¿A qué nos suena trans? El concepto se tematiza en la teoría queer, misma que sostiene que a través de las sexualidades periféricas el género, la orientación y la identidad sexual de las personas son resultado de una construcción social y cultural. Queer, del inglés británico “torcido”, invita a reflexionar las formas variadas de expresión de la sexualidad que en nuestro tiempo han surgido; precisamente porque revalora las “anomalías” en identidades acalladas en el modelo civilizatorio del hombre occidental.
Las siglas que designan colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, trasvestis, pansexuales e intersexuales son LGBTQ, que intentan enfatizar la diversidad de las culturas basadas en la sexualidad y la identidad de género. Refieren a alguien cuya preferencia sexual no está inclinada a un modelo patriarcal, o dominado por una autoridad masculina, paternalista y excluyente.
¿Qué nos estará indicando ser “trans”? No es utilizar una estética invertida (de lo femenino a lo masculino y viceversa) o un cambio formal de género, preferencias sexuales o lo que biológicamente ha sido asignado entre las piernas. La tendencia “trans” es también una crítica de un modelo civilizatorio moderno que “no llegó a cumplirse” y que coincide con otros cuestionamientos de la vida contemporánea.
En la posmodernidad no hay respuesta a porqué las mujeres permanecen muy cercanas a los paradigmas culturales asignados sin que éstas logren cuestionar previamente el carácter y motivo de asimilación de los roles sexuales. Por otro lado, el fenómeno trans es una posibilidad de la diversidad, una senda a pesar de la señalada “pasividad” que responde, quizá, a la necesidad de aceptación dentro de las condiciones sociales y funcionales de conducirse, en lo que llamaré, conformismo social.
El partir del fenómeno “trans” ha ensalzando el agotamiento de la familia patriarcal, apoyando al feminismo a sostener que no existen papeles sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana; sugiere portar un estandarte ideal sin rivalidad ni competencia por los puestos y tareas de la vida cotidiana. El fenómeno “trans” expresa cierta concordancia filosófica en la posmodernidad con todo lo que sucedía teórica y sociológicamente. La lectura de la ruptura histórica vino con una discontinuidad entre naturaleza y modificación tecnológica, avance civilizatorio y certidumbre de las categorías de lo bello, bueno, válido, verdadero, etc. Las actuales modificaciones en la estructura de la humanidad vendrían a crear una estética mutable posibilitada a través del avance tecnológico, libre albedrío y conciencia ética.
El término de Transmodernidad al género fue acuñado por la madrileña Rosa María Rodríguez Magda en La sonrisa de Saturno. Señala que la sociedad actual sí está identificada con nuevas tecnologías de conocimiento, con mass medias, virtualidad, redes; pero podría no ser del todo negativo, ya que da apertura a la creación de tecnologías de género que suprimen los modelos cerrados de sexualidad binaria entre hombre y mujer.
Finalmente identidad y preferencia sexual no agotan la comprensión determinante de la persona. Nos encontramos en la crítica del derrumbe de los grandes sistemas. Y ¿qué tan lejos estamos de sumarnos a una ideología de renovación? Personalmente admiro a cada ser inconforme que nada contra corriente, anteponiendo sus ideales de transformación y ruptura, cuya autenticidad se sobrepone a todo: la aceptación dentro de la familia, el contexto e incluso a la biología asignada para encontrar un propio sendero de identidad.
Por estas causas, la lucha unida y diversificada del género en la construcción de sexualidades periféricas invita a ser más conscientes del respeto a la dignidad moral, constitucional, política y estética de quienes asumen ser trans.