Durante más de treinta años el director Marco Pétriz y El grupo teatral Tehuantepec se han dedicado a cautivar al público tehuano con su teatro; convirtiendo a éste en un ejercicio en el que ellos se representan y se reconocen en cada escenificación. En sus años de trayectoria han presentado veinticuatro obras, entre las cuales destacan Fatalidad, Ayer pasé por Tehuantepec , Otro día de fiesta, La casa de enfrente, La Familia y El curandero de dios. Marco Pétriz ya había trabajado el teatro comunitario, y volvió a Tehuantepec con la firme convicción de iniciarse como director: comenzó a formar actores y a un público poco habituado al arte escénico. Así consolidó “el teatro del entorno”, el cual consiste en crear obras de teatro a partir de lo que se ve alrededor; abordando temáticas cotidianas y regionales; logrando en cada una de sus obras una propuesta estética y dramática. Alejado de cualquier moda o canon occidental, el director lleva a escena historias relacionadas con el contexto de Tehuantepec y la vida zapoteca.
Después de veintitrés años, El grupo teatral Tehuantepec regresó a la capital del estado el pasado 14 de julio con la obra La casa de mi madre. Esta tragicomedia ambientada en un contexto local y con un vocabulario peculiar es la historia familiar de dos hermanas: Faustina y Macaria, que por medio de llanto, risas, gritos y reclamos cuentan la relación que cada una tenía con su madre, y cómo a partir de ella ambas hicieron vidas diferentes que las condujeron a relaciones alimentadas por el resentimiento, que empeora con la muerte de su madre. Las actuaciones de Gabriela Martínez, Azucena Desales, Hugo Ramírez y Micaela Hernández crean entrañables personajes a través de su interpretación, que combinada con el formato del escenario invitan al espectador a ser cómplice de la historia. Esto ha logrado que el público tehuano sea un público activo, que se interesa por asistir a sus funciones y colaborar en ellas para el disfrute colectivo. Otro punto importante en este grupo es la colaboración de los actores, ya que más allá de hacer teatro, ellos limpian, cuidan y colaboran en las tareas necesarias para conservar su espacio; por ello se han nombrado “campesinos del teatro”. En su labor está implícito el contacto con la tierra en la que escenifican.
La casa de mi madre significó para El grupo teatral Tehuantepec su regreso a la escena local, ya que después del sismo del 7 de septiembre del 2017 la Casa de ensayo, su espacio escénico, se dañó en un 60%. Después de un año de trabajo para su reconstrucción, y gracias al apoyo del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), de Luz María Zinser, de Luis Mario Moncada y de otras personalidades del gremio artístico, reabrieron su espacio para continuar sus propuestas escénicas en Tehuantepec.
Marco Pétriz ha aportado al teatro nacional. En México la situación del teatro ha sido complicada, y más crear un teatro propio, como lo ha hecho él desde su lugar natal, convirtiendo al teatro en todo un acontecimiento para la comunidad. Esto le otorgó la medalla Xavier Villaurrutia en el 2017.
El camino para las artes escénicas en Oaxaca es escabroso; sobre todo para las que no tienen que ver con el folclor. Creo que el teatro como un ejercicio en el que se refleja la realidad, es una estrategia para que la sociedad oaxaqueña encuentre una ventana más en la que se represente y se reconozca, no de una forma ideal o vendible, sino de una forma genuina. Como se hace en Tehuantepec, que a pesar de la situación hostil, el director ha tomado lo que ve a su alrededor para interpretarlo en sus obras; más que un “teatro del entorno”, lo llamaría un “teatro de ilusión”, que es lo que le ha dado a la región a través de su praxis.