Argentina
06 de febrero del 2017

El orden que aparenta el mundo físico es una interpretación de la matemática que surge a partir de los conceptos que conforman cualquier disciplina. Ya que las interpretaciones son subjetivas, cada obra conlleva un cierto grado de imperfección. Orden e imperfección sólo tienen sentido desde las metáforas que crea el ser humano para darle sentido a la experiencia.

La experiencia es el medio por el cual obtenemos datos del Universo. Estos datos que se recopilan a través de la experiencia son fundamentales para las verdades que surgen de la ciencia: máxima representante del mundo físico, un mundo que captamos por medio de esa materia gris, que a través de fuerzas electromagnéticas y reacciones químicas recibe información de nuestros sentidos: el cerebro.

Por otra parte, por medio de la abstracción matemática, que ofrece una estructura lógica y sólida a las metáforas que creamos para formar una imagen del Universo, predecimos y comprendemos el mundo físico. Carne e ideas (frontera entre Dios y el hombre como lo definiría Walter Benjamin) se complementan para interpretar y modificar el mundo físico. Pero la interpretación surge de la imaginación. Podría decir que la ciencia es esa esencia paradójica con mundo físico, donde la estructura rebasa sus límites lógicos para poder imaginar nuevos conceptos y predecir cosas hasta ese momento inexistentes, las cuales, llegan a potencializar toda su capacidad de transformación regresando a esa estructura lógica de donde se fugaron.

La interpretación se alimenta de metáforas y éstas a su vez se clasifican a partir de su poder de creación: “La proposición ‘la estufa está caliente’ expresa un conocimiento y por lo tanto da algún poder al que lo posee: sabe que si tiene frío será conveniente acercarse a una estufa. Pero este conocimiento es bastante modesto, no le sirve para ninguna otra situación”. Pero cuando lo llevamos de la experiencia a la abstracción: “En cambio si alguien tiene pleno conocimiento de que la ‘entropía de un sistema aislado aumenta constantemente’, no sólo buscará la estufa para calentarse [...] sino que podrá resolver una enorme cantidad de problemas desde el funcionamiento de un motor hasta la evolución del Universo”, nos dice Sabato en Uno y el Universo, una obra de pensamiento fragmentaria donde el lector rellena las hendiduras entre cada ensayo, que Sabato ordena de forma alfabética, con sus propias reflexiones. La lección que se aprende a través de esta obra, y que será constante en todos los ensayos de Sabato, es que el poder de una metáfora se mide a través de su capacidad de revelarnos los misterios del Universo.

El sujeto de ciencia está infectado de metáforas. En una clasificación por causas de la literatura fantástica que creó Bioy Cásares, las “causas científicas” se toman por fantásticas. La ciencia actual tan llena de objetos que se alejan de la vida cotidiana: hoyos negros, agujeros de gusano, quarks, gluones, etc., son la otra cosa de una realidad. Nos dice Sabato que lo fantástico “no es que designe cosas de contenido mágico: simplemente designa otras cosas”. Objetos fantásticos que surgen de la metáfora, de los sueños de una mente científica. He ahí el porqué del primer acercamiento de Sabato a la literatura a través del surrealismo. Las metáforas atraen al científico como el fuego a las polillas.

La ciencia es resultado de la abstracción de la primera idea que a lo largo del tiempo y a través del método se consolida en la realidad: lo metafísico interaccionando con el mundo físico.

Una transformación matemática es continua cuando permite transformar una figura geométrica a otra sin romperla, por ejemplo un pedazo de cuerda convirtiéndose en un círculo. La matemática es lo que sostiene nuestra realidad, nos dice que la geometría espacio-temporal es continua, no violenta. Pero Sabato nos señala que el poder de abstracción de la ciencia (la matemática), su poder de ficcionar el mundo (llevarlo hacia lo abstracto), es su mayor debilidad: nos alejamos cada vez más de la experien-cia entre más profundizamos en la materia.

No es casualidad el surgimiento de la mecánica cuántica y la relatividad general, dos disciplinas que nos han demostrado su capacidad para transformar el pensamiento y la realidad de este mundo pero que no nos dicen nada del vivir cotidiano. Ésta es la crítica más contundente de Sabato.

Pero Sabato es un hombre dividido. Su crítica paradójica de rechazar al idealismo y al realismo lo define como humanista: “Durante la Edad Media, la Iglesia está caracterizada por dos temas: el dogma y la abstracción. La burguesía aparece caracterizada por los dos temas contrapuestos: la libertad y el realismo. Entre los clérigos y los burgueses están los humanistas”, nos dice Sabato en Hombres y engranajes, un ensayo crítico sobre el abuso de la abstracción (idealismo) y la máquina (realismo). Sabato es un humano que se encuentra en medio de los dos caminos sin poder elegir. No hay elección en Sabato, sólo renuncia. El paso de una profesión a otro lo delata: de físico a escritor y después a pintor. Lamenta que el hombre renacentista haya desaparecido y por ello intenta renunciar a la integración de la razón y lo ideal. Le pareció imposible una integración de lo físico y lo metafísico. Pero estaba cerca. Él había caído en cuenta de la versatilidad de la metáfora como productora de conocimiento pero también de su debilidad. Ninguna metáfora es perfecta y nos condiciona a una realidad.

Las metáforas cercenadas de su significado metafísico (espiritual) han producido un sueño mecanizado: la carne y el acero han perdido la visión de la sustancia spinoziana.

Había oído, en el tiempo que pasé en mi carrera, un reclamo hacia Galileo. Los jesuitas sabían sobre las consecuencias de las verdades que predicaba Galileo. El estudio de la naturaleza pasaría de un estado contemplativo a un estado de dominación. El sujeto perdería su parte espiritual. El proceso de asimilación de la verdad galileana tenía que ser suave para evitar una ruptura violenta. Galileo, en su soberbia, aniquiló el espíritu para darle lugar al nihilismo en que ahora nos encontramos. “La barbarie ¿causalidad?”, nos diría Sabato.

Pero esta “esencia amoral del conocimiento científico” no se combate con renunciar a la ciencia sino en darse cuenta que las obras que descubrimos contienen la esencia de la revelación, el arte y la ciencia, inherente en todo sujeto, porque si algo nos transmite Borges en sus cuentos y ensayos es que, de alguna manera, todo somos la transformación de alguien más; cosa que Sabato reclamaba como “plagio a sí mismo”.

Cada época tiene sus metáforas, sus propias ilusiones y dioses. En el cuento “Las ruinas circulares” nos encontramos con un hombre que sueña otro, un hombre que adora el fuego y sabe el secreto de éste: el fuego es una ilusión, los dioses son metáforas de nuestro pensamiento. Despertar del sueño es lo complicado, dice Borges.

La ciencia, según Sabato, aún vive en ese sueño, permanece alejada de la realidad, vive en su mundo ideal, “es la otra cosa”: una ciencia fantástica que se ha mecanizado. La ciencia para Sabato perdió su humanismo. La nostalgia se ha apoderado del siglo XX, sus consecuencias: la apatía cascarrabias del siglo XXI. Una crítica al surgimiento de la medida: es consecuencia de ese encantamiento del hombre por la razón y el dinero que nos dice Sabato surge de la paradoja renacentista:

Tal como Berdiaeff advirtió, el Renacimiento se produjo mediante tres paradojas:
1a: Fue un movimiento individualista que terminó en la masificación.
2a: Fue un movimiento naturalista que terminó en la máquina.
3a: Fue un movimiento humanista que terminó en la deshumanización.
Que no son sino aspectos de una sola y gigantesca paradoja: la deshumanización de la humanidad.

El abuso de la abstracción ha provocado la cuantificación de la naturaleza y el hombre. La eficiencia del hombre como engranaje de la sociedad es esencial en el sistema que más que contemplar trata de dominar. “Este es el hombre moderno. Conoce las fuerzas que gobiernan el mundo, las tiene a su servicio, es el dios de la tierra: es el diablo”: he ahí la esencia de la modernidad de una ciencia que se basa, como se nos dice en Hombres y engranajes, en “una ley científica [que] aumenta su dominio al abarcar más hechos, al generalizarse. Pero al generalizarse se hace más abstracta, porque lo concreto se pierde con lo particular” además de que “no hay que ilusionarse con la creencia de que por fin se ha entendido la doctrina de Einstein porque el periodista X la ha explicado en el suplemento dominical en términos sencillos: lo que se ha entendido es otra cosa”. He aquí el gran error del programa sabatiano, su renuncia pertenece aún a ese amor a la exactitud de su primer ser: el científico que ignora que en el surrealismo (x parecido a y que cumple una función similar) es la forma en que conocemos y descubrimos el Universo. El ser sabatiano por dentro aún busca esa metáfora que lo lleve al conocimiento absoluto, y como buen ser sabatiano, paradójicamente, lo lleva a la nostalgia del saber que no lo encontrará.

Frases
Raúl Fierro
  • Consejo editorial

Oaxaca, 1985. Estudió Física en la UNAM. Se diplomó en Divulgación de la Ciencia en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia en la UNAM. Ha colaborado en Tierra Adentro y Milenio. Actualmente escribe la columna “Metáforas” en el periódico Noticias, de Oaxaca.

Fotografía de Raúl Fierro

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