo da Jandra, en forma continua, son casos a destacar.
Un campo madura en tanto se vuelve autónomo. La autonomía posible está ligada a una autosuficiencia económica que lo libere de tutelas. Esa autosuficiencia económica, aquí, pasa por la existencia de un medio editorial independiente del Estado que cuente con la capacidad de lograr buenos niveles de capital literario y también de apoyo económico para sus autores.
El papel de las editoriales es fundamental en nuestro campo. En esa línea encontramos que, con una excepción notable, no existen en el ámbito oaxaqueño editoriales dueñas de un poder amplio de difusión de obra. Esfuerzos como los de Pharus, Sur Plus, Carteles editores y el de revistas como la histórica Cantera Verde, Avispero, El jolgorio y algunas más no pueden dejar de mencionarse. La excepción notable está constituida por Editorial Almadía, empresa nacida en el ámbito privado que se ha venido consolidando como un esfuerzo editorial importante a nivel nacional. El impulso inyectado a la propia labor editorial así como a la difusión y creación de obra a través de actividades como la Feria Internacional del Libro, realizada anualmente en la ciudad, ha sido reconocido por múltiples agentes como muy digno de mención.
Parece haber en el campo literario oaxaqueño un desligue lento respecto del Campo Político, el que al mismo tiempo lo ha sostenido y sometido. Las aspiraciónes central compartida entre entes literarios es alcanzar una autonomía similar al de la pintura en nuestro medio.
Surgimiento de más autores prestigiados, nativos y no, publicaciones dotadas de estándares altos de calidad, instituciones académicas avocadas a la educación literaria, una crítica literaria igualmente con estándares altos de exigencia, editoriales solventes en todo sentido y, marcadamente, el cultivo de un público lector cada vez más amplio y diestro, son, todos ellos, elementos a estimular para que la autonomía buscada comience a ser realidad.